Un Perfecto Desconocido

Capítulo 2: YO TE SALVARÉ

Capítulo 2

YO TE SALVARÉ

 

“Si tú saltas, yo salto...”

-Titanic-

 

— ¡Lucy, ven a ver esto! —grité a todo pulmón cuando vi a través del cristal la muchedumbre que se estaba formando afuera. La gente corría en dirección al tren y otros se movían con cara de susto.

Lucy se asomó y de inmediato salió a averiguar que estaba pasando.

—Quédate cuidando la tienda. Voy a ver qué sucede. No tardo…—me instruyó.

Era evidente que algo había pasado minutos después que Aitor salió de la tienda. Por desgracia, no se podía distinguir nada desde donde estaba. Estiré mi cuello pero el tumulto no me permitía ver que estaba ocurriendo.

— ¿Alguien sabe que está sucediendo allá afuera? —pregunté a los clientes que todavía permanecían en la tienda.

—Parece que se formó un pelea y alguien cayó a los rieles de tren —contestó  un señor de sombrero y espejuelos que acababa de entrar.

Me asusté.

Los rieles del tren quedan a metros de la superficie y seguramente será difícil poder salir.

—Creo que hubo una riña por el robo de un boleto manual de esos que ustedes venden aquí —señaló otro cliente.

Lamenté la situación y tomé el teléfono para llamar al equipo de emergencia que tenemos para este tipo de accidentes. Deslizaba mi dedo por el móvil para marcar cuando Lucy regresó. Traía el rostro pálido y descompuesto. Abrió la puerta de golpe y me gritó.

— ¡Es él! Se ha caído en las vías del tren y esta inconsciente. ¡Hay que sacarlo! ¡El tren no tarda en llegar!

Casi me desmayo de la impresión. No sé cómo junté fuerzas para mantenerme de pie. La adrenalina corrió por mi cuerpo y no pensé en nada más que en ayudarlo. ¡Tenía que salvarlo!

Sin pensarlo demasiado solté todo lo que tenía en las manos y corrí hacía afuera. Sentí que toda la sangre abandonó mi cuerpo y ya no era un ser pensante sino una máquina incapaz de razonar.

Me abrí paso a empujones entre la muchedumbre hasta llegar al andén. Observé con espanto el cuerpo inconsciente de Aitor tendido en el suelo, entre los rieles. Una línea de espectadores observaban espantados desde el borde de la plataforma con el temor y la curiosidad plasmada en sus rostros. Estaban todos horrorizados pero nadie hacía un intento por sacarlo de allí. Escuché por altavoz que ya habían llamado al servicio de emergencias. Pero esperar a que llegaran era un asunto de vida o muerte.

Me lancé sin pensarlo. Caí de pie metros abajo mientras escuchaba las expresiones de asombro de la gente. Corrí a donde estaba y lo di unas rápidas palmadas en sus mejillas en un esfuerzo por despertarlo.

—Mr. Desconocido…Aitor…por favor, reacciona…—imploraba.

Acerqué mi oído a su corazón para asegurarme de que aún latía. Confirmé que respiraba y que… ¡olía tan bien!

— ¡Oh, Dios! ¡Qué bien hueles! —le susurré olvidando por un instante el peligro en que nos encontrábamos.

La gente comenzó a alarmarse. Me gritaban que saliera de allí, que el tren se acercaba.

—Hey, joven…salga de ahí. ¡Es peligroso! —escuché a alguien gritar.

Pero yo no lo iba a abandonar. De ninguna manera. Moriríamos juntos si era necesario.

—Señorita, por favor. ¡Salga de ahí! Venga, le ayudamos… ¡Ya se escucha el tren llegando! ¡Apúrese! —imploraban.

Les dirigí una mirada agradecida. Sabía el peligro en el que estaba pero no tenía corazón para dejarlo allí tirado.

Cuando escuché el tren acercarse, supe que el tiempo se acababa. No logré hacerlo reaccionar y ya era demasiado tarde para intentar salir. Nuestro destino estaba sellado.

Me abracé a él con todas mis fuerzas y logré que rodáramos hasta quedar apretados contra el borde lateral del foso. Aquel espacio era apenas justo para un cuerpo pero por un instante cupimos los dos. Sentí los hierros calientes pasarnos a ras de piel, nos hubiera triturado por un centímetro más. Cerré los ojos con fuerza y contuve la respiración. Abrazada a él la muerte no me parecía tan terrible. No sé cuánto tiempo duró aquello pero se sintió como una eternidad.

Solté el aire que aguanté en mis pulmones cuando sentí que el tren ya había pasado  Hubo un segundo de completo silencio. Cuando abrí los ojos tenía todas las miradas sobre mí. En cuanto vieron que estaba viva, soltaron un suspiro colectivo, algunos incluso aplaudieron por la emoción.

Todavía Aitor estaba inconsciente.

—Ya pasó todo cariño, puedes despertar —le dije, otra vez intentando en vano hacerlo reaccionar.

Le solté un poco la corbata y abrí el primer botón de su camisa. Nunca pensé que algún día llegara a desbotonarle la ropa pero allí estaba haciéndolo, con decenas de ojos encima de mí. No fue lo romántico que me hubiera gustado.

La sirena del equipo de emergencias comenzó a escucharse a lo lejos. Me alegró saber que nos sacarían de allí. En especial porque me preocupaba que él aún no despertara.

Los vi llegar y asomarse a nuestra dirección.

—Señorita, no se preocupe. Estamos aquí para ayudarlos…anunció uno de los paramédicos. Sentí un enorme alivio al escucharlo.

En un abrir y cerrar de ojos, colocaron una escalera y bajaron con su equipo de emergencia. Me eché a un lado y pedí que lo revisaran primero a él. Lo colocaron en una camilla y lo subieron hasta la plataforma.

—Usted también debe acompañarnos, señorita —me informó.

—Oh, no. Yo estoy bien. Atiéndalo a él…—respondí.

—Lo haremos. Pero por protocolo preventivo debemos también asegurarnos de que usted se encuentra bien.

—Es que…no hace falta porque…—intenté protestar.

No me dejó terminar la oración.

—No se preocupe. No le tomaremos mucho tiempo. Se lo prometo —insistió.




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