Convénceme de que eres inocente

Capítulo 11: Un poco de ayuda

—Buenos días, chicas. Tomen asiento, qué día tan encantador hace hoy, ¿no lo creen? —nos saluda la Nana Zoraida mientras todas nos acomodamos en el círculo—. Esta mañana me gustaría que cada una reflexione sobre lo que significa para ustedes ser una Vasija. Vamos, no sean tímidas. Alina, ¿Por qué no empiezas tú?

Veinte pares de ojos se centran en mí. Algunas miradas son abiertamente hostiles, otras suspicaces. Las miro de regreso sin saber qué decir.

—¿Te comió la lengua el ratón, Alina? Responde, debes participar en las actividades como el resto de tus compañeras —me dice la Nana Margarita.

—¡Yo sé, yo sé! —exclama Constanza y se pone de pie de un salto.

—No es necesario que te levantes, Constanza, puedes dar tu reflexión sentada en lo que Alina piensa en la suya —le indica la Nana Zoraida.

—Significa que soy buena y valiosa y bella y buena y valiosa y bella y buena y valiosa...

—¿Y loca como una cabra? —murmura Lorena y algunas chicas rompen a reír con malicia.

—Sí, buena y valiosa y... —responde Constanza sin percatarse de por qué ríen sus compañeras.

—Gracias, Constanza, eso es todo —dice la Nana Zoraida, pretendiendo que no escuchó el comentario hiriente de Lorena—. Ahora tú, Alina, ¿qué significa para ti haber salido positiva en tu prueba?

—Una segunda oportunidad —respondo con sinceridad.

Algunas chicas resoplan por la nariz como reprobando mi respuesta, pero las Nanas me sonríen.

—Bien, Alina, una respuesta sincera. Esperemos que aproveches esta segunda oportunidad y dejes de decirle mentiras al capitán  —dice la Nana Margarita.

Debo hacer un verdadero esfuerzo para no reírme, ¡el descaro de esta mujer!

—Nanas, yo quiero ser la siguiente —dice Lorena alzando la mano como si estuviéramos en el colegio.

—Sí, Lorena, dinos —responde la Nana Zoraida.

—Para mí significa el honor más grande de mi vida, la manera más elevada de poder servir al Buen Régimen. Solo pensarlo me llena de orgullo. Vivo cada día de mi vida entregada en cuerpo y alma a cumplir esta misión tan primordial para la Nación y es por eso que no entiendo por qué se me trata con tal injusticia —dice de manera estoica.

Las Vasijas se miran unas a otras sin entender a qué se refiere, las Nanas parecen desencajadas.

—¿Qué injusticia es esta de la que hablas, Lorena? —pregunta la Nana Zoraida, consternada.

Lorena se pone de pie y me apunta con su dedo índice.

—Su presencia entre nosotras es una injusticia, Nana. Ya bastante era con tener que tolerar las excentricidades de Constanza, pero esto es el colmo, ¿tan mala soy que merezco estar en un grupo de esta calaña? Soy una hija ejemplar del régimen y merezco estar con gente a mi altura —alza la cabeza como si eso mostrara superioridad.

Algunas asienten dándole la razón, otras desvían la mirada incómodas. Yo la miro fijamente. Algo dentro de mí arde. He sobrevivido torturas indecibles, mi familia me abandonó, vivo con un hombre que me aterra y estaré loca si voy a dejar que una estirada como ella haga que me desmorone. Lo siento, pero a peores cosas me he enfrentado ya.

—Lorena, lamento que consideres que mi grupo no está a tu altura. He sido Nana de la Esperanza en este ministerio por más de 15 años y he dado lo mejor de mí, al igual que la Nana Margarita. Somos tan buenas en nuestro trabajo que se nos han asignado casos “especiales” y hemos demostrado la capacidad para manejarlos con éxito. Pero si te sientes inconforme, eres libre de presentar tu queja con la Matrona Selena y decirle que no concuerdas con sus decisiones, porque, para tu información, es ella quien decide las asignaciones. Anda, ve a presentar tu queja, nadie te detiene —dice la Nana Zoraida con una sonrisa socarrona.

El grupo queda boquiabierto. Incluso yo estoy sorprendida por la respuesta de la Nana.

—Lo siento Nana Zoraida, no fue mi intención ofenderla, yo solo pensé...

—Pienso que deberíamos informarle al Ministerio del Castigo que estás cuestionando las decisiones del Buen Régimen, Lorena. Seguramente al capitán Lozano le complacerá poco saber que tiene una mujer insumisa  —dice la Nana Margarita en forma de amenaza.

Lorena se pone aún más pálida de lo que usualmente es y toma asiento de inmediato.

—No es necesario. El Buen Régimen es sabio y confió en sus decisiones —dice con voz temblorosa.

Lorena no vuelve a abrir la boca durante el resto de la actividad. Las Vasijas pasan una por una dando sus respuestas y cuando acabamos ya es hora del almuerzo.

 

En el comedor espero pacientemente mi turno para servirme los desabridos alimentos cuando siento un empujón por la espalda que me provoca chocar con la mujer que tengo frente a mí en la fila.

—Cuidado —me dice de mal modo.

Volteo para ver quién me empujó y encuentro a Lorena alejándose acompañada de Astrid. Ambas se giran para verme y Lorena me sonríe de forma socarrona.

—No les prestes atención, son unas estiradas —me dice Elizabeth, quien está parada a unos lugares detrás de mí en la fila—. Al menos las Nanas pusieron a Lorena en su lugar, ¿no? Oh, cómo me hubiera gustado grabar su expresión en ese momento.




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