Embajador de tristezas

II

Eran los últimos rayos del Sol, uno que se desvanecía como las probabilidades de Emiliano de encontrar la dirección del alojamiento que buscaba. Hasta que, luego de dialogar con un sinfín de habitantes, llegó a su destino. 
Toca la puerta. Nadie le abre. La vuelve a tocar pero la consecuencia es la misma. El destino parecía que intentaba alejarlo del cruel destino que le depararía esa vivienda, lastimosamente el carácter recalcitrante de Emiliano Apaza jugó en su contra. Tocando tan fuerte que una vecina tuvo que acercarsele para decirle que no había nadie en esa casa por el momento, porque los viernes esa familia siempre va a misa en la noche y no vuelven hasta las 9pm. Emiliano le agradece la información brindada entregándole unas monedas por su ayuda. En la cara de la señora de esbozaba una grisácea sonrisa.

Eran las 8:57pm, así que no faltaba mucho para que regresen, así que hizo un rápido recuento de los objetos que guardaba en su equipaje. Empieza a contarlos. 4 polos, 4 camisas, 4 pantalones, 4 pares de medias, un reloj, el Collar que compró a su esposa. Hace una pausa. Escucha unos pasos y se voltea cruzándose con 3 mujeres, la mayor aparentaba entre cuarenta y cincuenta años, tenía una cara desgarrada por el tiempo y mantenía una postura algo encorvada, tal vez sea por los trabajos que haya tenido que pasar para alimentar a sus hijas. La mediana era una chica caucásica, la cual lucía una belleza juvenil, tal vez por sus 18 años recién cumplidos o por el tiempo que lleva encerrada en casa. La menor de las tres simboliza lo denominado ternura,sus sonrojadas mejillas y sus pechos casi sin crecer eran similares a los atributos que un peluche puede tener, uno apretujable. Entonces, Emiliano exclama:

-¡Muy buenas noches estimadas damicelas! -dijo mientras realizaba una reverencia.

Las tres mujeres de quedaron extrañadas generando un incómodo silencio, hasta que la menor de las tres rompe la soledad del sonido.

-¿Y usted quien eh? -dijo casi gritando.

-¡Ana! ¡Esa no es forma de tratar a un desconocido! ¿Acaso no ves como se viste ese agradable señor? Seguro que observó la nota que publicamos en la avenida *Miserables* -dijo la mayor mientras saludaba al visitante.

-En efecto, señora -dijo Emiliano Apaza mientras presentaba la nota de la avenida "Miserables".

-¿lo ves hijita? -dijo la mayor mientras reprendia a su hija -¿Usted va a ser nuestro nuevo huésped? -dijo la mayor mientras se acercaba a abrir la casa.

-En efecto, estimada doncella -dijo  Emiliano muy acorde a su conducta.

-¿Y qué lo trae por acá? -dijo la hija mayor mientras esperaba a que su madre abriera la puerta.

-Estoy habituado a recorrer varios pueblos, ciudades, países mientras las vacaciones están presentes. En esta oportunidad terminé en este singular pueblo y necesitaba un alojamiento por esta semana para poder establecerme en la presente ubicación. Encontrar en la avenida *Miserables* su nota me "cayó como anillo al dedo" -dijo Emiliano Apaza mientras se jactaba de tan oportuno uso de la última frase.

-Yo me refiero a qué, nuestro prueblo no tiene grandes lugares a los que ir, carece de importancia histórica y los materiales que puedas comprar están bastante caros. Yo no entiendo porque alguien vendría a nuestra localidad sólo por fines de vacaciones. En el pueblo "Sin Fortuna" nunca encontrarás algo que valga la pena.

En ese momento, Emiliano rebuscó entre los objetos que tenía y extrajo el costoso collar que compró para su esposa.

-Pues ya ve usted que se ha equivocado en su última afirmación, en este pueblo he encontrado una gran reliquia para mi esposa -dijo mientras le tendía en sus manos a la hija mayor el collar para que lo observara detenidamente.

-En eso concuerdo, es un collar muy bonito, pero seguro que habrá costado una millonada -dijo mientras se lo devolvía.

-Disculpe señorita, pero, ¿cómo se llama? O sea ¿cuál es su nom... -decía Emiliano hasta que la madre consiguió abrir la puerta, invitándolos a pasar. 
-Me llamo Isabel Domínguez, tengo 18 años, un gusto -dijo mientras se dirigía a su cuarto dejando a Emiliano sólo junto a Ana Domínguez y a su madre.

-¿eso es un uniforme? -dijo Ana mientras acompañaba a su madre.

-Sí, es uno.

-¿Por qué lo lleva? Usted dijo que estaba de vacaciones así que no debe de estar trabajando. -dijo Ana esbozando una tierna sonrisa.

-Bueno, es que me gusta usarlo, ya me he acostumbrado desde que empecé a trabajar hace siete años como embajador. -dijo mientras se sacudía un poco de polvo de su uniforme.

-Aquí tiene las llaves -dijo la madre mientras le tendía un llavero rosado conformado por dos llaves. -Una llave es para la casa y la otra para su cuarto, en mi posesión tengo una copia de cada una, pero sólo usted tiene permitido el acceso a su cuarto. En ese lugar de ahí puede colocar su ropa sucia -dijo señalando con su dedo índice una tina color verde oscuro -Si tiene alguna pregunta, no dude en preguntarnos -dijo la madre mientras se dirigía a su cuarto. -Hasta mañana señor... ¿Cómo se llama?.

-Me llamo Emiliano Apaza -dijo apresurado por ingresar a su cuarto.

-Buenas noches Emiliano Apaza, yo me llamo Rogelia Morón, que tenga un buen sueño. Hasta mañana. -dijo mientras ingresaba a su cuarto acompañada de su Ana Domínguez.

Emiliano Apaza se dirige a su cuarto. Abre la puerta. Ingresa. Es una cama de alrededor de una plaza y media y había un armario donde podía introducir sus pertenencias. Emiliano acomoda en un rincón sus pertenencias. Se quita el uniforme. Se coloca la pijama. Es totalmente blanca. Ingresa a la cama. Al parecer, está fría, como si nadie se hubiera acostado ahí en bastante tiempo. 




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