Golpe de Suerte

Capítulo 7 — Estoy de vuelta.

 

Vincent

—¡Lo hiciste fantástico, Remy! ¡Felicidades! —expresó Olivia con entusiasmo, apenas terminó el juego y nos acercamos a él.

Con cariño, ella revolvió los rizos de Remy, y él, en un atrevido gesto de valentía, tomó la mano de Olivia como si la conociera desde siempre.

—Gracias por venir con nosotros —dijo.

—Fue un placer, muchas gracias a ti por invitarme —respondió Olivia con una sonrisa.

Me impresionó profundamente, pero también me llenó de alivio ver cómo Remy comenzaba a abrirse y confiar en otras personas además de mí.

El equipo de Remy ganó, así que mi pequeño hijo estaba tan feliz que no podía dejar de sonreír y hablar sobre cómo llegarían a la final con otras escuelas del condado.

—Estoy hay que celebrarlo, ¿qué tal si vamos por un helado con chispas de chocolate y M&M’s? —sugerí.

—¡Síííí! —bramó Remy, apresurándose de regreso hacia el banquillo para tomar su maleta.

Olivia echó un vistazo a su alrededor y soltó un largo suspiro de alegría.

—Me alegra haber salido de casa hoy. Respirar aire fresco y convivir con personas que no estén demandando mi atención cada segundo a veces es un alivio.

—Estoy seguro de que, si trabajara en una sala de emergencias, terminaría colapsado de estrés sobre una camilla.

Olivia soltó una carcajada sincera ante mi comentario.

—Bueno, tienes razón. Tener tanta responsabilidad en tus manos puede ser un poco abrumador a veces, pero cuando un paciente sale de emergencia y regresa a casa con su familia, no hay una sensación más gratificante.

Asentí, pues, podía imaginar cuanto significaba para ella salvar una vida que dependía cien por ciento de ella.

Mientras nos dirigíamos a la salida del pequeño estadio, una sensación de inquietud se apoderó de mí. Era como si alguien me estuviera observando, aunque no veía a nadie cerca. Cada paso que daba, sentía como si los ojos de alguien estuvieran clavados en mi espalda. Traté de sacudirme esa sensación, pero persistía, como un peso en el aire que me rodeaba.

Tomé la mano de Remy con fuerza, él había agarrado la de Olivia como hace un par de minutos atrás. Ahora, entre los dos, manteníamos ambas manos de Remy sujetas.

Varios padres de familiar caminaban a nuestro alrededor con sus hijos de la mano, el estacionamiento comenzó a llenarse de vida mientras los niños hablaban y reían alegremente.

Pero, entonces, noté a un hombre que desencajaba mucho con el ambiente del lugar.

Él llevaba unas gafas que me impedían ver su rostro con claridad, además, estaba rapado y usaba una gorra. Por alguna extraña razón me resultaba muy familiar.

Lo que hizo despertar una alarma en mi interior, fue que, cuando notó que lo había visto, se alejó junto a una pequeña multitud.

—¿Sucede algo? —preguntó Olivia de repente, sacándome de mis pensamientos.

Negué.

—No, nada, vamos por ese helado —le sonreí apenas un poco—. El mejor lanzador del equipo merece su recompensa.

Remy dio un par de brincos junto a ambos, y eso me hizo olvidar por un momento mis preocupaciones.

Probablemente, estaba un poco paranoico porque había pasado mucho tiempo desde la última vez que el sujeto que me ayudó a mudarme a esta ciudad me llamó. Solía mantenerse en contacto para asegurarse de que todo estuviera bien, además de pedirme ayuda con algunas cuestiones administrativas para sus diversos negocios.

Por suerte, el resto de nuestra tarde fue pacífica, y esa sensación de persecución que sentí horas atrás desapareció mientras veía cómo Olivia y Remy platicaban sobre béisbol.

La llevé hasta su casa. Remy estaba muy cansado, así que se quedó dormido en el asiento trasero del auto, y, mientras Olivia y yo caminábamos hasta su casa, ella mencionó cuanto se había divertido el día de hoy.

—Muchas gracias por invitarme.

—Debería ser yo quien te agradeciera por acompañarnos, Remy se divirtió mucho —dije sinceramente.

Olivia esbozó una sonrisa cálida, y, cuando llegamos hasta su puerta, ella se inclinó frente a mí y depositó un beso sobre mi mejilla.

—Nos vemos pronto, ya tienes mi número de teléfono, así que esperaré esa invitación a tomar un café.

Asentí con entusiasmo.

—Te llamaré para ponernos de acuerdo —respondí, asegurándome de mantener el contacto visual para transmitir mi sinceridad.

—Genial… en ese caso, adiós, cuídate —añadió, suavizando su tono con una ligera sonrisa que hacía resaltar su rubor, lo cual me pareció adorable.

Me aseguré que entrara a casa y cerrara la puerta, antes de regresar al auto. Cuando subí, me aseguré de revisar si Remy continuaba dormido, y, efectivamente, el mocoso estaba durmiendo como un tronco.

Era hora de regresar a casa.

 




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