El Secuestro de Ivette

Capítulo 34

El frenesí se podía sentir en el aire, había mas armas, mas seguridad, todo se había convertido en una especie de campo de guerra. No había cabeza ni pies por donde revisar o empezar a buscar. Todo estaba disperso en la mente de ellos y si aun no permanecieran las notas cremas sobre sus mesas no se lo creyeran.

La Cosa Nostra había desaparecido hacia mucho tiempo, pero eso no era lo mas preocupante. En el tiempo en que reino solo se posiciono en Estados Unidos, básicamente secuestro un estado hasta que se pudo demostrar la realidad de la mafia y su existencia. Aun se escuchaban los susurros de terror en las calles neoyorkinas custodiadas por matones y mafiosos que eran intocables porque aun siendo del bando enemigo se habían hecho con gran parte de los negocios legales. 

Fue un golpe duro su caída, la caída de Joseph Colombo también había sido dura, nadie había siquiera, intentado hacer lo que había hecho él. Todos le temían, todos lo veneraban y muy pocos eran considerados sus iguales. Jugo con ambos lados de una misma cuerda hasta que fue rota.

Después de su muerte su nombre retumbo. Se convirtió en sinónimo de muerte, dolor y gloria. Su apellido recorrió los sietes mares y muchos años después volvía a aparecer en Italia, a reclamar lo que le tocaba por patria.

—¿Y bien? —Habían tres personas en la mesa redonda, la sala estaba casi en la oscuridad absoluta —Alguien me puede decir que pasa aquí. —Dominico estaba sentado en una de las sillas. Seguido por Alessio a la izquierda, a su derecha había una cara que no conocía.

—No tengo la mas mínima idea —Alessio agarro con fuerza el vaso de cristal en su mano. Sentía un pinchazo en la cabeza, como si le fuera a explotar. Era como si todo se encaminará a la mierda de un minuto a otro.

Hubo silencio, solo se podían escuchar las respiraciones apresuradas de los perros guardianes al otro lado de la puerta. Habían reforzado toda la seguridad en cada una de sus casas, familiares y por supuesto, los lugares de trabajo. 

Cada hora, perros entrenados, olían todos los perímetros, un perro buscaba intrusos, el otro explosivos. Nadie entraba o salía sin ser revisado, las cámaras no podían fallar ni siquiera un segundo.

Para Alessio fue duro tener que implementar aquellas medidas, restringirlo todo hasta hacerlo  casi inaseccible, pero por el otro lado se recordaba a si mismo la promesa que le había hecho a Ivette, si ella volvía él no la dejaría ir. La secuestraria, la ataría, la hipnotizaría, haría lo que tuviera que hacer para que de una vez por todas se quedará con él, donde realmente debía de estar.

—Mi jefe esta intentado obtener información desde los Estados Unidos —En ese momento, dos pares de ojos cayeron sobre el hombre de cara desconocida, Alessio y Dominico recordaban haberlo visto una que otra vez cuando hacían tratos con la familia Leigheas, una familia Irlandesa que se había establecido en la Italia de hacía veinte años, pero que con los años había menguado hasta hacia dos años en los que se había restablecido como si nunca  hubiera pasado.

Dominico tuvo gran parte de la caída de aquella familia, hasta ese momento él había esperado para poder encontrase con aquel cabecilla, sin embargo solo había mandado a su mano derecha y no había ningún contraataque.

—¿Y dónde esta tu jefe?, ¿no le parece importante lo que íbamos  a hablar hoy? —Dominico tentó el terreno, no menciono su nombre y por el contrario ataco con ira y cinismo, la mayoría de las personas bajaban la mirada y se disculpaban.

—Esta atendiendo otros asuntos —La mano derecha de la familia Leigheas, se mantuvo con la cabeza en alto y miro a los ojos al señor que tenía en frente, solo bajaba la cabeza ante su jefe.

—Bien —Intervino Alessio sin sentir ganas de que se forme una pelea de mirada en aquella minúscula y sombría habitación. Sentía como si su cuerpo pidiera oxígeno limpió y no uno con hedor a moho, sudor y  tal vez sangre humana, ese no era momento para aquel escenario. —Seguro que todos tenemos mejores cosas que hacer, sin embargo hemos sido, ¿amenazado? —Miro a ambos lados de la mesa mientras lo decía —, si, amenazados en nuestras propias casas y no sabemos quien nos amenaza. No exactamente.

»No sé a ustedes, pero a mi me preocupan muchas cuestiones, no solo la amenaza es un problema, me preocupa mucho más el no saber a lo que me enfrento. Esa es una prioridad, ¿cómo te llamas?

Aidan, Sr. Alessio —Se mantuvo fuerte mientras aquellos hombres parecían interrogarlo con la mirada.

—Bien Aidan, ¿cuándo estará tu jefe de disponible? 

—No lo sé —Su móvil vibro, leyó el mensaje en el y se puso de pie —, me tengo que ir —Se metió una mano en el bolsillo derecho y saco una tarjeta que dejo en la mesa. —Si tienen alguna pista la familia Leigheas estará agradecidos de que la compartan, por su parte nosotros compartiremos lo que obtengamos. —Se separo de la mesa, de los hombres y salió por la puerta sin decir adiós, a la salida tiro el celular a una alcantarilla luego de borrar todos los mensajes. Era una parte del protocolo luego de recibir tareas de categoría cuatro como aquella.

Tenía tareas que hacer.

La primera fue comprar una casa en San Gimignano, la segunda era equiparla con todo lo necesario para sobrevivir meses, incluso años sin salir de allí, y lo tercero era asegurarla. Tenia que poner tanta seguridad que la casa del Papa pareciera un juego de niños delante de ella.

 

 

 

James miro las caras nuevas, vio las armas colgadas de sus hombros y se hecho a un lado, estaba tan pegado de la pared que sentía que podía ser parte de la pintura, tenía miedo hasta de moverse. Estaba reviviendo un montón de momentos malos en los que siempre moría alguien al que le tenia aprecio.

Respiraba por la boca y estaba a punto de hiperventilar cuando Ivette entro por la puerta contraria a los hombros, lo miro y se asusto luego reacciono de prisa, fue a su lado y lo tomo de la mano. James no dijo nada solo lo miro, y si antes creía que era un ángel ahora estaba muy seguro de ello.



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En el texto hay: secuestro, escapes, amor pasion

Editado: 16.04.2024

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