Asistente de un dios

Respiro con fatiga antes de toser y escupir más sangre, dándome cuenta que poco a poco voy perdiendo lo que me queda de fuerza.

A veces el destino ya ha firmado nuestro final, un final que sea lo que sea el camino que elijamos nos llevará una y otra vez hacia lo que ya ha decidido por nosotros. Por más que busques aquella meta feliz no siempre es lo que encontraras, y la injusticia gana hagas lo que hagas. No siempre el karma paga tu dolor, y no siempre los buenos ganan a los malos.

Es una mierda… lo sé.

Me apoyo en un viejo árbol tosiendo sangre, dándome cuenta de que no me queda mucho, y sosteniendo aquella daga traicionera que no soy capaz de utilizar para acabar con esta lenta agonía. Si tan solo las cosas hubieran sido diferentes, si tan solo el destino nos hubiera bendecido y no maldecido desde nuestro nacimiento. No los hubiera arrastrado conmigo…

Doy dos pasos más hacia aquel final desleal, solo pido a la muerte, en estos últimos momentos de vida, que me lleve con ellos, que pueda sonreír siquiera a su lado, aunque sea un efímero reencuentro. Me tambaleo y vuelvo a caer, mis heridas siguen abiertas producto de mi propio rencor. Y tomo la daga enterrándola con fuerzas en el suelo.

Si hago esto no podré verlos, si solo contempló la luna y el amanecer y espero dejando que mi vida se consuma, tendré la oportunidad de pedirles perdón.

Pero he de morir cargando este rencor y odio, con la sangre hirviendo de venganza y el juramento de volver del mismo infierno para acabar con quienes nos hicieron tanto daño.

No podré verlos… las puertas del cielo no se abren para los seres como yo. Y sonrío con ironía mientras la vida se escapa de mis manos y sin poder evitarlo empiezo a recordar como comenzó todo…