Ámame otra vez

1. Diez años antes.

Dasha miró la prueba de embarazo que tenía en sus manos, también lo hizo con las otras y se encontró más perdida que nunca sin saber qué hacer. Debió haber escuchado a su padre años atrás, cuando le advirtió que no podía estar en una relación con el hijo de su hermanastro, porque todos los conocían cómo una familia feliz. 

Sin embargo, Jedward desde que se conocieron fue demasiado persistente a tal punto de que estuvo con ella luego de su operación. Apenas tenían dieciocho y ella tenía el corazón en la boca por ese error que habían cometido. Literalmente, sus sueños se truncaron con eso.

Jedward había recibido otra propuesta para irse a Londres y estudiar, solo que la quería rechazar por ella. Si se enteraba de ese embarazo, sus familias estarían en disputa por mucho tiempo y ella no podía seguir haciéndole eso, porque ella en el pasado rechazó también el poder estudiar diseño de interiores en un internado por él y cuando se graduó, recibió de igual modo una propuesta de una universidad gracias a su padre. 

Fue hacia su computadora, buscando en su correo el mensaje de esa universidad y leyó todo, su decisión estaba tomada. 

— Cariño —su madre entró a la habitación, con un jugo de naranja—. ¿Por qué no has bajado? ¿Sucedió algo?

— Estaba viendo la solicitud de la universidad —le mostró el correo—. Acabo de aceptarla.

— ¿Qué has dicho? ¿Por qué lo hiciste? ¿Qué sucedió con Jedward?

— Jedward quiere negarse otra vez al programa de becas por mí —confesó a medias—. Yo quiero irme del país y conocer otras cosas…

— Me estás mintiendo, lo sé —Carmen cerró la puerta detrás de ella y le pasó el jugo—. ¿Qué sucedió?

— Nada está pasando, mamá —desvió la mirada hacia otro lado, mientras tomaba su jugo—. Ya no quiero quedarme aquí, estar más tiempo con Jedward no me dará lo que busco.

— Jedward terminó la escuela primero que tú y ya han pasado años —Carmen se sentó a su lado—. Dime qué está pasando contigo en este preciso momento.

— No sé cómo pasó, mami —sus manos comenzaron a temblar y Carmen tuvo que quitarle el jugo de las manos—. Estoy embarazada. Tengo miedo…

— ¿Embarazada? —jadeó su madre—. Cariño, apenas tienes dieciocho y él también…

— Lo sé, mami —escondió su rostro entre las piernas de su madre—. Pensé que los métodos anticonceptivos funcionaban, pero me hice cinco pruebas de embarazo y todas salieron positivas. Esto de que él se haga cargo de mi hijo no está en mis planes. Jedward debe irse lejos, terminar sus estudios y…

— ¿Qué hay de ti? ¿No has considerado también tener un poco de esa felicidad? —susurró, mirando a su hija con pesar—. Te amo, pequeña, pero ahora estás siendo un poco injusta contigo misma.

Dasha hizo un puchero y comenzó a llorar otra vez ese día. Carmen se quedó con ella, limpiando sus lágrimas, hasta que se quedó dormida y más o menos tranquila, porque tenía el apoyo de su madre y le prometió que no le iba a contar nada a nadie. 

Cuando despertó, ya era de noche y Jedward se encontraba abriendo la ventana de su habitación como cada noche, y no le puso seguro. Nunca dejó de hacer eso, por lo que ella discretamente puso una cuerda y unas platas en su ventana para que pudiera trepar con facilidad. La otra vez que su padre lo había descubierto, juró que lo mataría porque su jardín siempre era el que terminaba perjudicado.

— ¿Por qué no te has puesto tu pijama?

— Me quedé dormida y desperté por el ruido de la ventana —movió la sábana para que él entrara con ella—. ¿Qué tal te fue en la universidad?

— Más o menos bien —susurró Jedward, abrazándola—. Mi papá sigue insistiendo en que debo irme lo antes posible, pero no quiero ir a Londres. Me molesta.

— Él quiere lo mejor para ti, Jed —Dasha apoyó su cabeza en el pecho de su novio—. Quiero que sepas, que te apoyaré en todo lo que quieras, siempre y cuando sea bueno.

— Estuve pensando en hacer mi maestría, aunque la puedo hacer…

— No hablemos de eso, Jedward. Quiero dormir contigo y mañana es nuestro día —dejó un beso en su pecho.

— Te estás portando de una manera que no me gusta —él hizo que lo mirara—. ¿Peleaste con tu papá?

— No, otra vez me ofrecieron la beca en la universidad que me gustaría estudiar, pero no sé si aceptarla aún —hizo una mueca, para que la mentira fuera más creíble—. Han pasado tantas cosas en estos últimos meses, que ya no sé qué es lo mejor para ambos. Estás deteniendo algo bueno, solo para quedarte conmigo y no es bueno.

 — Ya te dije que no me iré de aquí hasta que los dos estemos felizmente casados y con muchos hijos —ella se tensó al escucharlo—. Para eso nos quedan algunos años.

Ella asintió, con una sonrisa de boca cerrada y prefirió dejar el tema a medias.

Al día siguiente, ya Jedward se había marchado, por lo que ella aprovechó ese momento para comenzar a hacer sus maletas e irse de ahí lo antes posible. Su padre entró a la habitación, deteniéndose en seco al verla con varias maletas sobre la cama y buscando otras en el armario para seguir metiendo más equipaje.

— ¿De qué me perdí? ¿Ya te casaste con Jedward? —Damon cruzó los brazos en su pecho—. Porque no me enteré de nada.

— Me iré del país —siguió metiendo la ropa como si nada en las maletas—. No hay razón para que me siga quedando aquí.

— ¿Cómo dices qué dijiste? 

— Quiero que le des esta carta a Jedward —fue hacia su mesita de noche—. Dásela luego de que ya esté en el avión y no le digas a dónde iré, porque sé que me buscará y no es lo que quiero.

— Nuestra hija se quiere ir del país —Carmen entró a la habitación, para que ella no fuera a meter la pata—. Estuve hablando con ella ayer, y es lo mejor. Ya es mayor de edad y podrá avanzar más en su carrera y futuro al igual que Jedward.

— ¿Por qué soy el último en enterarme de las cosas?

— Es lo que nuestra hija quiere —Carmen le pasó el celular a su esposo—. Ahora, quiero que la ayudes con las maletas lo más discreto que puedas, porque no quiero que nadie se dé cuenta.




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