Falsamente tuya

Capítulo 34. Parte 01: GOD IS A WOMAN (KARMA)

Aurora.

La primera sesión del juicio no fue buena para nosotras, le habían dado la razón a Chapman.

La segunda sesión fue un gane para nosotras ya que Dalila logró conseguir las grabaciones del edificio de Chapman, mismas grabaciones en donde se me mostraba a mí saliendo de la oficina en mal estado, destruida y devastada, llorando y sin rumbo, algo que claramente una mujer que iba a insinuarse no haría. La segunda sesión fue un gane para nosotras pero aún no hay veredicto final.

—El historial de Chapman está limpio —habla Jane desde su lugar, estamos en la mansión, en la oficina de Aren, quien se encuentra en el trabajo.

—Lo sé —Dalila habla desde otra de las mesas de la oficina—. Pero es lógico que esté limpio, su mujer es policía y tiene un puesto importante, si alguien iba con la intención de perjudicar a Chapman ella debe de haberse encargado de que las cosas no salieran.

Solo presto atención mientras acaricio a Copito en mi regazo quien ronronea suavemente.

—¿Qué podemos hacer? —pregunto yo, temiendo por la respuesta.

Jane suelta un suspiro lento, se deja caer sobre el respaldo de su asiento y masajea su sien.

—Seguramente hay más chicas —agrego—. Tiene que haberlas, los hombres como él siempre tienen más de una víctima.

Es triste pero es la verdad, los hombres como Chapman nunca se detienen y nunca cambian.

—No dudamos en que haya más chicas —agrega Jane, con tono cansado—, pero, es imposible dar con ellas si no tenemos ningún antecedente o registro.

—La esposa de Chapman debe de haberse encargado de limpiar el nombre de su hombre —comienza Dalila—, y toda posible evidencia que tenemos ya no debe existir.

Trago saliva.

Miro a través de una de las ventanas de la oficina, ha comenzado a anochecer.

—Vayan a descansar, podemos continuar con esto después —le hablo a ambas mujeres quienes se miran la una a la otra, lucen tan cansadas y agotadas, no solo ellas, sé que debo lucir igual.

El juicio sin duda alguna ha estado robando nuestro tiempo, energía y tranquilidad. Me siento física y mentalmente cansada que lo único que quiero es dormir para después despertar y desear que todo este martirio termine.

Ambas comienzan a acomodar el centenar de papeles que tienen frente a ellas, solo las miro en silencio mientras sigo acariciando a Copito. Minutos después ambas toman sus portafolios y se acercan a despedirse.

—Continuaremos con esto por la mañana —asegura Jane, apretando tenuemente mi hombro—. Está siendo difícil pero no será imposible.

Asiento con la cabeza y con una tenue sonrisa.

Me despido de Dalila también y las acompaño a la puerta de la mansión en donde las veo subir a una camioneta que las llevará a donde sea que están quedándose.

Una vez que la camioneta desaparece de mi campo de visión me adentro a la mansión cerrando la puerta de nuevo y caminando con Copito en mis brazos.

Llego hasta la oficina de Aren de nuevo, tomo asiento en la silla de mi marido y únicamente me mantengo aquí, con la mirada en dirección al enorme ventanal que me deja admirar como la noche está cayendo. Las estrellas iluminan el cielo y los destellos de la luna se impregnan a mi alrededor, aumentando tenuemente la oficina que se mantenía a oscuras después de apagar la luz.

El enorme pesar que se impregna en mi pecho no me deja estar en paz, la tranquilidad se ha esfumado desde que el juicio comenzó, siento que están jugando conmigo, que están burlándose y que la vida está encargándose de hacerme saber que pase lo que pase jamás dejaré de ser una marioneta a la que podrán pisotear, manipular y desechar.

Y eso… eso duele.

Mi vista se mantiene en la ventana, mis manos se encargan de seguir dándole cariño a Copito sobre mis piernas, el silencio se convierte en una pequeña ola de paz y a pesar de que intento relajarme y dejar de pensar, no lo consigo. No consigo que mi cabeza detenga los pensamientos pesimistas, no consigo que mi corazón lata con tranquilidad y no consigo que las cosas a mi alrededor desaparezcan.

Entonces, finalmente lo hago. Me pongo de pie, Copito de inmediato salta al piso para seguirme cuando camino hacia la pequeña mesa aquí, tomo mi celular sobre esta y regreso al escritorio de Aren, no me preocupo por arreglar mi apariencia, no me interesa si luzco bien o no, lo único que hago es tomar mi celular, colocarlo frente a mí y comenzar a grabarme a mí misma.

Cruzo mis manos sobre la mesa, los nervios me provocan náuseas y agradezco estar sentada porque muy seguramente si estuviera de pie entonces ya habría caído sobre mis rodillas.

Miro el pequeño botón que indica que está llevándose a cabo una grabación. Enciendo la lámpara en el escritorio y la luz de inmediato ilumina mi rostro, ocasionando que sean mucho más notorias las ojeras debajo de mis ojos, mis ojos tristes, mi cabello tenuemente alborotado y mi piel cansada.

Carraspeo, pasando mis manos sobre mi cabello para acomodarlo y mi boca se abre en el instante en que me recuerdo a mí misma que han sido años de sufrimiento, miedo y temor.

No quiero más.

He perdido años de mi vida, me he perdido de cosas maravillosas por temor, por el miedo, por vivir en silencio. No quiero perder más, no quiero seguir yo en las sombras cuando la persona que tanto me perjudicó está viviendo su vida tranquilamente y sin pesar alguno.

¿Por qué soy yo quien tiene que ocultarse?

¿Por qué soy yo quien tiene que temer?

¿Por qué soy yo quien tiene que guardar silencio?

¿Por qué soy yo quien tiene que dejar de vivir?

—Hola —mi voz sale en un pequeño susurro, temeroso pero audible—. Soy Aurora Bellerose.

Una tenue sonrisa intenta pintarse en mis labios al recordar a las personas que me siguen, a las personas que pese a todo decidieron unirse a mi comunidad, mismas personas que verán esto.




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