Ámame otra vez

31. No toques a mi papá.

Jedward fue leyendo lo que había en el periódico como si fuera la cosa más entretenida de todas. La noticia de su divorcio estaba acaparando todos los medios, Nathalie se estaba mostrando como una mujer tan dolida que se preguntó si lo haría cuando le diera punto final a su estúpida familia. Habían pasado algunos días desde que inició todo el revuelo de su divorcio, el supuesto embarazo perdido de Nathalie y que todos le estaban echando la culpa a él de que su matrimonio se fue en picada.

Bajó el periódico, y vio la maqueta a medio acabar, y todavía no encontraba la manera de ponerle fin a esa cosa que su hija tomaba para su entretenimiento. Dasha estaba arrancando con las terapias, seguía cerrada de mente con eso de que necesitaba tiempo y ese tal Tahir le ponía los pelos de punta al verlo tan cerca de ella.

— Buenos días —Dasha entró a la oficina sin tocar—. Vengo a darte los avances del hotel del tío Kiral —le pasó una tablet—. Ya están la mayoría de los árboles plantados y los diseñadores contratados le estaban dando formas.

— Puedes venir hasta aquí, no te haré nada que no quieras —alejó un poco la silla—. Tengo entendido que estuviste dando órdenes de la pintura del interior.

— Tomé los colores favoritos de la tía Nina —Dasha rodeó el escritorio—. Kiral no puso resistencia alguna, todo lo que lleve el nombre de su esposa, dirá que sí.

— ¿Crees que se verán bien con las decoraciones?

— Ya tenemos el permiso para usar las figuras importantes del imperio otomano, ya sabes cómo el tío Kiral se mueve por todos lados —ambos rieron—. Debes buscar a los niños en la escuela, no puedo hacerlo y ninguno de mis padres pondrán.

— ¿Los traigo hasta aquí?

— Sí, le prometiste un viaje a Jasha a no sé dónde y lo has estado aplazando —pasó las imágenes—. De paso, recuerda que tienes que ir al hotel para dar un último vistazo. Pronto es la inauguración y debo ir a buscar las plantas para el subterráneo.

— ¿Todavía sigue con eso? —fingió mirar las fotos, ya que el olor de Dasha lo estaba volviendo loco—. ¿Ahora qué quiere?

— Bueno, digamos que uno de sus retoños y yo estuvimos de acuerdo con que sería bueno que tuvieran plantas, vegetales y comida ahí abajo —ella se recostó en el escritorio—. ¿Cómo vas con lo de tu divorcio? ¿Tus padres que han dicho?

— Voy más o menos, en lo que cabe —se encogió de hombros—. No me siento del todo bien haciendo este tipo de cosas, pero no hay de otra —boqueó—. Mis padres nunca la quisieron del todo y por respeto dejaron que tuviéramos con ellos un buen tiempo. Mi madre nunca permitió que modelara alguno de sus diseños.

— Y yo no me siento culpable —Dasha bloqueó la tablet—. Ya todo está en su lugar, la prensa vigila el edificio y nuestros padres esperan el momento perfecto para dar el anuncio de que no somos familia de sangre.

— También han estado aplazando eso de la noticia de que no somos familia —Jedward le quitó la tablet, para ver algunas cosas—. Nathalie anda diciendo que el culpable de todo soy yo.

— Sí, eso leí y en las noticias está también que hasta hay rumores de que le fuiste infiel en algún momento del matrimonio con una que otra modelo —ella rio—. ¿Tanto así?

— Ganas no me faltaron, pero soy una persona de palabra y respeté todo el tiempo nuestra relación —la miró un momento—. No soy infiel…

— Nunca dije que lo fueras, simplemente es algo que sucede y es todo —Dasha se alejó de él, y le quitó la tablet—. Recuerda buscar a los niños. Debo ir a mi terapia.

Jedward la vio salir y recordó que debía pasar tiempo con el engendro del mal que tenía como nombre Jasha, esa niña sacaba lo peor de él y sobre todo, siempre estaba al pendiente de su dinero como si fuera la cosa más importante para ella. Sin embargo, le gustaba ser su padre, era como ver a Dasha a esa edad, solo que con el temperamento cambiado.

Unos toques en la puerta le hicieron salir del trance, no podía ser Dasha, ya que ella nunca pedía permiso para entrar y su secretaria tampoco entraba sin antes llamarlo por teléfono.

— Adelante… —se puso de pie al ver a su madre entrar a su oficina—. Hola, mamá.

— Hola, cariño —Nicole entró a la oficina con una lonchera de comida—. ¿Cómo has estado?

— Bien, con mucho trabajo, pero no hay de otra —la abrazó y besó sus mejillas—. Te he extrañado mucho, mamá.

— Yo también a ti, cariño —dijo Nicole, correspondiéndole el abrazo—. Tu abuelo vendrá el fin de semana…

— ¿Ya decidieron decir todo? —la llevó hasta el sofá—. ¿Y papá?

— Tu padre no la está pasando del todo bien en casa, se siente triste por la situación en las que los puso a ustedes y la verdad es que no sé qué hacer para sacarle esa idea de la cabeza, de qué todo se irá a la mierda —dejó la lonchera en la mesita del centro—. Actualmente, creo que algunas cosas no están saliendo bien del todo, ya que hay algo que no me ha querido decir.

— Ustedes dos llevan muchos años de casados, si te tiene secretos es algo en lo que no me puedo meter —desvió la mirada hacia la lonchera—. Supe que le diste la beca a Dasha para que se fuera a estudiar conmigo.

— Bueno… —su madre se notaba nerviosa ante esa pregunta—… ella habló conmigo de que se le hacía complicado pedir la beca a último minuto. Tenía un desfile importante al mismo tiempo que también me encontraba cerca de la universidad —se puso el mechón detrás de la oreja—. Sin embargo, no sé qué pasó porque ella se marchó de la nada y fue complicado.

— ¿Nunca supiste que ella estaba con tu padre?

— No, sabes que William y yo nunca nos hemos llevado bien, mucho menos después de haberse casado con Natacha —puso los ojos en blanco—. Fueron diez años y hace cinco ella estuvo en el país, casi muriéndose.

— Y ella es la que sigue cerrada en querer seguir viviendo en el pasado —frunció los labios, y abrió la lonchera—. Debo buscar al engendro del mal que tengo como hija. ¿Quieres ir conmigo?




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