Ámame otra vez

2. Cinco años antes.

“Cuando te conocí, pensé que eras el niño más molesto del mundo, por el hecho de que nunca había estado con alguien así de insistente y aunque mis recuerdos de nuestra niñez son casi nulos. Sé que fueron buenos y divertidos o eso es lo que mamá me cuenta, pero sobre todo, posiblemente estés ahora preguntándote en dónde estoy… no sé a dónde iré y si lo supiera, no te lo diría.

Quiero que te vayas a Londres, hagas tu maestría, te vuelvas alguien millonario y de gran prestigio cómo lo eres hasta ahora, porque yo haré lo mismo.

Te amo, Jedward, pero el quedarme solo será un obstáculo y nuestros padres tienen razón, los dos tenemos que tomar caminos diferentes. Quiero que me odies por esto, porque ese odio al final del día será bueno para que avances. Eres lo más persistente, molesto, irritante y lo más hermoso que me ha pasado en la vida.

Sé feliz, porque yo lo seré sin ti. 

Con amor, Dasha, tu princesa del universo”

Ese día se cumplían cinco años desde que ella se marchó dejándole esa carta a medias. La leía todos los meses, el mismo día y a la misma hora en la cual se le fue entregada. Detestaba ser una persona débil, odiaba ser el hombre que nunca pudo ser parte de su vida. Él había luchado por ella y al final todo se quedó en un recuerdo. Nadie quiso decirle en dónde Dasha se encontraba, y él tampoco insistió mucho cuando se dio cuenta de que ya todo estaba perdido…

— ¿En qué estás pensando? —preguntó su madre, entrando a la oficina—. ¿Por qué la estás leyendo?

— Hoy es el día en el cual dejo eso atrás, mamá —se encogió de hombros, y guardó la carta en su bolsillo—. ¿Cómo está Asya?

— ¿Lo preguntas? —Nicole cruzó los brazos—. Tu hermana está peor que nunca y todo por Liam. Ese sujeto tiene la culpa de todas las desgracias.

— Liam tiene la culpa de todo —Jedward se levantó de su asiento—. ¿Y papá?

— Está de lo más tranquilo —Nicole ayudó a su hijo a colocarse la corbata—. Ya eres todo un hombre, te mudarás solo.

— Acabo de regresar de Londres, mamá —Jedward bufó—. No me hagas regresar otra vez.

— No, no te irás a Londres, mocoso —su madre acarició su mejilla—. Recuerdo cuando tenías tres años y andabas detrás de tu padre en busca de que te diera todo su dinero.

— Aún sigo esperando que él se muera para quedarme con su dinero.

Su madre le dio un golpe en el brazo, antes de que le indicara que debía salir de ahí lo antes posible. Sus maletas habían sido llevadas horas antes a su nuevo hogar, una casa que quedaba más o menos cerca de la de sus padres, pero a una distancia en la que ellos no podían meterse en su vida por más que quisieran. Los padres de Dasha vivían a la par de ellos, mismos que dejaron de hablar de su hija delante de él luego de su partida.

— Mocoso —lo saludó su tío Damon, extiendo la mano hacia él—. Ya estás grande.

— Siempre seré tu sobrino favorito, tío Damon —lo abrazó—. Espero que te mueras pronto, necesito quedarme con tu dinero.

— Sí, eso no pasará.

Al menos se habían quedado siendo familia luego de lo sucedido. Su familia le había organizado una fiesta de despedida y de celebración, por el hecho de que su padre le dio una de las empresas de construcción y él se haría cargo de ella en lo que se jubila. Estudiar arquitectura era bueno, hasta cierto punto…

— Al fin te mudarás —dijo su padre, pasándole una copa—. Es una lástima que esté tan cerca.

— Me gusta la playa, y los barcos —bromeó—. El que me diste, aún lo tengo.

— Yo no te di nada, tú te lo robaste.

Su padre le dio un abrazo, y él vio el enorme bizcocho que había en la mesa. Su mirada se apagó, porque recordó que en cada cumpleaños siempre pedía el mismo deseo. Quedarse con la mujer que lo abandonó y que nunca le dio esa oportunidad. La celebración inició de lo más bien, fue tomando de a poco, hasta se olvidó por un buen rato de que su humor estaba de perros. Obtener la beca para estudiar en Londres fue difícil, más porque los primeros meses tuvo que adaptarse a los cambios de horario y también a no ver a nadie a su lado cuando despertaba.

— Estás tomando mucho —dijo Liam, pasándole otra copa—. ¿Todo bien, cuñado?

— ¿Mi hermana ya te perdonó, virgen? —ladeó la cabeza—. Porque sigo enojado contigo.

— Asya tendrá que hacerlo, y más ahora que estamos muy unidos —le guiñó el ojo—. ¿Sabes en dónde ella pueda estar? Necesito…

— Liam, si dices algo sexual sobre mi hermana, voy a matarte, y no estoy bromeando.

— Lo lamento, es inevitable no hacerlo —le dio un golpe en el brazo—. Ya tienes veintitrés, querido primo. ¿Ya te casarás?

— Tal vez —le dio un sorbo a su bebida—. Es una mujer muy hermosa con la que me casaré —sacó de su bolsillo un anillo—. Ella llegará pronto al país.

— Vaya, entonces es cierto, te casarás con una chica de Londres —susurró Liam—. ¿Qué hay de mi hermana? ¿No se supone que la querías?

— ¿Y ella me quería? —preguntó bruscamente—. ¿Tienes idea de todo lo que hice por ella?

— Mi hermana se fue para que pudieras estudiar en otro lado. ¿Por qué no lo ves de ese modo?

— Yo hubiese hecho todo para estar junto a ella —negó de la cabeza—. Dasha me alejó, se fue de la noche a la mañana y yo tengo que quedarme con esa espina de que nunca fui suficiente para ella.

— Mi hermana te amaba tanto, Jedward —Liam suspiró un poco cansado—. Espero que en algún momento puedas perdonarla, que sepas que todo lo que hizo fue por ti.

— Lo hizo por ella, no por ti —le dio unas palmadas en el hombro—. No intentes hacerme cambiar de opinión.

— ¿Y si ella regresa? —eso lo hizo detenerse—. ¿Qué harás si mi hermana decide regresar para recuperarte?

— Puedes decirle la verdad —le mostró la cajita, antes de guardarla—. Me casaré con otra.

Fue con su familia, charló un poco con ellos acerca de lo que estuvo haciendo en Londres, alejado de todos, pero trató de no sonar tan mezquino al decir que no le dolía que Asya no estuviera con él en esos momentos. Podía estar casi casándose con una mujer, pero las cosas en su vida literalmente dependían de otra.




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