Un anhelo del corazón

CAPÍTULO 65

LUCAS, AYÚDAME

«Como un faro en la oscuridad, mi amor por mi familia iluminará el camino, protegiéndolos de cualquier amenaza bajo mi incansable vigilancia».

—Solo lo hago porque tengo que ir a ver cómo sigue Xandro —refunfuña Lucas entre dientes, mientras termina de abrocharse los botones de la camisa.

Noelia asiente, con una sonrisa comprensiva. La lluvia sigue cayendo sin tregua. Si la decisión dependiera únicamente de ellos dos, permanecerían acurrucados en la calidez de la alcoba por el resto de la noche. Sin embargo, más allá de sus deseos egoístas, los compromisos ineludibles los llaman. Esos que no dan tregua y que, tarde o temprano, deben encarar.

—Confío en que Xandro esté bien —manifiesta Noelia—. En todo el día, ninguno de tus padres ha venido a darnos noticias, lo que de alguna manera es un buen indicio.

Lucas consulta su reloj de pulso.

—Vamos —dice con tono decidido, extiende su mano hacia ella. La toma entre las suyas y la entrelaza con cariño—. Iremos a la clínica y luego, si la lluvia ha disminuido, te llevaré a cenar.

—Suena genial —aprueba ella con entusiasmo.

—Pero antes de salir de la mansión, necesito hablar con mis padres y con Giavanna.

Lucas busca su móvil, el cual está apagado desde que entraron en la habitación. Lo enciende y de inmediato entran una avalancha de mensajes de textos, correos electrónicos, chats y llamadas perdidas.

—Bajemos mientras terminan de cargar todas las notificaciones.

Noelia asiente.

En el primer piso encuentran a Philipo en el estudio, absorto en sus habituales documentales históricos.

—Tu madre y yo estuvimos esta tarde en la clínica —le informa Philipo a Lucas—. Xandro sigue estable, aunque aún no ha despertado.

—¿Cuál es el parte médico? —pregunta Lucas con evidente preocupación.

—Pues… —Philipo suspira, con desánimo—, la frase preferida de los doctores: Solo queda esperar a que el paciente evolucione satisfactoriamente.

—Está bien —responde Lucas con seriedad—. Noelia y yo vamos para allá ahora mismo. Pediré los informes médicos correspondientes.

—Tienes que contarme todo lo que sucedió, Lucas —ordena su padre con firmeza.

—Sí, papá, lo haré —accede con respeto—. Pero será cuando regrese, si aún estás despierto.

—Te esperaré.

—Está bien —asiente con un ligero movimiento de cabeza—. Necesito hablar con Giavanna, ¿dónde está? La busqué en su habitación y no la encontré ahí.

Philipo frunce el ceño, pensativo.

—La verdad, es que… —duda, con evidente inquietud en su voz—. No he visto a tu hermana desde ayer. Dijo que haría una presentación y que luego tomaría unas copas con unos amigos.

—¿No ha regresado a la mansión?

—La verdad no sabría decirte —admite Philipo, un poco intranquilo—. Pensándolo bien, es extraño, Giavanna siempre desayuna con nosotros.

—¿Dónde está mamá? Ella debe saber. Me dijo que me daría los datos.

—Está en su alcoba —informa Philipo.

Lucas llama a una de las empleadas y le ordena que le avisen a Delilah que él la está esperando en el estudio.

—¿Por qué estás tan preocupado? —pregunta su padre, tratando de mantener la calma.

—Están sucediendo cosas muy delicadas, papá y necesito saber si mi hermana está fuera de peligro. Tengo que asegurarme que ella está bien.

—¿Tan grave es? —pregunta consternado—. ¿Por qué rayos no me lo habías informado antes?

—Lo haré más tarde, papá, ahora no estoy para recriminaciones —mira su reloj con impaciencia—. ¿Por qué demonios tarda tanto mi madre?

—Ya debe estar bajando, no te alteres.

Lucas mira a su padre, en desacuerdo con él, pero prefiere guardar silencio y no discutir. Saca su teléfono móvil del bolsillo de la chaqueta y revisa las notificaciones que ya deberían haber cargado.

Desliza el dedo por la pantalla sin prestar atención a ningún mensaje en particular, casi todos relacionados con el trabajo. De pronto, su dedo se detiene en seco. Entre los mensajes de voz hay uno de Giavanna.

—Tengo una llamada perdida de Giavanna —le dice a Noelia con el ceño fruncido y luego mira a Philipo—. También me dejó un mensaje de voz. Voy a escucharlo.

Lucas marca el número del buzón de voz, sigue las indicaciones y espera a que se reproduzca el mensaje.

—¡Lucas! —él escucha la voz temblorosa y angustiada de su hermana—. ¡Mamá me entregó! —su respiración se escucha agitada. Está nerviosa, aterrada—. Ayúdame, te lo suplico… —solloza en silencio—. Tengo que colgar, él ya viene por mí.



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 10.06.2024

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