Cacería de Cenizas

Segundo Asecho: Descaro

...

«Era una fría tarde de primavera. La suave lluvia caía del cielo mecida por una ligera brisa helada que provenía del este. Aún era algo temprano para que el crepúsculo estuviera presente, pero ya se podía notar la ausencia de luz en las calles, con cada vez menos gente circulando las numerosas avenidas de la ciudad donde antes vivía.

Yo me encontraba caminando hacia casa, en esos días ya había terminado cada una de mis labores e iba surcando por una de las pocas aceras que no se encontraba muy humedecida gracias a la gran cantidad de árboles y hogares con tejaban. Aun así, portaba un paraguas resistente, pues no se rompía gracias a los ventarrones como me había pasado ya en anteriores ocasiones con otros.

Mientras viajaba iba pensando mucho en lo que había pasado recientemente en mi vida. Ya estaba muy cerca de dejar los estudios medio superior y tenía una idea de qué iba a querer emprender como profesionista; sin embargo, tenía planes para cambiar a nuestro mundo, quería hacer algo que en verdad hiciera que los asquerosos sistemas que nos hacían miserables fueran destruidos.

Toda esta fantasía llena de hegemonía era mi plan de vida, pero por otra parte un pequeño pedazo de mí quería seguir siendo una chica normal, que estudiara y se recibiera de una carrera con un ostentoso título universitario y grandes reconocimientos académicos, todo para convertirse en una poderosa mujer de negocios y vivir una vida llena de emociones laborales, compañerismo, viajes y de más.

¿Cómo podría pensar en algo así después de todo lo que he preparado en mi vida?

Durante este tiempo reuní a muchas personas que siguieran mis pasos, enfrenté seres inimaginables para conocer mis límites y aprendí de cada derrota como de mis victorias; pero todavía tenía dudas. Necesitaba más aliados si deseaba continuar con mi camino para emprender el “gran cambio” que buscaba; Annastasia me dijo que era necesario viajar al viejo continente para hacerlo, pero me parecía una idiotez. ¿Por qué aquí de este lado del océano no hay suficientes personas hábiles para conseguir lo que quiero? Sé que las hay, sólo debo buscarlos bien.

A la par que eso seguía en mi mente pude ver que ya estaba a punto de llegar a casa, y enfrente de ésta se encontraba una persona de pie tocando la puerta. Era un hombre alto de tez blanca con ropas comunes. Él estaba empapado y solo ahí parado esperando a que alguien le abriera.

Reconocí a la persona y caminé hacia él un poco más rápido. Cuando llegué a una distancia considerable lo llamé por su nombre para que me viera.

—¡Herald! —dije al mismo tiempo que mi compañero volteaba. Su faz estaba demacrada, con ojeras y ojos rojos que lagrimeaban en color amarillo. Podía ver sus manos y piel con unas extrañas manchas color grisáceo, y sus dientes poseían un raro color negro cerca de las encías.

—¡Ayu…da…me! —pidió el hombre mientras caía al suelo y hacia saltar el agua a su alrededor. Yo solté el paraguas y me lancé al piso para sostenerlo en mis brazos. Saqué mi teléfono celular y estaba dispuesta a llamar a una ambulancia, pero Herald me detuvo—. Nada de hospitales, sólo llévame adentro. Te explicaré una vez que estemos ahí. —Me dijo el tonto ingeniero a duras penas. Tomé mi paraguas con mis poderes psíquicos igual que al hombre quien sentía algo más pesado de lo normal y abrí la puerta de mi hogar.

Después de recostarlo en mi cama y secarlo como pude, me dirigí a la cocina y marqué a Kantry como a Annastasia para que llegaran al lugar lo más pronto posible, expliqué que Herald estaba enfermo de algo raro y necesitaba su ayuda. Luego de eso me solté el cabello, pues lo tenía sujeto en cola de caballo con una liga común, y lo sequé con una toalla que tenía en la sala de mi hogar.

Regresé a mi cuarto y vi que Herald observaba dentro de mi armario, el cual se encontraba al lado izquierdo de mi cama y se hallaba semi abierto, pues sus puertas eran plegables y dejé una abierta cuando saqué una toalla.

—Casi no tienes ropa elegante, sólo informal. —Me dijo el enfermo, tosiendo con fuerza. Yo me senté a su lado al mismo tiempo que le acariciaba el cabello que tenía todo revuelto gracias a que lo sequé. Después de peinárselo bien me vio con una mirada de temor increíble—. Voy a morir —me dijo el estúpido con una voz quebrada y llena de miedo.

—¡Estás loco, dime qué te pasa ahora mismo! No voy a dejar que mueras.

—No entiendes, la cagué. No debí jugar al científico loco. Mi cuerpo ya no resiste más… voy a morir tarde o temprano.

—¿Qué te hiciste?

—Empecé a cambiar varios de mis huesos por unos artificiales. Funcionan de maravilla, pero mi cuerpo los está rechazando y me estoy intoxicando —dijo Herald a la par que la lluvia se intensificó. Kantry y Annastasia llegaron al momento y Herald sostuvo fuerte mi mano para luego mirarme a los ojos. No importaba lo que me dijera, yo quería salvarlo, era mi deber».

Al estar cerca de aquel hombre que está dándome la espalda en medio de la pradera de Gaia II, noto que posee extrañas ropas negras de cuero con partes blancas en la cintura y hombros. Su cabello es corto de color castaño claro muy bello.

—¡Qué decepción! —habló el chico en voz alta colocándose las manos en la cadena.

—Disculpa, ¿aquí es la entrada a Cyber.exe? —pregunto al sujeto en cuestión, éste me voltea a ver con una cara de capricho. Con ello veo que posee un largo flequillo, el cual cubre parte de su frente y es de color celeste en el fondo, rubio de en medio y rosado en la parte más alta. Los ojos de este sujeto son rojos brillantes.

—¿Cómo te atreves a dirigirme la palabra sin presentarte, humana? —cuestiona el hombre al momento que su expresión se endurece. Por alguna razón mi corazón se acelera y la tensión en el ambiente se vuelve muy pesada, pues la presencia de este sujeto es aplastante.

—Espero equivocarme, pero déjame adivinar… ¿De pura casualidad eres un miembro de la familia D’Arc?




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