Al terminar el otoño

Capítulo |21|

Miranda Livingstone 

Sé que pasó más de una hora para que cerrará los ojos más que rendida a la idea de morir de una manera así de humillante. De aparecer en las noticias con notas como; gas fulminante acabó con su vida. Su última parada o… De pronto la puerta se abre frente a mí, mi primer instinto es llorar en una combinación de ira y alegría por continuar con vida.

—Que gas tan violento —zanja Maximiliam antes de ser empujado fuertemente por mí—. No, no, descuida he encontrado cosas peores en los baños públicos.

Ironiza con gran asombro para después abrir su boca con incredulidad.

—¡Gran imbécil! —chillo antes de abrazarme a él como cría asustada.

—No me presiones que por algo venía a…

—Te odio.

—Y así te viniste de polizona en mi viaje.

—¡La puerta se atascó y yo… y… entonces quise que de ocupado a libre y…. Caí sobre la asquerosa tapa y…. Luego tú —Lloro más fuerte sin entenderme.

—Habría sido mejor si ambos hubiésemos  estado ahí —no le escucho, solo me aferro a su cuerpo con temor de que la puerta vuelva a cerrarse—. ¿Qué te costaba enviar un mensaje?

—Todas mis pertenencias se dirigieron a la recepción del primer piso sin mí. Yo regresé a hacer pipí y luego el bus comenzó a moverse con la puerta atascada y… y…ahora estoy aquí…y…

—¿Y todo esto te pasó por venir a mear? ¿Piensas que te creo? Es más sencillo si solo admites que te querías venir conmigo —Forma esa sonrisa carroñera que no sé odio o amo—, no tan literal.

—¡No malformación anormal, yo solo quería ir al baño! ¿Dónde estamos? ¿A dónde me llevas secuestrada?

—¿Secuestrada? Tú eres la que te has escabullido aquí.

—No te quiero cerca, de hecho estar aquí me meterá en problemas —le repito agotada.

Salgo de ese reducido espacio apoyada de su brazo viendo por las ventanillas que afuera ha oscurecido ¿Cuántas horas estuve ahí?

—¿Dónde estamos?

—A dos horas de llegar a Arias.

—¡Y porque me has traído aquí! ¡Llevo horas gritando, pero no te has tomado un segundo para sacarme! —cierro los puños en su pecho 

—Perdóname intrusa, pero nadie te ha metido aquí. ¿Y cómo saber que estabas ahí?

Miro para todos lados intentando reconocer el tramo de la autopista, quizá puedo bajar y hacer que alguien de mi equipo venga por mí antes de que mi familia se entere.

—Esto debe ser una broma, ¿Dónde están las cámaras? No puedo viajar con este loco.

—Lo dice quien busca cámaras imaginarias.

Lo abucheo sentándome, esta es una broma cruel. Ridícula, pero cruel.

Al detenerse el autobús anunciando la llegada Maximiliam se pone de pie para bajar su maleta y desde luego se centra en mí como si fuese un pendiente más.

—El bus pasará la noche en el patio de la casa de Hannah, mañana partimos muy temprano para el restaurante donde ya seremos esperados por el equipo.

—El chofer puede llevarme rápido ahora mismo.

—Son ocho horas de ida y ocho de regresó Livingstone, además necesitamos que el bus esté a nuestra disposición para los rodajes.

—¡Necesito ir a casa ahora! ¡No puedo quedarme aquí, los rumores correrán y Jolie sacará conclusiones raras de esto! ¡No somos amantes! 

—Eso es lo que te preocupa, tu querido.

—No es mi querido, es mi prometido —le recalco.

Mis ojos quieren humedecerse con enojo al tiempo que mis brazos se cruzan denotando mi frustración por lo que opta por sentarse a mi lado.

—En casa puedes ducharte, cenar y comunicarte con tu familia o si decides quedarte a supervisar el proyecto, por mí bien, dos cabezas piensan mejor que una.

Ladeo girando a la ventanilla del bus, parece ser una zona tranquila.

—Dormiré aquí y por la mañana haré que el chofer me comunique a la agencia.

Él blanquea los ojos exasperado, pero ya debe tener claro cuán cabeza dura soy cuando algo se me mete.

—Ya que lo has decidido —informa al levantarse—. Iré a mi casa, me muero de hambre y las madrugadas son heladas por aquí.

Giro a él nerviosa sin creer que me ha abandonado, solo alcanzo a ver su cabello chocolate descendiendo por los escalones de la puerta delantera. 

¿Es enserio que ha bajado dejándome aquí?

Me asomo lo más que puedo desde este asiento e incluso el chofer ya no está. 

Los próximos sesenta minutos intenté cerrar los ojos para dormir, necesito que amanezca para buscar opciones viables, seguras y que me lleven a casa pronto. 

Hay un ruido extraño afuera y comienzo a invocar a todos los santos que me vienen a la mente.

La puerta abre, es Max, regresa con un suéter y una taza que humea. Con su cadera me manda al asiento de ventanilla para sentarse junto a mí. 

—Te traje algo, testaruda.



#3947 en Novela romántica
#1557 en Otros
#433 en Humor

En el texto hay: romance, comedia humor, diferenciaedad

Editado: 01.08.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.