Ámame otra vez

40. Pobre chico.

Infló las mejillas en modo de enojo cuando vio lo que estaba escrito en todos los tabloides que podían existir en la ciudad.

Nathalie estaba hablando con su Jedward, mientras que el rostro de este parecía ser más de enojo que de otra cosa. Conociendo a esa mujer, lo más seguro es que haya sido todo planeado para que Jedward siguiera viéndose como un mal padre o esposo. 

Se pasó los dedos por la sien, sintiendo que el dolor de cabeza era más fuerte que antes y deseando que sobre todas las cosas que nada de sus pensamientos locos estuvieran mal justificados, porque no sabría qué hacer.

Confiaba en Jedward, porque él le demostró que la quería por sobre todas las cosas, que la respetaba y que haría lo que fuera por ella. Regresar a su etapa de cuando tenían cuatro y tres años le daba cierta nostalgia, ya que Jedward no se comportaba como en ese entonces, sino como alguien maduro, pero sin dejar de molestar a los otros con sus palabras en doble sentido.

Recordaba todos esos momentos que pasó con él en el pasado, hasta cuando esos niños comenzaron con sus palabras hirientes y ella nunca pudo decirles a sus padres que en la escuela la estaban molestando por ser una chica muda que no tenía mucho valor en ese momento.

— Eres la única persona en esta familia que no me ha molestado por el regalo que le hice a Jedward —Kiral le pasó una taza de chocolate, y se sentó a su lado—. Hasta mis hijos están celosos porque no les di ese sitio y a Jedward sí…

— Bueno, es que ya tengo algo para mí —le guiñó el ojo a su tío—. Ellos no lo saben y se quedará así hasta el día que muera.

— Por algo eres mi favorita de entre todos mis sobrinos —Kiral encendió un puro, manteniendo distancia con ella—. A Nina le gusta más este hotel que los otros…

— ¿Le vas a poner Oyuncak bebek? —le dio un sorbo a su chocolate—. Hay un hotel así, vi que lo hizo el tío Volkan.

— Le pondré Günlerimin ışığı —dejó salir el humo hacia otro lado—. Hope nunca me ha pedido nada, es como si no quisiera estar en mi entorno…

— Hope es una buena chica, tal vez lo único que quiere es alejarse de todo esto como lo hicieron tus hermanas —le recordó—. Además, recuerda que ella no la ha pasado del todo bien por sus problemas…

— Igual que tú —Kiral la miró, luego de hacer una mueca—. Ambas tienen dificultades para poder hablar con claridad. Puede ser que ahora te encuentres con una buena voz, porque sabemos que en cualquier momento te quedas sin habla.

— Eres muy observador, tío.

— Debo cuidarlos a todos y ensuciarme las manos por mi familia —él dejó salir el humo—. No me molesta que el hotel tarde más tiempo en abrirse, confío en ustedes y más sabiendo que Jedward dejó de ser ese niño molesto que conocemos.

— Sigue molestándote y Jasha es igual a él en ese aspecto —se rascó la nariz—. El hotel está quedando muy moderno y a la vez antiguo.

— Me gusta joder a los americanos con mis creencias turcas…

— No crees en Dios, no seas mentiroso —le dio un golpe en el brazo—. Siempre nos has cuidado, hasta la seguridad que tiene el residencial es de buena calidad y no dejan pasar nada.

— Cuando Hope era una niña, pasaron algunas cosas que me hicieron darme cuenta de que nunca podré salir de este mundo y que por esa razón mis hermanas decidieron usar el apellido de mi madre —su tío suspiró, y luego le dio una calada a su puro—. Por más que queramos, no podemos escapar de nuestro destino.

— Ellas son mujeres que valen mucho, incluso la hermanastra de la tía Nina está bien…

— Ella nunca estará bien y todo gracias a mí —un trabajador les dejó unos aperitivos—. Ella le hizo daño a Nina, no me importa lo que le pase…

— Bueno, al menos puedes decir que te casaste con la copia de la abuela Karla —Dasha provocó los bocadillos con un poco de chocolate—. Estoy tratando de hacer todo lo posible para no recaer en la mentira de que estoy del todo bien.

— ¿Les dijiste que te drogas con esos medicamentos?

— No preguntaré cómo lo sabes, pero sí.

No le comentó nada a su familia que debía tomarse pastillas para dormir en las noches, mucho menos que tenía ataques que ocultaba bien. Su psicóloga le dijo que tenía que decirles a todos sobre eso, pero tenía miedo de que la trataran como antes, y ella tenía que aprender a batallar sus propósitos.

— Tengo entendido que Jedward se estuvo viendo con esa mujer que fue su esposa —Kiral apagó lo poco que le quedaba de su puro, y vio a los trabajadores moverse de un lado a otro—. Le puso un alto, pero tengo mis medios para sacarla del camino.

— Puedes hacerlo, ya me harté de esa mujer —bufó—. Ya esa familia merece la horca por ser tan mezquina en todo lo que ha hecho.

— Déjame todo a mí, por eso eres mi sobrina favorita.

La tarde ellos dos se la pasaron viendo cómo todo iba quedando bien. El hotel era enorme y a lo mucho había cientos de trabajadores en cada piso y dos en cada habitación. Su tío siempre tenía el dinero para los empleados extras y por eso las construcciones avanzaron con rapidez. 

Como era su día más o menos libre, podía darse el lujo de liberarse un poco de sus hijos y de Jedward, el cual llegó media hora después con Jasha sobre sus hombros y con Jedward agarrado de su mano como si quisiera escapar de la paternidad que le tocó vivir con su retoño de cinco años.

Es que verlos a ambos era raro, más su hija que tenía un helado de a lo mejor de chocolate o de menta, Jedward con ropa casual que lograba hacer que su imaginación volara a lugares que no debía, así que desvió la mirada hacia los bocadillos y cruzó las piernas.

— ¿Excitada con tu futuro esposo? —preguntó su tío y ella sintió las mejillas arder.

— ¿Qué?

— Me voy, porque no quiero tener que lidiar con tu hija y más ahora con eso de que cree que le regalé un país a su padre.

Ella abrió la boca para que se quedara y que la ayudara con su familia, pero su tío ya se encontraba bastante lejos de ella, por lo que ya no podía darse el lujo de pedirle ayuda. 




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