Ámame otra vez

55. Invitados de honor.

Pasaron al menos unos pocos días desde que se inauguró el hotel y las reservaciones estaban muy presentes, al punto de que su tío no tuvo abasto con el dinero que se estaba lavando en ese lugar. Aunque todo parecía ir bien, él presentía que le faltaba un pequeño extra, ese algo que no estaba a su lado.

Desde hace un tiempo atrás, tenía una presión en el pecho de que algo no andaba bien, que su familia estaba ocultándole algo y más cuando le dijeron que irían todos a visitar a su tía Grace en el palacio real. Se suponía que solo era él la persona que iría, no todos…

— Señor —el chico lo miró con pena—. Creo que debo irme de aquí lo antes posible… su hija está asustando a mis amigos e hice lo que me pidió…

— ¿Qué le dijiste? —preguntó Jasha, sorprendido—. ¡Habla conmigo!

— No grites o te mando a una escuela militar —siseó Jedward hacia su hija—. Le dije que no te hiciera caso, porque eres una niña y él ya es un adulto —chasqueó la lengua—. Lo estás asustando con tus estupideces de niña que no rompe un plato, y la verdad es que ya estoy un poco harto de esto.

— Yo lo quiero comprar para mí —Jasha pateó el piso, y luego abrazó al chico por las piernas—. Puedo mantenerte, así como en las novelas, dime que sí, y te saco de pobre.

— ¿Cuántos años tiene? —el pobre chico levantó las manos, para no tocarla—. Dice muchas cosas…

— Cumplirá seis en unos pocos meses o semanas —quitó a su hija otra vez—. Ve con tus amigos, lamento los inconvenientes.

— Sí, con su permiso…

— ¡Si te vas, te robaré para mí…!

Jedward contó hasta diez, y se la llevó hasta su oficina, en dónde la podía mantener a raya lo que quedaba del día. Todo estaba bien, solo quedaría ese viaje a Reino Unido, buscaría a Dasha y al fin podría decir que estaba tranquilo.

— Nos iremos de viaje, no seas una persona molesta como hasta ahora, por el amor de Dios —pidió él, dejándola sobre su escritorio—. Hiciste lo mismo en el hotel, saliste en todos los medios y ahora tenemos que andar pagando, no sé qué porque la pequeña princesa se dio a la tarea de molestar a medio mundo.

— Es que no me ayudas en nada, no me sirves ni como padre y lo detesto —hizo un puchero, y luego miró hacia la maqueta—. ¿Por qué eso sigue ahí?

— No he podido terminar ese proyecto —respondió, mirando todo eso—. Comencé a crearlo hace seis años, fue de la nada que salió.

— Imaginé que había sido mamá que te lo había dicho —Jasha movió un poco la cabeza—. Cuando llegamos, ella te dijo algunas cosas… ¿No lo notaste?

— ¿Me dijo algunas cosas? —preguntó mucho más confundido que antes—. ¿Qué clases de cosas me dijo que no le presté atención?

— Sobre las decoraciones del exterior —respondió llena de obviedad—. No es tan difícil darse cuenta de que ese sitio ella lo dibujó antes.

Silencio, fue todo lo que pudo hacer ante las palabras acertadas de su pequeño demonio de cinco años. A lo mejor debía ser una broma o algo que dejó pasar de su pasado, porque ese proyecto era algo muy personal de él y nadie tenía conocimiento de eso. Bufó un poco exasperado, de todos modos, ya estaba cansado de ese día en el trabajo.

Las personas de su alrededor preferían mantener la distancia entre él y su familia, muy pocos inversionistas legales por así decirlo, deseaban continuar con los proyectos, preferían perder su dinero a tener tratos con él. En parte, se sentía culpable, porque su padre, Volkan, luchó por levantar su propia empresa y él, en menos de un año, la tenía por el suelo con todo y el apellido.

Su madre, Nicole, era la que menos problemas tenía, ya que consiguió mantener su propósito en el mundo de la moda y ese tipo de cosas.

— Cuando piensas en mamá. Te pones medio estúpido —dijo Jasha, ladeando un momento la cabeza—. ¿Qué te tiene tan pensativo al punto de que te olvidas de tu propia hija?

— Nada me tiene pensativo en este momento —Jedward boqueó cansado—. No he sabido nada de tu madre en los últimos días, y eso me tiene inquieto.

— Papá dijo que la tía Grace dio la orden de que ya nadie llamara a mi mamá en la clínica —replicó su hija, un tanto pensativa—. ¿Sabes a qué se debe eso?

— Lo más seguro es que sea por algo sin sentido o eso es lo que creo —repuso, encogiéndose de hombros—. Vámonos a casa, debo hablar de algo importante con mis padres.

— ¿El amor de mi vida trabajará en esta empresa? —preguntó, ladeando un momento la cabeza—. Lo pregunto, porque…

— Necesita el dinero, le di trabajo como diseñador por un tiempo —le puso los zapatos a su hija—. No quiero que el pobre chico termine por demandarme, ya tengo suficientes problemas actualmente como para terminar cargando contigo en el proceso.

— Espero de todo corazón que él se case conmigo, porque tendrás que aguantarme siempre —Jasha levantó los brazos para que la cargara—. La verdad es que no entiendo cómo es que la gente puede vivir por tanto tiempo en la pobreza.

— Esa misma pregunta me la hacía a tu edad —la cargó y apagó todos los dispositivos—, pero aquí me tienes, aguantándote solo porque tu madre no conocía el aborto.

— Escuché que el aborto es malo, ¿qué es? —rodeó el cuello de su padre con ambos brazos—. ¿Es algo malo?

— Tan malo que en estos momentos lo único que deseo es lanzarte desde el último piso de este edificio —masculló entre dientes—. Eres una cosita muy molesta.

— Soy tu hija, no puedo ser molesta —ella le pellizcó las mejillas—. Le agradezco a mi mamá que saqué lo hermoso de ella, porque tú eres muy feo y viejo, y tienes como cien años más que ella.

— Es que tú me pones más viejo con tu presencia, engendro de satanás —quitó sus manos—. Jadiel es el niño más tranquilo que puede haber en la tierra, no se mete en problemas, en cambio, tú. Siempre quieres tener la última palabra en todo y es realmente molesto cuando lo haces.

— Yo nunca he sido molesta en nada —Jasha hizo un puchero—. Cuando se terminen mis clases, vendré todos los días a verte, te lo juro.




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