Convénceme de que eres inocente

Capítulo 4: Un poco libre

(Narra Alina)

La Nana de la Esperanza me desprecia, casi tanto o más que las Guardianas, a sus ojos no soy merecedora de los resultados que obtuve en mi prueba de la fertilidad. Si la vida siguiera el orden natural de las cosas, ninguna Salamandra saldría positiva en la prueba y mucho menos con un FértilX10. Yo solía pensar lo mismo, parte de mí lo sigue creyendo, después de todo, yo no soy una Salamandra real, el régimen, por más extraño que parezca, cometió un error conmigo. Yo siempre creí ciegamente en el régimen y ahora, veo que no es tan infalible como me enseñaron en la educación primaria. El problema es que uno necesita vivir estas cosas en carne propia para creérselo, así que estoy segura de que limpiar mi nombre será una tarea imposible.

La Nana me recorre de arriba abajo con sus ojitos redondos color avellana con gesto de desaprobación. Se remueve la pequeña silla de metal del cuarto de interrogaciones, claramente incómoda. Es una mujer ancha y de gran estatura, es casi una cabeza más alta que yo que soy bastante alta.

—No vamos a tolerar que contamines las mentes de tus compañeras, no queremos que difundas tus ideas de rebeldía y que les enseñes a desafiar a la autoridad, ¿entiendes? —dice con gesto severo.

—Sí, Nana Margarita —contestó mirando hacia otro lado.

—De verdad no imagino cómo convencieron al capitán Galeana de aceptar este arreglo. Pobre hombre, ha hecho tanto por Aequitalia y su paga es tener que recibir a una Salamandra en su hogar. Eso no es lo que nuestro héroe se merece —comenta con desprecio.

Asiento lentamente, yo tampoco entiendo cómo es que Galeana aceptó, pero por lo pronto me enfoco en el lado positivo: voy a lograr salir del Centro de Detención.

—Te traje un uniforme y otros artículos que le entregamos a las nuevas Vasijas como un regalo de bienvenida. Si me preguntas, tú no te lo mereces, pero la Matrona Selena decidió que debíamos darte el regalo también.

Tuerzo la boca en cuanto escucho el nombre de la Matrona Selena, ella es la cabeza del Ministerio de la Mujer, la he visto en televisión algunas veces, es una mujer diminuta de ojos malévolos y cara arrugada, nunca sonríe o muestra felicidad, siempre parece amargada o aburrida. Detesto que sepa que existo.

La Nana Margarita me tiende una bolsa amarilla de tela, me acerco para tomarla tímidamente. Junto a nosotras hay una vieja mesa de metal oxidado, dejo la bolsa sobre la mesa y me asomo a ver qué hay dentro. Como ella dijo, contiene un uniforme de Vasija gris, un ligero suéter del mismo color y unos horrorosos zapatos negros; bajo la ropa encuentro un perfume, un rastrillo y ropa interior de encaje rojo. Me sonrojo al ver las diminutas prendas. Supongo que pretenden que tenga tanto sexo como sea posible con el capitán Galeana; finalmente, para eso me están asignando con él, pero yo jamás he tenido sexo en mi vida y la idea de que mi primera vez sea con el hombre menos amigable sobre la tierra me da escalofríos.

—¿Hay algún problema? —pregunta la Nana Margarita cuando ve mi expresión desconcertada. Sacudo mi cabeza y bajo la mirada deseando poder ocultarle mis sentimientos—. ¡Eres una jovencita muy mal agradecida! Eres la persona más afortunada que conozco y, sin embargo, actúas como si fueras muy desdichada.

—¿Afortunada? —susurro incrédula.

¿Cómo piensa que soy afortunada? Me acusaron injustamente de ser una Salamandra, me encarcelaron, me torturaron y humillaron de maneras inimaginables y ahora me entregan a un hombre extraño para que lo sirva y tenga a sus hijos, ¿qué parte le parece afortunada?

—Sí, tú deberías estar muerta, pero en vez de eso te convertirás en una Vasija, el honor más grande al que puede aspirar una mujer en Aequitalia y te vas a convertir en la mujer de Gregorio Galeana, un hombre sin igual en esta nación. ¿Sabes cuántas mujeres morirían por estar en tu lugar?

Sé que lo que dice es cierto y que, dadas mis circunstancias, esto es lo mejor a lo que puedo aspirar, pero eso no significa que me sienta afortunada.

—Tiene razón, Nana Margarita —respondo porque no tiene caso contradecirla.

—¿Sabes cocinar, Alina?

Mi garganta se cierra al escuchar su pregunta, no por la parte de cocinar, pues sé y bastante bien, pero porque me llamó por mi nombre. Las últimas tres semanas he sido 133738, hoy por fin vuelvo a ser Alina.

—Sí —contesto con voz ahogada.

—Bien, es importante que las Vasijas posean ese talento, de cualquier modo tomarás clases de cocina en el Centro de Maternidad —me informa la Nana.

—¿Cuánto tiempo voy a pasar ahí al día? —pregunto temiendo la respuesta.

No recuerdo cuántas horas al día pasaba mi mamá en ese lugar, yo era muy pequeña cuando nos abandonó.

—De 9 am a 3 pm todos los días, excepto el día libre. Después regresarás a tu casa a continuar con las tareas del hogar. Tus obligaciones incluyen cocinar, limpiar, planchar, barrer y mantener una actitud armoniosa y positiva en tu hogar —Nana Margarita me explica.

Suspiro. Genial, suena bastante divertido...

—¿Algo te molesta? ¿Prefieres regresar a tu celda, Salamandra? —me pregunta entrecerrando los ojos—. Entiendes que siempre existe la opción de devolverte al Centro de Detención, ¿cierto? Quiero que sepas que todos a tu alrededor vamos a estar vigilándote muy de cerca, así que te recomiendo quitarte esa actitud, porque a la menor señal de que falles te regresaremos aquí con las Guardianas. Si prefieres puedo llamarlas de una vez para que te regresen a tu celda y dejes de desperdiciar el tiempo de todos.




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