Ámame otra vez

36. Mil vidas.

Dasha aprovechó el momento en el cual Jedward se quedó con los niños para poder salir a resolver el enorme lío que tenía con los padres de Tahir. La prensa estaba en cada punto de entrada de la empresa, algo que no parecía importarle mucho a Jedward, por el simple hecho de que no los había mandado a sacar de ahí. 

No obstante, su preocupación solo estaba en esos retoños que lo único que sabían era meterse en líos y no de ropa, algo que debí controlar lo antes posible.

Jasha era inteligente en extremo, hasta un poco más que su hermano, pero eso no quitaba que se metiera en líos por cualquier cosa. Era posible que en cualquier momento se metiera en líos como su padre a esa edad… sí, ya tuvo su primer lío con ese reportero y más por eso tuvo su padre que intervenir. 

Se abrazó a sí misma cuando el restaurante en el cual estaba Tahir con su familia llegó a su campo de visión. Salir adelante era lo que debía hacer, nada más importaba en ese momento.

Fue difícil tener que lidiar con la prensa, con sus terapias y ahora con el compromiso roto que tenía con su amigo. Para su mala suerte, todo el lugar parecía estar reservado para ellos, ya que no había nadie y el personal que estaba cerca se marchó.

— Buenos…

— No, no vamos a perder el tiempo en cosas estúpidas como son los saludos —habló el padre de Tahir—. Siéntate en este momento, Dasha, tenemos que hablar—. ¿De qué quiere hablar conmigo, señor? —preguntó ella, en un susurro—. Escuche, no sé qué hice mal, pero…

— ¡Hiciste mal todo! —gritó la madre de Tahir, furiosa—. ¡Asquerosa e incestuosa!

— Mamá, contrólate, ella no es nada de eso —intervino Tahir, Dasha es buena persona y hablamos sobre romper nuestro compromiso en buenos términos. Se buscará…

— ¿Acaso no crees que ya sabemos que te coges con tu guardaespaldas? —preguntó Fabio, enojado con su hijo—. Eres un maricón de mierda que lo único que debía hacer era casarse con la hija de ese tal Damon… pero jodieron todo.

— Escuche, ya es suficiente con todo esto —Dasha se pasó una mano por el cuello, al sentir que el aire le estaba faltando—. No me casaré con su hijo, ya es un hecho y si tanto les molesta que sea gay, pues resuelvan eso como puedan. Amo a otra persona y tengo dos hijos con él… iniciaré pronto mi relación…

— Dasha —habló Sandra, con voz fingida—. Somos adultos, este compromiso era perfecto. Solo una pantalla entre todos nosotros. No debían siquiera pensarlo dos veces…

— Señora, quise venir hasta aquí para arreglar las cosas como gente que puede hablar, pero veo que con ustedes es algo imposible —chasqueó la lengua—. Quiero a su hijo, pero como un hermano en el cual puedo confiarle mi vida, no obstante eso es algo que no pasará de ahí, por el simple hecho de que nos tenemos respeto mutuo —le recordó—. Ya todo el mundo sabe que mi compromiso con Tahir se terminó. No dejaré que ahora que puedo tener un poco de paz, me la intenten quitar.

— No te quitaré esa paz, sino algo más que eso —bramó Fabio, golpeando la mesa—. No eres más que una chiquilla que no sabe mantener sus deseos carnales en orden, mucho menos sabe diferenciar entre el bien y el mal. No dejaré que humilles a mi familia como lo has estado haciendo. Me importa muy poco si tengo que sacarte del camino en algún momento, lo haré.

— Es bueno saber la clase de padres que tengo —Tahir apretó la mandíbula, poniéndose de pie—. La mafia rusa se puede ir a la mierda, hablen con Will y lleguen a un acuerdo. Mi compromiso con Dasha no se llevará a cabo, sin importar que nos hayan comprometido desde que éramos unos bebés.

— Somos tus padres…

— Ustedes de igual manera ya conocen el peso que lleva tener el apellido que cargo —Dasha imitó la acción de su amigo—. No solo somos la familia más importante de América y de algunas partes del mundo —levantó el mentón con orgullo—. Mi tía Grace es la reina actual de Inglaterra, mi tío Kiral es el mandamás de esta porquería de mafia —se encogió de hombros—. Si tanto les preocupa que mi abuelo no deje a nadie en el mando, descuiden, ya está hecho. Siempre está el resguardo que todos tienen en caso de emergencia.

Ni siquiera perdió el tiempo el esperar una respuesta por parte de ellos.

Tahir salió del restaurante, cada uno tomó un camino diferente, ya que era lo mejor por el momento y ella tenía que ir a la empresa a terminar todo el trabajo que dejó pendiente. Ese día no podía ir al hotel de su tío, y ni hablar de que lo llamaría para disculparse. 

Las cosas en la empresa no estaban saliendo como debían.

Escuchó a la secretaria de Jedward disculparse con este debido a las pérdidas de contrato que tenía encima.

El escándalo estaba en todos lados, las calles estaban siendo colocados los carteles de la conferencia que hizo su padre y una supuesta afectada Nathalie salió a hablar. Deseaba matar a esa mujer, su yo del pasado le temía, pero en esos momentos todo se resumía a sus hijos.

En el momento que llegó al piso de su oficina, todo estaba en silencio, y no vio a nadie. Con pasos cautelosos entró en el elevador que daba al último piso, en dónde tenía qué colocarle una clave que ni ella sabía por el momento. 

No obstante, Jedward le envió todo lo necesario por un mensaje de texto, algo que agradeció infinitamente, ya que después de todo le sacó una sonrisa al ver que le había puesto como clave la fecha de sus hijos, solo que algo desordenada.

— Hola, mamá —Jadiel corrió a abrazarla—. ¿En dónde estabas?

— Terminando de resolver unos asuntos importantes —dejó el bolso en la entrada—. ¿Comieron algo?

— No, papá está con Jasha preparando algo de comer a esta hora —su hijo la llevó hasta la cocina—. Es enorme este lugar, mamá, y se ve toda la ciudad como si nada.

— Vaya, tienes razón —Dasha miró todo el paisaje—. Fácilmente, puede ser uno de los edificios más grandes del estado.

— Pero no lo es —dijo Jedward, desde la cocina, con Jasha sobre sus hombros—. Es algo pequeño a comparación con otros del país…




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