Un favor para Lady Elois

Capitulo 2

Lady Elois Whispert acababa de descubrir 3 cosas esta noche:

La primera: Que fue una muy mala idea salir a pasear sin carabina por las calles de Londres.

La Segunda: Un buen golpe con un leño de madera si dejaba noqueado a alguien.

La tercera: Cuando un hombre se desmaya, pesa demasiado.

Armándose de valor, ajustó su capa y se asomó por la ventana del carruaje cuando este paro frente al gran edificio rojizo al que solo había entrado una vez. Bethanl Green era uno de los barrios más peligrosos de Londres, donde a menudo se escuchaban toda clase de rumores sórdidos y que una dama que apreciara su reputación no se atrevería a pisar. Sin embargo, su mejor amiga y ahora actual duquesa de Saint Clear, decía que visitar Bethnal Green era muy emocionante, que su mala reputación se debía a los hombres débiles que habían tenido una mala experiencia. Durante más de dos meses, lady Dalia se escapaba por las noches y se encontraba con el hombre que ahora es su actual esposo, Lord Arian Richmond en aquellas calles empedradas. Su historia de amor y posterior casamiento era digno de recordar: Escandaloso, pasional y romántico.  Una historia de la que ella estaba secretamente celosa.  

—Señorita—Elois se sobresaltó al oír la voz del cochero— ¿Quiere que la ayude a bajar al caballero?

Elois giro su cabeza y observó con preocupación al señor Rupert que estaba inconsciente sobre los mullidos cojines del carruaje.  Ya se conocían pero estaba segura que él seguramente no la recordaba, Elois tenía ese efecto en las personas, ella no era un recuerdo duradero en la vida de los demás, suprimió el nudo en su garganta y le dijo al cochero que esperara. Consiguió abrir la puerta y bajar del carruaje, cuando estaba a punto de ingresar al club de boxeo se detuvo. No podía entrar, su reputación se iría al traste si alguien la reconocía y ahora que el club era bastante reconocido por el rumor de que el actual duque de Saint era socio, los nobles se la pasaba ahí, se quedó un segundo congelada esperando que una idea se la cruzara por la mente y justo cuando iba a regresar a decirle al cochero que sacara a Rupert, un tipo alto, pelirrojo y sin lugar a dudas irlandés salió del edifico a fumar un puro. Un recuerdo destelló en la mente de Elois, un irlandés llamado Red a menudo era mencionado por Dalia en las historias que ella le compartía acerca de  Bethnal Green, sin nada que perder y viendo que era el único pelirrojo por aquí, Elois tomó  un gran respiro y se acercó hasta él, al principio el irlandés no la noto,  pero luego de que ella se sonara la garganta varias veces él bajo la cabeza y arqueo una roja ceja.

— ¿Desea algo?

El cuerpo de Elois tembló por alguna razón. El irlandés bajó la cabeza y Elois retrocedió dos pasos.

—Yo…Yo…

—El burdel de Madame Renata queda en la otra calle.

La boca de Elois se abrió y se cerró con la misma rapidez, un sonrojo se apoderó de sus mejillas al escuchar la palabra burdel y peor aun cuando se dio cuenta que el gigante la había confundido con una mujerzuela.

—Ten…go…a su jefe…—Pausa—in…inconsciente en la parte de atrás de mi carruaje.

Se dio cuenta que había elegido mal las palabras cuando el pelirrojo retrocedió y la miró con los ojos verdes enfurecidos y una pose combativa.

—Quiero decir, que…lo sal-salve—Cerró los ojos enojada cuando su torpe tartamudez la invadió, repitió mentalmente la frase en su cabeza antes de decirla en voz alta—Lo salve pero está herido—añadió con una exhalación.

El irlandés se movió tan rápido que Elois se impresionó de que con su altura pudiera hacerlo con tanto sigilo, cuando llegaron a su carruaje el cochero estaba intentando sacar a Rupert y el gigante al verlo inconsciente y pálido se apresuró a rescatarlo. Lo llevo en brazos y Elois se apresuró a pagarle al cochero, cuando volteó casi pierde al gigante de vista  cuando este desapareció por una entrada secreta por un callejón del edificio. Haciendo caso omiso a todo lo que la  buena educación que le habían enseñado, Elois compuso los hombros y siguió al irlandés por la entrada secreta, una parte de ella a la que le gustaba llamar mojigata y cobarde, gritaba que debía dar vuelta e irse de inmediato a casa, sin embargo, la otra parte, la que vivía muy escondida en el recóndito de su mente, decía que siguiera adelante, que esto era probablemente la cosa más emocionante que le haya pasado en la vida. La entrada desbocaba a un despachó bien cuidado donde estaba un gran escritorio negro y unos hermosos cuadros en las paredes pero no pudo reparar mucho tiempo en ellos ya que el irlandés recorrió con grandes zancadas hacia otra habitación y dejó el cuerpo inerte de Rupert en la cama. Sin perder tiempo el irlandés llamó a varios hombres y en un minuto Elois se vio rodeada de un ejército de personas que palidecieron al ver al señor Rupert inconsciente en la cama.

—Traed al médico. Daos prisa.

Varios se dispersaron y el gigante se dio la vuelta y tomó a Elois por el brazo.

— ¿Cómo sucedió? —Le preguntó con el ceño fruncido cuando ambos estuvieron fuera de la habitación.  Elois pensaba que el gigante la despacharía o le gritaría por seguirlo pero se tranquilizó a ver que solo le preguntaba cómo se había lastimado su jefe.

—Lo estaba atacando un hombre ca-casi tan alto co-como usted—Respondió con la mejillas infladas—Tenia una daga e i-iba a matarlo, yo lo golpee con un… leño.




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