Ámame otra vez

5. Voy a casarme.

Dasha tuvo que dejar a medias lo que estaba haciendo con su hija, y tomar el primer taxi que encontró para ir a la casa de sus padres. Volkan había visto a Jadiel, mismo que sin duda alguna tuvo que tener razón para ir a buscarlo. No era el momento para que su hijo fuera a esa casa, mucho menos que lo vieran. 

Vio a Jasha, su pequeño retoño que sacó todo de su padre y que no tenía idea de que el mundo en el cual vivía solo era una simple fantasía. Cinco años atrás, por el dolor que sintió ante lo que vio y escuchó, se le olvidó protegerse y todo se jodió cuando ese mismo mes casi muere por…

— ¿Por qué nos vamos tan rápido, mamá? —preguntó Jasha, apretando el cinturón de seguridad—. ¿No me inscribiré en esa escuela?

— Sí, amor —trató de calmarla—. Es que lo haremos más adelante, le diré al abuelo que termine las gestiones.

— El abuelo William me dijo que yo soy una persona muy poderosa —Jasha levantó las manos—. Porque mis abuelos y tíos son personas con mucho dinero que me tienen que dar todo lo que busco.

— Tu abuelo Will dice muchas cosas estúpidas —tensó la mandíbula—. No le hagas caso.

Jasha se cruzó de brazos ante esa respuesta de su madre, no iba a decirle a su hija que temía que su futuro fuera igual de incierto que el de ella. Incluso, su futuro matrimonio era una pantalla por un favor que debía. Ver a su pequeño terremoto, solo indicaba una cosa, que lo único que sacó de ella fue su cabello y una que otra cosa de su rostro, no obstante, el temperamento, la manera de hablar con inteligencia y de absorber todo indicaba que era una hija de Jedward. 

Le pagó al taxista en cuanto llegó a su casa, y tocó el timbre, puesto que aún no tenía la llave de la misma.

— Hija, estás aquí —susurró Carmen, abriendo la puerta—. Le diré a tu padre que busque una de las copias de llaves que guarda —se hizo a un lado—. Damon tuvo que salir antes de poder esperarte, un caso se le presentó —bajó la mirada hasta dónde se encontraba el pequeño terremoto—. Ve a la habitación de juegos, cariño. Debo hablar con tu madre.

— Pero…

— Jasha, ve ahora —ordenó Dasha, de manera seria—. No te lo está preguntando, es ordenando —su hija pateó el piso, y fue hacia el pasillo que daba a la habitación de juegos—. ¿Qué fue lo que pasó, mamá?

— Jadiel vio la puerta abierta que da al pasadizo de la casa —comenzó a explicarle—. Fue por curiosidad y en ese momento Volkan venía para preguntarle algo a Damon —su madre le indicó que se sentara—. Bueno, Volkan vio a Jadiel, se desmayó por el bajón de azúcar. Es que ese niño y Jedward son idénticos. Cualquier persona podría decir que…

— Lo hice por él, mamá…

— Te ibas a quedar ese día, cariño —su madre tomó sus manos—. A lo mejor debiste…

— No pasó nada —mintió, desviando la mirada—. Jedward se iba a casar con esa mujer, no podía quedarme…

— Regresaste luego de todo por él, dijiste que no te importaba en lo más mínimo que se fuera a casar con alguien más —le recordó—. Dime la verdad.

— No hay más que decir —se soltó—. Tengo que buscar a Jadiel, me debe estar esperando.

Su madre asintió, no le hizo más preguntas acerca de lo que sucedió cuando decidió irse del país otra vez. Fue por el pasadizo que dividía las propiedades, mismo que de igual modo tenía otros que fueron añadidos por su tío Volkan, porque su familia siempre se encontraba en peligro latente por culpa de la mafia.

Sacudió la cabeza, había dejado eso de lado en cuanto le dijo a Tahir que regresaría a Estados Unidos en busca de una nueva vida porque se la ganó. 

Entró al jardín y una sonrisa nostálgica se instaló en sus labios, recuerdos de sus jugarretas con sus tíos, con Jedward destruyendo cualquier cosa que encontrara, no pasó desapercibida. La decoración del lugar era hermosa, muy al estilo de su tía Nicole, porque Volkan permitía que su esposa hiciera todo lo que quisiera en esa casa.

— Dasha —susurró Nicole, viéndola entrar a la cocina—. Estás tan grande.

— Hola, tía Nicole —apretó el puño, viendo a la mujer que consideró de igual modo que era su madre—. ¿Cómo has estado?

— Bien —su tía tenía un envase de comida, que se notaba que era avena—. Yo…

— No puedo hablar ahora —la detuvo, levantando la mano—. Vengo por mi hijo, ¿en dónde está?

— Con Volkan —apretó el envase—. Jedward se desmayó —Dasha abrió los ojos a más no poder—. Fue cuando vio a Jadiel, debiste decirnos lo que pasó hace años…

— Todos se me fueron encima cuando supieron de la beca de Jedward, misma que rechazó y lo hicieron otra vez cuando en la universidad de Londres decidieron llamarlo nuevamente —negó con la cabeza—. Todos se le fueron encima a la chica muda —sonrió con tristeza—. Iré con mi hijo, ¿es la misma habitación?

Nicole asintió, Dasha fue en busca de las escaleras, y miró la habitación que estaba al otro lado del pasillo. En lugar de ir con Jadiel, abrió la puerta que antes era de Jedward; viéndolo en la cama con el torso desnudo. Cinco años atrás, él seguía teniendo el cabello largo y ahora, solo era un corte varonil. 

Cerró la puerta cuando lo vio moverse, fue con su hijo, mismo que estaba con Volkan viendo fotografías.

— Mami —Jadiel levantó la mano—. El abuelo me está mostrando sus barcos.

— Hola, amor —cerró la puerta detrás de ella—. Vamos, es hora de irnos a casa.

— Dasha…

— Ahora no, Volkan —detuvo al abuelo de su hijo—. No es el momento, tampoco quiero escuchar reclamos de que tengo un hijo con Jedward…

— Pero somos… —comenzó a decir Jadiel.

— Ya te he dicho que cuando los adultos hablan, los niños hacen silencio hasta que se les dé la palabra —tensó la mandíbula—. Vámonos de aquí.

— Tenemos que hablar, aunque no quieras hacerlo —le recordó Volkan, sentándose—. No puedes tapar el sol con un dedo. Jedward ya sabe que Jadiel es su hijo, solo con verlo.

— ¿Y qué quieres que haga? —puso los brazos en jarras—. ¿Me pongo de rodillas por algo que todos en esta casa provocaron?




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