A Primera Vista

23. Berenjenal

El vapor de la ducha envuelve el lujoso baño en suite como una danza efímera mientras el vidrio de la mampara remarca piel, puro músculo y vapor envolviéndolo todo. La elegancia del lugar se refleja en cada detalle, desde las paredes de mármol hasta los accesorios dorados que adornan el espacio lo cual sienta perfecto con lo que tengo delante y la magnificencia escala varios escalones. La esencia de la exclusividad se mezcla con la humedad en el aire, creando un ambiente que parece sacado de un sueño, pero la realidad es que esto no es un sueño y debo emitir un recordatorio a mí misma de que estoy en la realidad material ahora y no en un sector onírico.

De pronto, mis ojos se encuentran con la visión inesperada de Sebastián bajo la ducha, completamente entregado al placer del agua que cae con una indulgencia lujosa. El juego de luces y sombras resalta los contornos de su figura, creando una imagen que choca con cualquier preconcepto que pueda tener ya que su cuerpo musculoso y su virilidad es aún más fascinante de lo que jamás creí que podría ser, este hombre podría ser el ganador de algún importante premio de una película para adultos donde se premian las berenjenas más gordas y potentes.

—¡Sebastián!—digo, con un poco de decepción y vergüenza porque mi versión más lasciva realmente esperaba encontrar a Luc aquí. A los dos, de hecho. ¡Qué está pasando conmigo! Solo fue una idea absurda y ya. Aún así lo que tengo delante ya es digno del premio a la lujuria.

—Valentina. ¿Qué haces aquí? ¿Necesitas el baño?—me pregunta y ni se molesta por cubrirse las partes. Realmente no le alcanzarían ambas manos para cubrir…eso.

—Yo… Lo siento, se me hace agua la boca.

—¿Qué?

—¡Digo! ¡Que vi todo lleno de agua y me fui de boca sin pensar que había alguien aquí!

—Supongo que el agua de la ducha es una señal.

—S…sí, tienes razón. ¿Luc? ¿Le has visto?

—Desperté hace un rato para mi meditación diaria matutina y percibí que salía, pero claro que no iba a detenerlo.

—¡Oh, disculpa, Sebastián! Te dejo tranquilo, entonces. Pensé que podría tener un momento de paz y... bueno, esto es inesperado —comento, entre risas nerviosas, mientras observo la escena sin poder evitar sonreír, cuando mi gesto deja más bien en evidencia.

—Tranquila, si quieres puedes ducharte conmigo.

—¡¿Q-qué?!

—Adelante. Pasa.

Me deja un lugar.

—No te sientas presionada, es solo si lo deseas. ¿O no?

—¡Claro que sí! Digo, sí, algo así, es que…

—Rayos, llevaba tanto tiempo sin estar frente a un hombre completamente…digo… Nunca había visto a uno como tú.

—Valentina. Hazlo.

No me quedan más opciones ya que mi versión más instintiva decide tomar las riendas de mi sensatez y empuja a lejos cualquier resquicio de racionalidad que pueda haber dentro de mí al dejar atrás mis prendas y meterme con uno de los hombres más sensuales que he conocido en mi bendita vida bajo el agua caliente que destaca una cortina de vapor, de piel y jabón envolviéndonos con furia y su boca encuentra la mía al mismo tiempo que nuestros cuerpos componen una fascinante sinfonía de pasión.

Abuelita, sé que te espíritu me acompaña y apoya dondequiera que voy pero ¡cúbrete los ojos estés donde estés porque estoy a punto de portarme mal!

 

 

Después de la inusual pero divertida ducha compartida, Sebastián y yo decidimos continuar nuestra extravagante odisea en Punta del Este adhiriendo al plan de ir a su casa primero y luego desayunar.

Mientras vamos en su auto, la risa se mezcla con la brisa marina que se cuela por las ventanas abiertas. Hemos cruzado un límite que ahora pone las cosas de una manera diferente, algo en el vínculo que tenemos en común acaba de cambiar y solo espero que esto no me afecte en lo laboral para mal. Le he escrito a Luc para saber si está bien, pero no me ha contestado.

El sol brilla sobre la costa, creando un escenario perfecto para nuestra comedia romántica en movimiento mientras sopeso opciones por las cuales Luc decidió marcharse del hotel.

Me pregunto qué hubiese sucedido si nunca se hubiese marchado, aunque definitivamente la película sería diferente en ese caso, aún me siento un tanto apenada al imaginar las opciones. ¿Por qué rayos se cruzó por mi cabeza la idea de haberles podido encontrar a los dos ahí? ¡Ay, qué bobada, yo y mis ocurrencias!

Llegamos a la casa de Sebastián, donde la arquitectura elegante se integra con el paisaje costero. Al acercarnos, me encuentro con una escena inesperada de una mujer en la puerta con un niño, aparentemente aguardando por él.

—¡Vaya, esto es nuevo! ¿Amigos o familia? —pregunto, tratando de ocultar la sorpresa detrás de una sonrisa.

Pero su gesto es de preocupación:

—Es mi ex mujer y mi hijo. Pascal.

 




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