Ámame otra vez

15. Fuerte bajón de azúcar.

Capítulo 8

 

Jedward tenía un tic nervioso en el ojo por culpa de ese engendro del mal que tenía nombre de niña buena. Una niña de cinco años no podía decir tantas cosas a la ligera y más estando en una cama de hospital como ella… Se quedó mirándola detenidamente, ese demonio tenía muchas cosas similares a él y si Dasha regresó hace cinco años, tal vez esa ocasión en la que se emborrachó en su nombre no fue un sueño.

— No quiero que tu padre esté cerca de mí —dijo Dasha, desde el otro lado de la cama—. Sé que es mi tío, pero…

— Le diré que se vaya; si es lo que quieres —levantó la mano para interrumpirla—. Ya ha pasado algo de tiempo desde que fuimos una familia que solo está viviendo de apariencias —miró a Jasha comer—. Es una niña muy inteligente.

— Gracias por lo que estás haciendo —Dasha pasó saliva—. Puedes irte si gustas también. Me quedaré con ella.

— De todos modos, ya es tarde para que regrese al trabajo —caminó hacia la ventana—. ¿Podemos hablar un momento?

— También quiero escuchar —dijo Jasha, mientras comía del dulce—. No es justo cuando los adultos hacen ese tipo de cosas y los niños nos quedamos sin saber.

— Si vuelves a meterte en las conversaciones de los adultos, le diré al doctor que te duerma —Dasha le apuntó a su hija—. Ven, hablemos.

— ¿Por qué le ocultaste a todo el mundo que tienes una hija de cinco años? ¿Ella había tenido esa clase de episodios antes? —preguntó directo—. Digo, se ve que es dotada, tiene ese algo que absorbe con rapidez.

— Te diré todo lo que quieres saber de una vez por todas y tú tendrás que unir los puntos —abrió la ventana de la habitación—. Hace cinco años, casi seis. Regresé porque Liam me llamó para decirme que te pusiste en contacto con él, ya que tus padres te hicieron una fiesta por tu regreso —Dasha cruzó los brazos en su pecho—. No fui a esa fiesta, porque seguía enojada con tu padre, así que forcé la puerta de la cocina de la casa en la playa, y te esperé.

— No lo sabía… nadie me dijo que ibas a regresar…

— Tampoco me dijeron que te ibas a casar con Nathalie —se encogió de hombros, restándole importancia al asunto—. Pasó lo que pasa entre dos personas. Tuvimos sexo, perdiste el conocimiento y yo me quedé contigo.

— ¿Qué? ¿No fue Nathalie?

— Ella llegó al día siguiente —Dasha frunció el ceño—. Le abrí la puerta principal luego de tomar tus llaves y me vio con el plato de avena en las manos —rio carente de humor—. Me dijo tantas cosas delante de Jadiel, que solo quise que la tierra me tragara.

— ¿Jadiel estaba contigo ese día?

— Sí, durmiendo en una de las habitaciones de huéspedes —lo miró fijamente—. Debí ver las llamadas de mi hermano y los mensajes, me hubiese ahorrado el disgusto de ver a esa perra. Supongo que ella limpió cada cosa de la casa para que no te diera cuenta de que estuvimos ahí.

— Nathalie nunca mencionó nada acerca de que fuiste a mi casa —se pasó una mano por el cabello—. Ya se me hacía extraño que ella se tomara el tiempo de cocinar.

— Cuando te dije que pasé un mes completo en el país, no mentí —Dasha regresó la vista hacia la calle—. Tuvieron que operarme otra vez, te llamé muchas veces, te dejé mensajes que fueron rebotados y por último, envié una carta a tu casa, la cual me dejó en espera durante horas en el aeropuerto.

— Lo lamento, no sabía eso…

— No hay nada que lamentar, porque caí en cuenta de que regresar contigo otra vez, solo sería un problema más —ella le mostró una sonrisa de amargura—. En esa carta que te envié, estaba una de las razones por las cuales duré horas esperándote, solo que se quedó en eso, en algo que se espera y nunca se obtiene lo que realmente se busca.

— ¿Y qué tiene que ver Tahir en tu historia?

— Ya sabes que ambos estábamos comprometidos desde que éramos unos niños —se echó el cabello hacia atrás—. Cuando llegué a Moscú, imaginé que el abuelo Will me pegaría un disparo en la sien por lo ocurrido en el pasado con nuestros padres, pero no fue así. Me dio un abrazo, y me dijo que todo estaría bien.

— El abuelo Will cambió mucho desde que se casó con Natacha y la muerte de Darren…

— Sí, a tal punto de que podía pedirle lo que fuera en cualquier momento un favor… —ella hizo un sonido con la boca—. Desde que estuve en Moscú, siempre me pidió que olvidara cualquier cosa de mi compromiso roto… conocí a Tahir y bueno, decidimos seguir con lo planeado —le mostró el anillo—. Después de venir aquí, decidí darle el sí y nos casaremos en unos meses.

— Si no lo amas, no te cases —soltó sin pensar—. Lo siento, es que no pude evitarlo…

— ¿Te casaste con ella por amor…?

— Yo…

— Dasha —Damon abrió la puerta de golpe, asustándolos—. Tienes que ir a…

— Abuelo —Jasha desde la cama, miró a Damon mal—. Estaba presenciando algo y tú entraste a interrumpir mi momento de novela —la pequeña le apuntó con la cuchara—. Estaban como si fuera una novela turca.

— Te he dicho…

— Yo no interrumpí, mami —la pequeña se mostró inocente—. Dijiste no interrumpir, y no lo hice.

Jedward vio que Dasha hacía una línea recta con los labios. Ese engendro del mal tenía razón, pero cuando le dijo que se parecía a esas novelas turcas, recordó esos momentos en los cuales su padre y él se pasaban horas tras hora mirando. Ni siquiera abandonó, es manía de buscarlas en sus páginas y ver las grabaciones durante sus momentos libres.

— ¿Puedes quedarte un momento con ella? —le preguntó Dasha, alejándose un poco de él—. Debo ir a ver qué quiere el doctor.

— Sí, me quedaré con ella.

Ella le dio una sonrisa de agradecimiento, antes de salir con su padre. Se quitó algunos botones de la camisa, y las mangas se las llevó hasta los codos, sin dejar de ver al engendro que parecía ser sacada de las profundidades del infierno; porque nadie sabía esa parte de él y sus sospechas estaban siendo confirmadas sin la necesidad de una prueba de ADN.




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