Un favor para Lady Elois

Capitulo 4

Lady Elois había ensayado infinidades de veces las posibles conversaciones que tendría con el señor Rupert en su cabeza. Todos los posibles escenarios que se podrían dar, las variables de la conversación, el tono, todo. Durante una semana se preparó para este momento, había aprendido a pronunciar las palabras sin titubear después de repetirlas infinidades de veces en su cabeza, había practicado hasta el cansancio con una enaltecida profesora de lenguaje para deshacerse de su tartamudeo e incluso había hecho ejercicios para evitar tropezarse con su propia lengua y luego, se había armado de valor para venir a Bethnal Green a mitad de la noche solo para  verlo. En otras circunstancias, Elois estuviera aterrada de estar enfrente de aquel hombre que la miraba como si quisiera enterrarla viva, pero con la última carta que le había mandado su padre no podía darse el lujo de esperar sentada, tenía que hacer algo. Sus ojos pardos la observaban estoicos, Elois no puedo evitar admirar la forma de su cabeza, tenía el cabello tan corto que era inevitable no querer pasar los dedos por ella, ningún caballero respetable tendría el cabello de aquella forma…se detuvo; él no era un caballero, era un hombre que no se media a las reglas de la nobleza con las que ella había crecido, él era peligroso, su mirada se lo decía pero si Dalia confiaba en él no debería ser tan malo. Una ligera brisa se coló por sus hombros recordándole a Elois que se había quitado la capa y que ahora mostraba una cantidad indecente de piel, evitó por todos los medios sonrojarse,  el plan era parecer una mujer distinta a la que él conocía, una mujer con la que se podía negociar, en pocas palabras una mujer con la que no se podía burlar ni acobardar.

Irguió los hombros, la máscara estaba puesta.

Los ojos de él la recorrieron deteniéndose en su escandaloso escote pero luego cuando Elois habló, de inmediato sus ojos regresaron a su cara. Vio en el preciso momento en que su semblante cambió, en que su postura se volvió amenazante.

— ¿Qué acaba de decir?

Era el momento de sacar el as bajo la manga, pensó ella, según Dalia, Rupert no le gustaba estar en deuda con nadie y ella aprovecharía eso.

—Dije que usted está en deuda conmigo. —Repitió esforzándose por mantener su voz neutral. Lo vio entrecerrar los ojos y acercarse peligrosamente a ella, Elois se negó a dar un paso atrás, cuadro sus hombros y alzo la cabeza en un intento por armarse de valor. Pero cuando él eliminó la distancia que los separa como una pantera merodeando a su presa, las rodillas de Elois temblaron, el aire se quedó atascado en sus pulmones y el olor a sándalo la inundó.

No te desmayes.

No te desmayes.

— ¿Cómo estoy en deuda con usted lady Elois? —Preguntó con un tono de voz oscuro.

Estaba demasiado cerca y era muy alto, no es que Elois no fuera consciente de su altura, su mejor amiga le sacaba una cabeza, pero de repente se sintió como la cosa más pequeña a su lado. Recordó que no debía dejarse amedrentar, llenó sus pulmones de aire y le brindó una tranquila sonrisa que, por lo visto lo desconcertó.

—Salvé su vida. —Respondió con confianza.

Tres simples líneas que lo cambiaban todo, tres simples líneas que representaban la libertad para Elois, tres líneas a las cuales se aferraba con todo su ser. El ceño de Rupert se frunció y sus ojos relampaguearon, se acercó aún más hasta casi rozar su pecho con el de ella y bajó su cara a lo solo centímetros de su rostro.

—Explíquese— demandó muy cerca de su oreja. Su aliento era cálido y le erizaba la piel, Elois cerró los ojos y evitó por todos los medio temblar. Debía mantenerse imperturbable, serena, demostrar miedo solo haría que él no la tomara en serio y necesitaba con urgencia que él la tomara en serio.

—Hace cosa de un mes…—Elois Respiro y giró su cabeza para mirarlo directamente a los ojos— Cerca de Mayfair, en una noche sin luna usted fue atacado…Yo lo salve.

— ¿Usted? —La incredibilidad estaba plasmada en cada esquina de su rostro. De inmediato bajó la mirada por todo su cuerpo y arqueó una ceja preguntándose sin duda como una cosita menuda como ella pudo salvarlo. — ¿Ángel…?

La espalda de Elois se irguió recta…  ¿se estará acordando de…? No, imposible, él estaba demasiado confundido para recordarlo. Cerró los ojos recordando el beso, irónicamente  aquel beso fue lo único que hizo que huyera cobardemente esa noche, no la sangre de sus guantes, no el hecho de que estuviera en mitad de la noche en un club de boxeo en un barrio marginado de Londres. No, nada de eso, solo aquel beso.

Solo ese beso.

Su primer beso.

Se sintió tan confundida y avergonzada que hizo lo que siempre hacía cuando los problemas la abrumaban, huir. Corrió tan rápido que ni siquiera Red pudo detenerla, afortunadamente el carruaje que ella había contratada seguía esperándola. Esa noche, en la seguridad de su cama, Elois soñó, tímida y sonrojada con los dedos en sus labios, soñó que quizás podría ser diferente y si habría oportunidad para ella, tal vez se estaba volviendo atractiva o bonita a tal punto que un hombre no se resistía a besarla. Sin embargo, a la noche siguiente, en instancias de un nuevo baile viéndose ignorada y despreciada en un rincón, la burbuja de esperanza de Elois se rompió. Nada había cambiado, aquel beso no la convirtió mágicamente en alguien especial ni mucho menos bonita, ella seguía siendo la tartamuda Elois, el florero de la temporada.




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