Una Oportunidad Para Amar (lady Esperpento) Ar1

XXI

Ángeles

Un atisbo de esperanza surgió en el pecho de Ángeles, que le calentó el cuerpo cuando percibió el peso que ejercía, no solo la mirada de los presentes si no la de su prometido sobre sí.

La única que le interesaba.

Cuando entró al recinto, al principio, en ningún momento había mirado a los que la rodeaban esperando su aparición, ya que los nervios la invadían, pese a que su padre la sostenía en todo momento desde que la enganchó a su brazo para cederla al hombre que la procuraría hasta el final de sus días.

Sonando como un eco en su cabeza, pareciendo un sueño, más cuando decidió alzar la mirada topándose de lleno con aquellos ojos azulados, que aparentaban ser más fríos que un invierno en Londres, aunque en ese momento desprendían algo sobrecogedor que la hizo tiritar en su lugar.

Pareciéndole que la miraba de la misma forma que lo hacia su padre cuando hablaba de su madre, cosa que logró que la esperanza muerta reviviera.

Que su pecho brincoteara efusivo, lo que ocasionó que una pequeña sonrisa se dibujase en su rostro, ruborizada, al igual que se dejase embargar sin reprenderse, por aquel sentimiento que deseaba mitigar sin éxito.

Porque si bien era cierto, que, fue un matrimonio impuesto primando el interés, podía con la convivencia, el esfuerzo, y el paso del tiempo, formarse lo que tanto había soñado en toda su vida.

Últimamente siendo su prometido, en pocos instantes esposo, el dueño de sus últimas ilusiones.

Poniéndole rostro a sus ensoñaciones.

Sonrió abiertamente, pese a la timidez que la envolvía, hasta que se percató de que un silencio ensordecedor se sumó en el ambiente.

Al parecer siendo la única en no comprenderlo, porque hasta su padre parecía tenso.

Dándole importancia en el momento en que este frenó la marcha, a tan solo unos pocos metros antes de llegar a su destino.

Consiguiendo que se apartase de la ilusión en la que la envolvieron esos ojos que se estaban convirtiendo en su perdición, para observar la expresión del rubio que tenía como único enfoque al observar frente a si, topándose con que aquel ya no la notaba, pues estaba mirando por encima de su cabeza con el escrutinio perdido, al igual que la mandíbula tensionada.

Similar les ocurrió a las personas que estaban en sus costados, enterándose cuando decidió mirar de reojo valorándolos presos de una imagen diferente.

La atención ya no estaba puesta en ella.

Regresó la mirada a su prometido, percibiendo en aquella oportunidad que no eran suposiciones suyas.

Que había alguien más provocando esa reacción colectiva.

Específicamente tras ella, porque concebía un peso en su espalda insistente.

Así que, cautamente deshaciéndose del brazo de su padre giró para estar de frente a la entidad que tenía a todos en un silencio ensordecedor, topándose con la figura de una mujer despampanante.

Una beldad en todo el sentido de la palabra enfundada un vestido escandaloso, con escote inapropiado, demostrando la perdición de cualquier hombre.

Hasta el más correcto caería rendido a sus pies.

El más libertino suspirando por tan solo una de sus miradas.

Obteniendo lo mejor de los dos mundos.

No la conocía de nada, pero al parecer los presentes comprendían quien era y la razón de su aparición, porque las murmuraciones regresaron y los jadeos silenciosos fueron el plato fuerte de la ceremonia aun no iniciada.

Sumiendo el ambiente en una pesadez abrumadora.

Aunque lo que más la alertó fue que, cuando retiró la mirada de la dama desconocida para posarla en algún lado, se topó con un grupo de matronas que la admiraban con algo de lastima.

Cosa que terminó de encender sus miedos.

No sabía que era lo que estaba aconteciendo.

Parecía sumida en un letargo despierta, como si su mirada se hubiese cegado, y sus oídos, perdido la adición.

Todo pareciendo tan surreal, y eso que nadie había pronunciado palabra alguna.

Cuando se iba a aventurarse a preguntar que estaba ocurriendo, así pareciera una descerebrada del montón un grito salió de su garganta, al verse tomada del brazo para ser volteada, chocando su rostro con una pared humana.

Silenciando su réplica cuando alzo la cara para enfrentarlo, quedando sin palabras.

—Solo yo debo ser su único punto de enfoque— susurró levantando la mano, acariciándole el mentón.

Intentó hablar, pero este posó uno de los dedos en sus labios negando mientras intentaba controlar su temperamento.

» Solo yo— en ese momento se quedó sin aliento por el brillo que despidió sus ojos.

Pero un movimiento en su espalda la regresó de nuevo a la realidad.

Apreciándola como la cubría con su cuerpo.

Protegiéndola de algo que aún no comprendía.

Estando en medio de los dos hombres más grandes de Escocia.

Su tía también saliendo disparada, quedando al lado de su marido, al igual que sus primos.

Tenía que volver al momento anterior.

¿Porque estaba siendo protegida?

¿De qué?

¿Qué era lo que sucedía?

¿Porque nadie le explicaba nada?

En medio de su confusión, recordó lo que hablo con Ali la noche anterior.

De su posible luz perdida.

De los inconvenientes que tendría por la tozudez de ambos.

Y... de todo lo dicho captó algo que no notó hasta el momento, lo cual le hizo abrir desmesuradamente los ojos, consiguiendo de esa manera que el rubio siseara una florida maldición en gaélico, cuando no pudo refrenar su movimiento de volver a enfrentar a la mujer despampanante, que apareció de improvisto.

No se dejó agarrar forcejeando con esté para que no la tocase.

Necesitaba asegurarse de que sus pensamientos fuesen ciertos.

—¡Ali! — llamó casi en un susurro al único que podría despejar sus dudas.




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