Convénceme de que eres inocente

Capítulo 7: El Centro de Maternidad

(Narra Alina)

Bajamos tres estaciones adelante y sigo a la Nana hacia el Centro de Maternidad, que se encuentra dentro del edificio blanco con puertas de cristal del Ministerio de la Mujer. Siempre me pareció que tenía pinta de hospital. Entramos para encontrar que el interior es igual de estéril que el exterior a excepción de los carteles que el Ministerio de Prensa y Propaganda colocó en las paredes: “El alcohol pone en riesgo a tu bebé” dice uno con la imagen de un pequeño deforme, en otro se lee “No hay fortuna más grande que ser madre” con la fotografía de una mujer con un niño en brazos, “La maternidad es el honor más alto que se puede lograr en el Buen Régimen” sobre la imagen de muchos niños jugando y detrás varias mujeres con uniforme gris mirándolos complacidas. Al fondo del vestíbulo hay una recepcionista detrás de un escritorio de cristal vigilando quién pasa a los elevadores que dan acceso al edificio.

—Bienvenida, Nana Margarita —saluda la recepcionista al vernos pasar y luego me recorre de pies a cabeza con cara de pocos amigos.

—Buenos días, Nana Sonia —responde la Nana.

Supongo que debo acostumbrarme a que todos me vean de mal modo por aquí. Esperamos junto con varias mujeres con el mismo uniforme gris a que llegue el elevador. Una vez que se abren las puertas, entramos de manera ordenada, las Vasijas se sonríen y se dan los buenos días con extrema amabilidad. Puedo oler el mismo perfume que estaba en mi morral en todas ellas. Una de las mujeres tiene el vientre abultado y las demás se aprietan para darle más espacio.

—Ese bebé crece día con día, Astrid, qué alegría debes sentir —dice la Nana Margarita.

La Vasija embarazada sonríe de oreja a oreja.

—Soy muy afortunada, Nana Margarita —responde sin dejar de sonreír.

El resto de las mujeres sonríen con ella.

—Muy muy afortunada —escucho que murmura una.

—Vasijas, hoy será otro maravilloso día en el Centro, seremos la mejor versión de nosotras mismas, ¿cierto?

—Sí, Nana Margarita —responden todas al unísono.

Yo solía burlarme de las Vasijas, siempre positivas y entusiastas, ahora me estremezco de pensar que pertenecer a este Ministerio es el menor de mis males. El elevador se detiene en el quinto piso y las mujeres bajan, voy a seguirlas, pero la Nana Margarita me toma del hombro.

—Espera, Alina, alguien quiere hablar contigo antes de que te incorpores a tu grupo —me indica.

Las puertas vuelven a cerrarse. El elevador nos lleva hasta el penúltimo piso en donde sigo a la Nana hasta una puerta blanca. “Matrona Selena” dice la placa sobre la puerta. La Nana llama y somos invitadas a pasar por una voz femenina al interior.

—Matrona Selena, está aquí Alina Galeana —informa la Nana.

Detrás de un escritorio de cristal se sienta una mujer diminuta de cabello canoso. La mujer alza la mirada y la enfoca en mí. Su cara está surcada de arrugas y su espalda encorvada, aún así sus ojos delatan la dureza de su carácter.

—Gracias, Nana Margarita, por favor espéranos afuera.

La Nana sale de inmediato y nos quedamos solas. La mujer junta ambas manos sobre el escritorio mientras me mira con detenimiento.

—Así que tú eres la famosa Alina... vaya, eres una jovencita muy afortunada, espero que lo sepas —dice con calma.

—Sí, Matrona Selena —susurro sin convencimiento.

—Espero que también sepas que en el Ministerio de la Mujer no toleramos la sedición, cualquier acto en contra del Buen Régimen es prontamente castigado —la Matrona me mira con ojos inquisitivos, como para asegurarse de que entiendo sus palabras—. Quiero que sepas que vamos a tenerte vigilada muy de cerca y al menor indicio de rebeldía le informaremos al capitán, quien me ha asegurado que tomará cartas en el asunto al instante, ¿te queda claro, Alina?

—Sí, Matrona Selena —respondo con la impotencia de no poder defenderme.

—De ninguna manera permitiremos que extiendas la putrefacción de tu rebeldía dentro del Ministerio de la Mujer, metete eso en la cabeza, jovencita.

—Sí, Matrona Selena —repito como autómata.

—Bien, has sido asignada al grupo D, espero solo recibir reportes positivos de tus Nanas. No más mentiras, Alina. Retírate.

Me doy la media vuelta y al llegar a la puerta la Matrona vuelve a hablar.

—Alina —me llama en tono firme y yo doy la media vuelta para encararla—. Larga vida al Buen Régimen.

—Larga vida al Buen Régimen —replico con la sensación de que no tengo derecho a decir tales palabras. Palabras que en mi vida anterior decía a cualquier hora todos los días, ahora me parecen vetadas.  Por la mirada de la Matrona sé que ella piensa igual.

Salgo de la oficina al pasillo, en donde la Nana Margarita me está esperando.

—¿Te ha quedado claro el comportamiento que debes guardar en el Centro? —pregunta con las manos en las caderas—. Bien, vayamos que ya nos esperan.

 

Llegamos al salón D en el quinto piso, dentro hay veinte mujeres de distintas edades sentadas en bancos haciendo un circulo. El salón se parece mucho a los que se utilizan en la educación primaria, en un extremo hay un pizarrón empotrado a la pared blanca, en la siguiente pared hay una ventana rectangular de marco blanco y al fondo hay estantes con distintos objetos. Son esos objetos los que delatan en dónde estamos, entre ellos hay unos fetos de plástico de distintos tamaños que van mostrando como se desarrolla un embarazo, en las paredes hay más carteles del Ministerio de Prensa y Propaganda similares a los del vestíbulo. Una Nana de ojos saltones le habla al grupo de mujeres mientras de vueltas alrededor del circulo con paso lento. La Nana guarda silencio en cuanto entramos.




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