El crepúsculo del emperador

Capítulo 00024 Lobos y Fieras

Fue la primera vez que supo de ella, la vista desde la puerta de la celda era desalentadora.

La tenue luz apenas alcanzaba a iluminar las figuras encadenadas en el interior. 

Se asomó en silencio, su compañero a su lado se lo miraba confundido por su comportamiento, ella se llamaba Maya, con su expresión de confusión y algo de temor, destacaba entre los demás prisioneros por su apariencia limpia, nadie le dirigía la palabra dentro de aquella celda.

Había algo en su mirada que me llamaba la atención, algo que le decía que ella era diferente, especial tal vez.

Le hizo una señal al guardia a su lado. 

Sabía que tenía que sacarla de allí, tenía que hablar con ella, responder esa creciente duda dentro de sí mismo, pero antes debía obtener la aprobación de mi jefe. Después de varias horas, y luego de haber obtenido el permiso de su jefe.

—Traigan a la chica nueva —dijo, intentando ocultar su curiosidad tras una expresión indiferente, hacia los demás guardias les hizo una señal, se retiró para esperar en la sala junto a los demás. 

Cuando Maya salió de la celda, la guiaron, allí se vieron por primera vez, fue dentro de aquella sala de reunión, su jefe con mirada molesta, y su compañero, el cual era indiferente a la situación, él pudo ver su confusión reflejada en su rostro. 

Sus ojos se encontraron con los míos por un instante, y sentí una extraña conexión.

Era como si pudiera ver a través de ella, un extraño sentimiento se albergó en mi pecho, era algo impropio de mí, como si supiera que nuestro encuentro estaba destinado a suceder. 

Le pedí que me acompañara, la conduje por los pasillos de la nave, evite dar demasiados detalles acerca del lugar donde estaba. Su curiosidad era palpable en cómo sus ojos se iluminaban mirando a su alrededor, pero también podía percibir su miedo. Sabía que ella necesitaba explicaciones, respuestas que aún no podía darle. 

—¿A dónde vamos? —preguntó con cautela, tratando de ocultar su ansiedad.

—Te llevo a una habitación —respondí, tratando de mantener mi tono neutral—,  te quedarás hasta nuevo aviso.

No quería asustarla más de lo necesario. Mientras caminábamos, noté cómo intentaba liberar su brazo de mi agarre. Pero no podía permitir que se escapara, no aún. Salude a algunos de mis compañeros con los que me cruce en el camino. 

—¿Quiénes eran las personas de antes? —preguntó Maya, su voz temblorosa. 

—No es tu asunto —respondí bruscamente, sintiendo una punzada de culpa por mi tono cortante. Pero no podía revelarle demasiado todavía, no sin la aprobación de arriba. 

A pesar de mi rudeza, ella no se inmutó. Era fuerte, eso estaba claro. Mientras la observaba, una idea empezó a formarse en mi mente haciéndome sonreír. 

Al llegar a la habitación, la hice entrar y cerré la puerta con llave. Era hora de tener una conversación seria con ella, de explicarle lo que estaba sucediendo. Pero primero, necesitaba obtener algunas respuestas de mi jefe. 

 

***

 

Maya Ramos. El nombre resonaba en mi mente como un eco. No solo por su aspecto físico, sino por algo más profundo, algo que no puedo explicar todavía. 

Su presencia encendió una rara chispa en mi interior que ha estado dormida durante demasiado tiempo. Mientras espero, repaso mentalmente mi plan mirando la carpeta negra en la mesa, no me enorgullece hurgar en la vida de los demás, nunca me ha agradado, pero hacía parte de mi trabajo, la información allí dentro incluía mis deberes como guardia, y nada me dejaba libre de haber leído todo. 

Necesito respuestas, y estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario para obtenerlas. La segunda opción era poner mi cabeza en una bandeja de plata. Sin embargo, tengo que ser cauteloso. No puedo revelar demasiado sobre quién soy realmente, sobre lo que realmente somos. 

Cuando finalmente traen a Maya ante mí dentro de la sala de espera, trato de mantener la compostura. Su mirada confundida me recuerda por qué estoy aquí, por qué estoy arriesgando tanto por ella.

—Si no fuera por mí estarías junto con las demás personas que viste en esas celdas —fue cuando se dio la vuelta en mi dirección—, muerta en poco tiempo.

Cuando le dije aquellas palabras supe que todo iba a cambiar, me negué a acercarme al ver sus lágrimas, no era el momento adecuado, a pesar de ello el reloj corría en mi contra.

 

***

 

—¿Hicks es como tú? —murmure entre dientes.

Asintió, su iris se mantenía negra; Un hombre lobo.

De niña había escuchado diversas narraciones sobre estos, historias aterradoras acerca de su origen, incluso podía llegar a compararlo con los rumores que recorrían algunos pueblos aledaños sobre criaturas cambia formas que secuestraban, y también brujas con habilidades sobrenaturales, hasta con  historias sacadas de cualquier fangirl loca, nada se parecía a lo que tenía enfrente de mí, aparentemente se veía común. Tenía cierta belleza que lo resaltaba, pero seguía siendo como cualquiera.




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