¿tenías que ser tú?

Se vienen curvas

Joder. Joder. Joder.

No podía estar pasándome esto a mi y menos hoy. Ansiosa miraba simultáneamente el reloj del salpicadero y el semáforo que ya había cambiado 2 veces sin que se moviera ni un centímetro la cola.

-¡Venga!-

Grité más por frustración que por efectividad, pero el tiempo corría en mi contra. No podía llegar tarde, cualquier otro día o momento, no me importaría pero hoy no. Llegaba tarde y era un lujo que no me podía permitir. Necesitaba llegar a la entrevista a tiempo, era mi única oportunidad. Si conseguía aquél trabajo, las cosas para Sebas y para mi serían muy diferentes.

Es cierto que se me había hecho tarde porque Sebas se había levantado un poco quisquilloso y calmarlo había costado más de lo que tenía previsto.

Quizás si esa costumbre de los pisa-huevos de ponerse siempre en mi camino, hoy se hubiera evaporado, tendría el tiempo de sobra para llegar.

Por fin veo movimiento y cuando puedo pasar giro a la derecha y en medio segundo oigo un golpe. Sobresaltada y asustada bajo corriendo del coche, lo bueno de tener un coche de quinta mano es que si alguien se toma la molestia de robarlo es que lo necesita más que yo.

Y como bien había vaticinado junto a mi coche había un hombre en el suelo con su bici. Corriendo me acerco a él, que esta haciendo el amago de levantarse por si mismo.

-¿Pero qué hace? ¡Debe esperar a la ambulancia!- haciendo caso omiso a mi sugerencia, el ciclista se levanta como si no fuera con el -de verdad que creo que no debería levantarse ni moverse- no había terminado la frase, veo perpleja como se pone a rotar todos los huesos, como si de un calentamiento se tratara -no tengo muy claro que deba hacer- con una mano hago un círculo abarcando todos sus movimientos. Yo estaba temblando como un flan y con los ojos llorosos del susto que aún llevaba encima y este hombre actuaba como quien mira el cielo para pronosticar lluvia.

-Estoy bien, gracias. Y por supuesto, no es necesaria una ambulancia- me sonríe al tiempo que abre sus manos para demostrar sus palabras y mi cerebro cortocircuita porque solo soy capaz de quedarme mirándolo alelada perdida.-¿te encuentras bien? Te veo un poco pálida, ¿necesitas sentarte?-

Ahora solo alucino, ¿me esta preguntando a mi?

-Solo estoy preocupada por usted, sigo pensando que debería ir al hospital. ¿Y si tiene una hemorragia interna? Eso nunca se sabe hasta que horas más tarde se desmaya-

-No te preocupes pero si quieres quedarte más tranquila, voy a proponerte algo. Si quieres dame tu número, hoy voy a ver a mi amigo doctor y cuando me verifique que estoy bien, te llamo- 

Corro sin pensar al coche y comienzo a rebuscar, en la guantera, en el bolso, ni un miserable papel. El único que tenía a mano era mi curriculum y ese sin duda me hacía falta. Encuentro un rotulador de un juego de Sebas, pero nada para escribir. Estoy desesperada rebuscando por todo el coche, entre los asientos e intentado mirar bajo los asientos cuando oigo un carraspeo a mi lado. Giro asustada el rostro y me doy cuenta que el ciclista, que ahora no lleva el casco, esta apoyado en la puerta abierta, mirándome con una mueca en el rostro de diversión. Vale, la posición en la que me encuentro con el culo en pompa y el cuerpo encajonado entre los asientos no favorece mucho a mi seriedad y cordura pero necesito que este hombre se lleve mi teléfono. ¡Podía haberlo matado!

—Yo... Yo... so..so- muy bien Olivia, nota mental, al final me denuncia por loca, respiro hondo antes de estampar una sonrisa de disculpa en mi rostro. ¡Madre mía! La imagen que tiene que estar llevándose de mi, loca asesina. Intento desenredarme del lío en el que me he metido yo sola cuando noto unas manos calientes y enormes, ayudarme de forma muy tierna a desencajarme - solo intentaba buscar un papel para poder darle mi número, pero no he encontrado nada- para mi sorpresa en vez de molestarse, me regala una sonrisa que me deja temblando las piernas ¡OH- MADRE -MÍA!

Me reprendo a mi misma cuando percibo que me he quedado babeando admirándolo, por favor, ¿cuándo voy a dejar de ponerme en ridiculo?

—¿Tienes algo para escribir?— ahogo un gemido, ya lo que le faltaba a mi alterado cuerpo una voz de susurro de sabanas ¿pero tiene algo malo este hombre? ¡que casi te lo cargas! me dice una vocecita, así de facil se me queda el cuerpo frío de nuevo. Le enseño el rotulador que he encontrado. —Suficiente— Perpleja veo como se levanta la manga del maillot que lleva puesto y me expone su brazo —Apunta ¿tienes espacio suficiente?— ese guiño es mi perdición porque tontamente le respondo que es suficiente. 

Finalizo y veo como revisa lo escrito de forma crítica como si fuese una obra de arte. Un movimiento en su periféria le hace retraerse de nuevo, algo ha visto que no le gusta, al mirar al rededor, veo que estamos atrayendo mucha atención no deseada de mirones que comienzan a cuchichear y ha sacar fotos. Veo que se cubre la cabeza y se pone de nuevo las gafas y me regala una última sonrisa antes de coger la bicicleta de nuevo y salir volando. En un parpadeo me encuentro de nuevo, sola con el vehiculo mal aparcado y con un ataque de claxóns amenazantes.

Al revisar el salpicadero veo horrorizada que mi entrevista esta a minutos de comenzar. En un último intento desesperado hago camino. Necesito al menos intentarlo, no quiero tirar la toalla.

—¡¡¡Oliiii!!! ¿A que no sabes que me ha pasado hoy?— Sebas baja corriendo del autobus mientras grita con una alegría propia de la inocencia infantil. Nada queda de la rabieta de la mañana, ni de las pesadillas que aún le acechan por la noche. Lo cojo al vuelo mientras damos vueltas y oirlo reir es lo que más necesitaba hoy. Su cuerpecito a mi alrededor, su aroma y su tiebeza es la única medicina que necesito para encontrar la calma y paz que necesito para generar las fuerzas  con las que seguir luchando. Él es mi todo. 

La entrevista creia que había ido bien pero no estaba muy segura, el gerente me había realizado la entrevista él mismo, un hombre más joven de lo que suponía para una compañía tan importante. Había sido educado, amable y atento pero he salido con un sabor a dulce despedida. Por ese mismo hecho, no me sentía tan triste.




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