Un Perfecto Desconocido

Capítulo 10: OLVIDAR

Capítulo 10

OLVIDAR

 

“Amor es nunca tener que decir “lo siento.”

-Love Story-

 

Edward me envolvió en un abrazo y yo le correspondí igual. Fue un momento sublime que no hubiera querido que terminara jamás. Sus labios son tibios, su lengua es caliente. Fue esplendoroso, dulce, mágico.

Nos mantuvimos abrazados aun cuando separamos nuestras bocas. Reposé mi cabeza sobre su pecho mientras él acariciaba suavemente mi cabello en un gesto de ternura incomparable.

—Perdóname, Nazireh…sé que no es correcto. Que eres la novia de mi mejor amigo pero es que no lo pude evitar, me dejé llevar…no sé…fue más fuerte que yo.

Despierta mi interés que no diga que está arrepentido ni que fue un error. Sino que dice que se sintió dominado por una fuerza mayor a él. Yo lo siento igual. Solo que yo conozco mejor la realidad de las circunstancias. Él cree que ha sido desleal a su amigo pero yo sé que no hay deslealtad porque no existe vínculo entre Aitor y yo. Quizás esa sea la razón por la que este beso me ha significado tanto, porque yo sé que son vanos los lamentos. No quisiera soltarme nunca de los brazos de Edward.

—No tienes que disculparte. No hay sido tu culpa. En todo caso, ambos nos dejamos llevar…—respondí todavía entre sus brazos, todavía mi cabeza sobre su pecho.

Entonces toma mi rostro entre sus manos y me mira con aquellos ojos de los que todavía no logro descifrar su color pero que brillan como nunca, con un resplandor especial. Sé que suena cursi y trillado pero es todo lo que puedo decir. Así los veo.

—Es horrible sentirse en esta encrucijada. He sido su amigo toda la vida, desde que éramos apenas unos niños. Jamás he mirado una novia suya como algo más que una amiga pero contigo…contigo…. Perdóname, de verdad, perdóname tú y que me perdone Aitor.

Ahora me separa de su lado y camina unos pasos dándome la espalda. Me angustia pensar lo que pasa por su mente. Quisiera librarlo de esa culpa pero no me salen las palabras. Quizás es cobardía, quizás es que cada vez que intento arreglar las cosas termino enredándome más o tal vez simplemente no tengo claros mis pensamientos. Sea como sea, quiero cortar por lo sano, quiero alejarme de esta madeja de malos entendidos que cada día se complica más.

Le digo entonces lo más juicioso que me pasa por la cabeza.

—Te propongo algo…vamos a olvidarlo. No hablaremos de esto y hagamos como que nunca pasó… ¿Te parece? —esa salida sencilla fue lo único que se me ocurrió.

Edward no respondió nada. Ni siquiera asintió con la cabeza ni hizo un gesto como estar de acuerdo. Tenía el semblante triste. Por mi parte, decidí interpretar su silencio como que le parecía bien. Era lo mejor, lo más conveniente, el escape menos doloroso.

—De ahora en adelante, para evitar estas situaciones, te pido que seas tú quien se encargue de Betto, así yo no tendré que venir. Ahora me iré y cuando salga por esa puerta, todo quedará olvidado —sugerí, decidida a cumplir mi palabra.

Edward quiso interrumpirme pero no lo permití.

—Ya no tenemos nada más que hablar. Ahora tengo que irme al trabajo. Tomaré un taxi…adiós Edward.

Salí del apartamento con el corazón agitado y con un nudo en la garganta. Tuve que hacer un esfuerzo enorme por mantener la compostura. Mientras esperaba que el taxi llegara, me quedé meditando sobre lo que acababa de pasar. No lo entendía bien. Fue algo glorioso que terminó haciéndonos sentir culpables. ¿Por qué?

Llegué a Sweet Temptations y ya estaba abierto. Era temprano y todavía no había clientes. Lucy se encontraba ordenando las mesas y abriendo ventanas. Herodes murmuró algo al verme llegar. No lo entendí pero seguro algún comentario malhumorado. Se perdió a hacer sus labores y no lo vi más.

—Por la cara que traes no han de ser buenas noticias… ¿O es que el mundo se acaba hoy y no me entero? —comentó.

—Ojalá…—respondo.

— ¿Cómo vas a decir eso? El mundo no se puede acabar hasta que te hayas comido el papacito de Aitor…

La miré resignada. Lucy es un caso perdido.

—Ven acá…cuéntame que ha pasado —hala una silla para que me siente y luego ella también lo hace. Quedamos de frente sentadas a la mesa. Aprovechamos que aún no ha entrado nadie al negocio.

Me mantengo en silencio. No sé ni por donde comenzar a contarle. 

—Entonces, ¿Me vas a contar o tengo que adivinarlo con una bola de cristal? —la expresión de su cara es de impaciencia.

Al fin, suelto todo de golpe.

— Son demasiadas cosas. Aitor despertó y cree que soy su novia aunque no me recuerda para nada. La familia se ha encargado de sustentar esa mentira sin saberlo y seguro por puro agradecimiento. Llegó la rubia de la billetera y algo raro está pasando con Edward y conmigo. Antes de llegar aquí, estuvimos juntos en el apartamento de Aitor y…nos besamos.

Lucy queda boquiabierta. Abre grandes sus ojos con una mezcla de fascinación y espanto a la vez.

— ¡Me parece genial! Olvídate de todo lo demás, enfócate en que antes no tenías a nadie y ahora tienes a dos papacitos. Mi consejo de amiga es que los pruebes a los dos y te quedes con el mejor que funcione…ya sabes a lo que me refiero…—sonríe con malicia.

— ¡Que consejos tan malos los que me das! —riposto alarmada.

—Soy LucyFer… ¿Qué otro tipo de consejos estabas esperando? —responde sin inmutarse.

—Es en serio, Lucy. Esto ya se está pasando de color. Antes era divertido ver a Aitor y soñar que algún día me hablaría y me invitaría salir. Fantasear con que me besaba y todas esas cosas. Pero desde el día que le salvé la vida, todo ha sido un caos. Y ya no quiero, no es divertido.




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