Falsamente tuya

Capítulo 42: OSCURIDAD

Aren.

20 de septiembre.

Londres, Inglaterra.

Puedo jurar que siento como mi corazón está convirtiéndose en una pequeña pila de cenizas. La desesperación me invade de lleno y siento que la incertidumbre no me deja dormir mientras doy vueltas en la cama intentando conciliar el sueño.

Algo en mi interior se enciende, se altera de un lado a otro y un fuego propio del infierno me arrasa de arriba a abajo. Siento que mi corazón altera sus latidos, me cuesta respirar y mantener la calma. Logrando que me recomponga en la cama, tomo asiento en la orilla del colchón. Apoyo mis codos en mis rodillas y tomo mi cabeza con ambas manos, cerrando los ojos con fuerza e intentando controlar mi respiración alterada y pesada.

Puedo sentir como mi tórax se contrae a cada segundo que corre y mi corazón solo continúa dando latidos acelerados y que parecen van a matarme. La desesperación, la incertidumbre, los nervios, todo se junta y no sé porqué.

Hago respiraciones lentas, intento tomar el control de mi propio cuerpo y de mi propio corazón. Intento encontrar paz en medio de una tormenta que ni siquiera sé porqué se creó.

Mis pensamientos evocan su nombre. Mi cabeza trae su imagen y cuando su retrato viene como una imagen viva me veo obligado a ponerme de pie con rudeza, tomo el teléfono en la pequeña mesa de noche a mi lado y pego este a mi oreja mientras camino hasta el ventanal enorme de mi habitación. Londres está a oscuras, es de madrugada y poco me importa lucir como un auténtico maniático mientras camino de un lado a otro con el celular en el oído.

Los tonos de llamada se escuchan y cuando la voz del otro lado llega no dejo que diga algo, las palabras salen por sí solas de mi boca.

—¿Ella está bien? —la pregunta abandona mi boca, sé que me prometí que me mantendría al margen de ella pero, la incertidumbre que me quema la piel solo grita su nombre.

Es tonto pero siento que me necesita.

Es demasiado estúpido de mi parte pero siento que algo no está bien.

El hombre del otro lado no responde, puedo escuchar su respiración dándome a entender que sigue en línea.

—Zaak —advierto entre dientes al no obtener respuesta—. ¡Zaak!

—Aren —susurra él, parece que camina—. ¿Qué tal todo, hermano?

—Te hice una pregunta —soy directo—. ¿Cómo está Aurora?

Zaak vuelve a callarse y la presión en mi pecho aumenta como un río.

Maldigo. Termino la llamada y arrojo el celular a la cama, no me importa cuando este rebota y cae al piso. Me apresuro al closet y me pongo lo primero que encuentro. Estoy colocándome mi gabardina y un par de guantes cuando Lorenzo me espera afuera del edificio donde se encuentra mi pent-house.

Abre la puerta del auto sin decir nada, sé que Zaak tuvo que encargarse de todo porque después de esta mierda no puede esperar que me quede aquí sin hacer un carajo.

—El avión está listo, Aren —avisa Lorenzo. No digo más, solo comienza a conducir mientras tamborileo mis dedos desesperado.

Lorenzo conduce mientras el tráfico apenas existe.

—Aurora está desaparecida —Lorenzo habla, logrando que salga de mis pensamientos y lo mire, nuestras miradas coinciden a través del retrovisor y siento que mi corazón detiene sus latidos, débil y roto.

—¿Qué? —pregunto en un pequeño susurro que rompe y rasga mi voz.

La imagen de la rubia golpea mi cabeza sin cesar.

—Aurora y sus padres tuvieron una discusión —habla mientras sigue conduciendo—. Hablé con Zaak hace unos minutos, después de la discusión Aurora abandonó la casa de sus padres, lo último que se sabe de ella es que tomó un taxi pero no hay rastro alguno de ella, Aren.

Mis puños se cierran, siento que la ira, la tristeza, la preocupación. Todo se mezcla y acumula.

—¿Cuándo fue eso? —pregunto. Lorenzo vuelve a mirarme a través del espejo retrovisor—. Lorenzo —mi tono duro no pasa desapercibido.

—Según Zaak, fue hace unos días.

—¡¿Días?! —pregunto cabreado y sin poder evitar alzar la voz—. ¡¿Me estás diciendo que esto lleva días y apenas me lo están haciendo saber?!

Sé que Lorenzo no tiene la culpa de esto, sé que al igual que yo, él acaba de enterarse pero eso no quita que el enojo se apodere de mí con rapidez.

Maldigo a todos los que se atrevieron a quedarse callados aún sabiendo que ella no está bien y que a mí me importa. Todo lo que tenga que ver con ella va a importarme siempre.

No puedo hacer los nervios a un lado conforme Lorenzo conduce y es así como un par de minutos después el auto está entrando a una de mis tantas pistas de aterrizaje privadas.

Ni siquiera espero a que abran mi puerta, me apresuro a bajar del auto y camino de inmediato hasta la escalinata de mi jet privado, mismo que ya se encuentra completamente equipado para despegar. Las azafatas y pilotos están preparados, paso por su lado y me apresuro a subir al jet escuchando como Lorenzo dice algunas cosas y en menos de nada están subiendo también.

Tomo mi lugar. Debo cerrar los ojos con fuerza mientras presiono mi sien y su imagen aparece aún con más intensidad que antes. Mostrándome a la mujer que amo con lágrimas cayendo y rodando por sus mejillas.

Mi corazón no deja de latir con rapidez, mis nervios no pueden aplacarse, el saber que está desaparecida y que al parecer nadie tiene rastro de ella es como una maldita daga en mi corazón, una daga que quema y detiene todo a mi alrededor. No voy a perdonarme jamás si algo le ha ocurrido y no estuve ahí para ella.

El dolor me destruye y la preocupación se mezcla con el miedo.

Hay tantas cosas que están colándose en mi sistema y que únicamente Aurora es capaz de provocar en mí, pese a la distancia, pese a la nula comunicación, pese a todo es como si su corazón estuviese unido al mío.

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