Ámame otra vez

51. Jasha y sus golpes.

Movió el lápiz entre sus dedos, antes de comenzar a dibujar las pequeñas partes que le faltaban de su boceto. 

Luego del juicio, decidió tomarse un tiempo para aclarar sus ideas, denunciar la escuela en la que estaban sus hijos anteriormente y proponerse que ya debía dar una última lucha con Dasha, porque ella era la única mujer que su corazón, mente y cuerpo querían en su vida. 

Hablaba con Dasha cada noche, antes de que ella se fuera a dormir, para saber cómo era su día en esa clínica y siempre recibía las mismas palabras de la rutina. 

Él, al igual que su familia, se sintieron mal, ya que Dasha nunca demostró que le hacían ese tipo de cosas en la escuela, mucho menos que la usaban como títere de boxeo de esos creyentes.

— Hola, cariño —Nicole entró a su oficina, y le dejó una lonchera con comida—. Te noto más tranquilo que antes…

— He estado haciendo algunas cosas en estos días, debo volver al trabajo —dejó el lápiz a un lado—. ¿Y tú?

— ¿Viste las noticias?

— No, ¿qué debo ver?

— Pues que otro más desapareció y ahora que se suicidó por arte de magia —respondió ella—. Habla con tu padre, no sé qué me ocultan ustedes dos, pero ya me estoy hartando. Presiento que debe ser por lo que dijeron antes…

— No te lo diré, lo lamento —dijo Jedward, negando con la cabeza—. No es mi lío, ya no puedo hacer nada más que callar y eso es todo.

— Lo voy a investigar por mis propios medios —le apuntó su madre—. Si me llego a enterar de que es algo malo, te sacaré de mi testamento, le daré todo a Jadiel y ese engendro del mal que tienes como hija también se pudrirá contigo.

— En la vida no puedes ser tan cruel, soy tu hijo —se levantó de su asiento, y corrió a abrazarla—. ¿Qué clase de madre eres?

— La única madre que vas a tener en toda tu vida —Nicole correspondió el abrazo—. Te amo, cariño, pero recuerda que Kendri y Asya también son mis hijos.

— Ya ellos trabajan, y recuerda que solo te pedí uno, no que me trajeras dos demonios —besó su cabello—. Te amo, mamá, sin embargo, no puedes dejarme a Jasha para mí solo, esa niña es el diablo.

— Es tu hija, es obvio que será el pequeño engendro del mal que no podrás dejar de querer —se separó un poco de él—. Espero que las cosas se arreglen de una vez por todas en esta familia, porque en cada generación, todo parece ir de mal en peor.

— ¿Comenzando con quién?

— Ya sabes los nombres —le dio un golpe pecho—. Mejora las cosas, y recuerda estar listo esta noche para la inauguración del hotel.

— Sí, ahí estaré.

Su madre salió de la oficina, y él regresó a terminar los bocetos. Después de aplazar durante tanto tiempo la inauguración, era hora de regresar a los reflectores, solo esperaba de todo corazón que su hija se comportara lo mejor que podía para no tener que pagarle a su tío Damon.

Horas más tarde, se marchó de la empresa, rumbo a su casa, para prepararse para esa noche. A la hora acordada, ya se encontraba a la espera de que sus hijos estuvieran listos, pero conociendo a la princesa que tenía, él tuvo que lograr sacarla del baño para colocarle la ropa, por el hecho de que ella no quiso salir hasta que se sintiera cómoda.

— Este proyecto es de mamá —dijo Jasha, desde el asiento trasero—. Ella fue quien decoró ese lugar como si fuera un palacio.

— Mamá no puede venir ahora, porque está en una clínica enferma —le recordó Jadiel, antes de ver que ella tenía el cinturón bien puesto—. Compórtate como se debe y no seas molesta como siempre.

— Yo no soy molesta, soy la persona más hermosa que verás en toda tu vida —Jasha le sacó la lengua a su hermano—. No trates de robarme los reflectores, no te queda.

— Bueno, de todos modos, eres pequeña, no te verán mucho, ya que, si lo hacen, tendrán dolores de espalda —Jadiel se encogió de hombros—. Olvídate de que te verán, no pierdas el tiempo.

— Voy a crecer, me comparé un esposo y tú no podrás hacer nada para impedirlo, porque él será mío —ella le dio un golpe en el brazo—. Es por eso que te vas a morir solo, sin amigos y sin nada.

— Ya lo veremos, por qué le diré a mamá que me dé todos los regalos que le dio el tío Kiral…

— ¿Sabes lo que es? —preguntaron Jedward y Jasha al mismo tiempo—. Quiero saber.

— No, es un secreto entre mamá y yo.

Tanto padre e hija miraron con cara de pocos amigos a Jadiel, ya que ni Kiral y Dasha tenían planes de decir cuál fue el fabuloso regalo que el mayor le dio sin que ella hiciera ningún esfuerzo. En cuanto llegaron al hotel, ya estaban todos los reporteros a la espera de que llegaran los invitados.

No vio en ningún momento las redes sociales, por el hecho de que no quería arruinar más de lo que ya estaba su maravillosa noche o eso era lo que pretendía hacer. Bajó primero del auto, cuando su chofer le abrió la puerta, y luego fue por su hijo… Jasha… ese pequeño demonio bajó como si fuera toda una princesa que no necesitaba de nadie para sobresalir entre todas las personas.

Tuvo que cargarla, en el momento que un grupo de reporteros se acercó a ellos de inmediato, lo cual le asustó a tal punto de que los guardias que su tío puso en la entrada tuvieron que ayudarlos a entrar.

— ¡Papá! —gritó Jasha, cuando alguien la agarró del brazo—. ¡Suéltame! 

Levantó la mano y le dio un fuerte golpe en el rostro, tumbándole en el proceso la cámara. Los reflectores fueron a parar hacia ellos, cuando ella repitió la acción, pero en la otra mejilla del sujeto que tuvo la osadía de seguirla agarrando. No podía soltar a Jadiel, ya que este lo estaba abrazando y si Jasha continuaba haciendo eso, solo sería un titular más en la prensa y otra vez su apellido estaría manchando.

Caminó lo más rápido que pudo con la ayuda de los guardias, y una vez dentro del hotel, pudo respirar en paz.

— Debiste decirnos que estabas cerca para ir a socorrerte —dijo Liam, tomando a Jasha en brazo—. ¿Está todo bien?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.