Ámame otra vez

46. Nunca regreses.

Dasha tomó las pastillas que le indicó la enfermera y luego esperó a que le dieran la orden para poder salir del sitio médico hacia el área de visitas para ver a Tahir, el cual era uno de los pocos que ella autorizó para que la visitara.

— Hola —Tahir se puso de pie y la abrazó—. ¿Cómo estás?

— Estoy bien en lo que cabe —sonrió un poco—. ¿Cómo estás tú?

— En lo que dicen algunos, ando más que bien —se encogió de hombros—. Las cosas en América no están muy bien… Jedward sigue buscándote.

— Que deje de hacerlo —le indicó que tomara asiento—. No me encontrará aquí por más que quiera, y la verdad es que no tengo deseos de verlo…

— Quieres verlo, no lo niegues, no te queda hablarme mentiras —su amigo le apuntó con el dedo—. Llámalo de vez en cuando para que sepa que al menos lo quieres.

— Lo quiero, pero no podemos estar juntos, al menos hasta que se me quiten las ideas que siempre tengo en la cabeza —juntó sus manos sobre la mesita—. No sé qué más pueda hacer ahora mismo con todo esto, extraño a mis hijos y a él de paso, pero estar juntos ahora no es la mejor opción de todas.

— Luego de que te fuiste, él sacó a los niños de la escuela porque Jasha casi mata a uno de ellos con una silla, Jadiel es el más calmado, pero era cuestión de tiempo para que también matara a un niño.

— Jasha es así, siempre lo será —rio un poco—. No tenía idea de que él decidió sacar a los niños de la escuela luego de mi partida, esa información no me la dieron y…

— Te largaste en cuanto las cosas se pusieron feas —Tahir le recordó—. Eso de irte estuvo mal, sabiendo que dejaste a tus hijos, a tu vida y de paso al hombre con el cual te ibas a casar.

— Jedward está mejor sin mí ahora —dijo con pesar—. Necesita de alguien fuerte, que pueda ayudarlo y que no agache la cabeza cuando las cosas se pongan difíciles, yo no soy esa mujer que él necesita en su vida…

— Eres eso y más, pero te das a la tarea de hacerte ver menos porque las personas te juzgarán sin mucha culpa —él la miró mal—. Mi mejor amiga debe aprender a crecer…

— Crecer es la cosa más difícil de todas —se rascó la punta de la nariz—. Yo no puedo ser la mujer que él quiere en su vida, por la simple razón de qué con cada cosa que pasa, ya tengo la cabeza agachada, sin poder decir o hacer nada al respecto, lo lamento, pero es de ese modo.

— Las cosas nunca se van a poner bonitas…

— Lo sé, ¿crees que es fácil para mí el hecho de que siempre están esas personas diciéndome que soy algo que es un pecado?

— Pero…

— Desde que tengo uso de la razón, mi destino ha estado escrito, porque hasta contigo me iba a casar —bufó un poco enojada—. Mi madre esperaba un niño, salí yo de metiche, el hijo del abuelo Will quiso utilizar a mi madre para sus beneficios y al final murió mi hermano antes de nacer… yo solo quiero estar bien conmigo misma, ya no soporto mírame en el espejo y saber que soy la causa de las desgracias en mi familia.

— Dicen que ahora los reporteros quieren saber de ti —Tahir se puso de pie—. Desapareciste y no han podido saber de ti en ningún momento…

— No lo sabrán a menos que se pongan a revisar cada cámara de seguridad que haya en este hospital o que la tía Grace le diga al mundo que estoy en Inglaterra.

— No le dirá nada a nadie, pero llámalo o se volverá loco.

Asintió estando de acuerdo con él, debía llamarlo en algún momento de su estadía en esa clínica. Se despidió de él con un abrazo y fue al jardín con los otros. Se sintió más tranquila cuando vio el paisaje… Su tía Grace le estaba ayudando más de lo que debería y no podía darle la espalda en ese momento. 

Dos días atrás, en el avión lo pensó varias veces antes de tomar ese vuelo y abandonar a sus hijos como lo hizo. Si Jedward se los quería quitar en algún momento, con justa razón… tenía mucho derecho a hacerlo y ella no podía hacer nada más que quedarse en silencio.

Por el altavoz, la llamaron para que fuera a su primera charla con la psiquiatra del lugar. Con un largo suspiro, caminó por los pasillos, hasta llegar al consultorio y tocar la puerta para lo mismo que le tocaría en los próximos meses.

Dos horas más tarde, estaba de regreso en su habitación. Para su buena suerte, tenía todo lo necesario para poder comunicarse con su familia y eso era muy bueno en ciertos puntos.

Marcó el número que ya se sabía de memoria y esperó unos cuantos toques antes de que alguien tomara la llamada. Para su mala suerte, quien tomó la llamada fue Jedward, mismo que no se notaba del todo feliz.

Yo…

¿Para qué llamaste?

Solo deseo saber cómo están los niños —murmuró, un poco incómoda—. No he sabido nada de ellos desde que…

¿Ahora ellos son realmente importantes para ti?

Son mis hijos y es más que obvio de qué son relevantes para mí —se sentó en la cama, dándose cuenta de que extrañaba a ese sujeto—. ¿Y tú…?

¿Por qué me dejaste otra vez? —preguntó interrumpiéndola—. ¿Qué hice mal para que no confiaras en mí?

No hiciste nada malo, fui yo quien no pudo seguir aguantando más cosas —jugó con las tiras que encontró en la cama—. No sé qué más pueda hacer para…

Regresar, es lo único que debes hacer en estos momentos —él literalmente le estaba rogando—. Podemos… podemos arreglar las cosas entre nosotros, con los niños y contigo aquí, no te vayas, te lo suplico por lo que más quieras que te quedes conmigo.

Lo siento, Jed —ella sintió un fuerte nudo en la garganta—. Necesito estar bien, sabes que uso drogas para que no me vean colapsar y ese polvo que me echaron fue todo lo que necesitaron para joderme…

Dasha…

Lo lamento, siento tanto nunca poder ser la mujer que esperabas en tu vida y entenderé si quieres estar con otra persona…




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