Secreto de amor

2

—¿Tan mal te fue? —le preguntó Heather a Tess por teléfono esa misma noche, mientras ella cerraba la puerta de la habitación de sus hijos después de comprobar que estaban bien.

—¿De qué hablas? —preguntó.

—Pues, ¡de tu cita con Adam Ellington! —protestó Heather —Has vuelto muy temprano, ¿no? Por eso deduzco que fue mal—. Tess entró a su habitación para desvestirse.

—Oh… Fue un desastre total, Heather —contestó Tess poniendo el altavoz para poder ponerse su pijama—. Yo… Te digo que ni siquiera recuerdo de qué hablamos, sólo sé que me enfadé y nos vinimos antes de pedir la cena.

—¿Cómo puedes no recordar algo que acaba de suceder? —Tess se encogió de hombros—. Oh, diablos, otra vez usaste a August como excusa para no involucrarte, ¿no es así?

—Yo nunca hago eso.

—Sí lo haces. Todos terminan con la impresión de que eres tan tonta como para seguir enamorada de un hombre que te abandonó en tan malas condiciones, pero es tu táctica para alejarlos; no me digas que…

—Yo nunca hago eso —repitió Tess, ceñuda—. Pero eso no importa.

—¡Sí importa! Ah… mamá se va a disgustar. Tenía esperanzas de juntarte con Adam, porque si hiciste eso, jamás te va a volver a buscar—. Tess se echó a reír.

—Esa era la idea. Él no me gusta.

—¿Estás siendo sincera?

—Bueno… Admito que es guapo, y… tiene cierto encanto, pero… No sé… Hay algo en él que me parece… sospechoso.

—¿Sospechoso?

—Sí. Oí decir que es un mujeriego consumado; y si me busca sólo para… ya sabes… Yo no quiero eso.

—Tess…

—Ya sé lo que me vas a decir… —la interrumpió, encaminándose a la cocina con el teléfono en la mano y buscando algo que comer—. Que tengo que mirar hacia adelante, volverme a enamorar y todo eso. Y lo sé… lo entiendo, aunque parezca que no. Pero de entre todos los hombres en el mundo… el último en el que me fijaría, sería este tipo… ¿cómo es su apellido?

—Ellington —le contestó Heather suspirando—. Adam Ellington. Qué mala memoria tienes. Pero algo que pareces comprender al fin es lo referente a tu vida… Al fin has dejado de esperar a August—. Tess guardó silencio. 

Era verdad, ni ella lo podía negar. Su esposo se había ido sin importarle si ella estaba bien, si tenía para comer, si sobrevivía al parto, y los dos pequeños eran atendidos mientras tanto. Habían sido los peores días de su vida; mirar una y otra vez la puerta con la esperanza de que el hombre que había prometido amarla y cuidarla hasta el día de su muerte volviera a ella.

Ya no podía seguir amando a alguien así, y aunque como mujer se sentía sola, extrañando no sólo al que había sido su único amante, sino su amigo, su compañero y cómplice, era más que claro que no podría volver con él, jamás podría perdonarle.

Armó un sándwich y salió de la cocina hacia la sala, con el teléfono sujeto con el hombro.

—Si algún día regresa… No lo sé, Heather… —suspiró, sentándose en el sofá—. Necesito, aunque sea, saber el por qué… Me dejó con tantas preguntas e incertidumbres, y por tanto tiempo no hice sino preguntarme: ¿qué hice mal?, ¿en qué fallé? Pero a estas alturas, entiendo que el que falló fue él… Y si acaso tiene derecho a volver a sus hijos, pero a mí… me rompió el corazón, Heather. Me hizo daño y no sé cuándo pueda volver a estar sana.

—Pero mientras tanto, el tiempo corre y la vida se nos va. ¿Qué era lo que me decías a mí? Que disfrutara la vida, el momento, que me despelucara y no sé qué más—. Tess se echó a reír.

—No es lo mismo. Tú eras una mujer soltera, sin hijos, sin más que la juventud por delante para volver a empezar. Yo tengo a tres niños que dependen completamente de mí y de mis decisiones, y en este momento ni siquiera sé si quiero volver a involucrar a un hombre en mi vida, mucho menos en la de mis hijos.

—Pero… ¿acaso quieres ser como yo, Tess? —Tess torció el gesto y se recostó en el espaldar del sofá con el sándwich en la mano.

No, eso no le pasaría a ella. Todavía era joven, tenía apenas veintinueve años.

En algún momento…

¿En algún momento, qué?, se preguntó. ¿Sería capaz de volver a enamorarse? ¿Conocería a alguien más?

¿Le daría ella la oportunidad a ese alguien?

—Sam… —murmuró, y Heather guardó silencio, sabiendo que algo estaba pasando en la mente de su amiga—. No, no quiero eso… pero… es inevitable, ¿verdad? Soy incapaz de olvidar—. Escuchó a Heather respirar profundo.

—Ruego por ti, amiga —contestó—. Mereces ser feliz. Más que nadie—. Tess sonrió, y se despidió de su amiga y cortó la llamada.

Miró la sala, que estaba completamente silenciosa a esa hora de la noche. Los niños estaban dormidos ya, y ella sola aquí, pensando en que la vida se le estaba yendo y no era capaz de volver a empezar. 

A pesar de tener a Heather como ejemplo de lo que podía pasar si no dominabas sus emociones, ella no era capaz de mirar hacia adelante. Una cosa era aconsejar a una anciana de ochenta años que volvía a estar en el cuerpo de una chica de veintitrés a que se aventara a vivir la vida, que cometiera locuras, porque sabía que era demasiado sensata como para llegar al extremo… Y otra cosa muy distinta era su propia vida. Ella no estaba sola, tenía a tres vidas que dependían completamente de sus decisiones. Si le rompían de nuevo el corazón, otros tres pequeños corazones saldrían lastimados también, y se arrancaría ese miembro del pecho antes que permitir que alguien les hiciera daño.




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