Ámame otra vez

59. Lo mataré.

«Por muy raro que fuera, Tahir no confiaba del todo en su familia, al punto de que cuando ellos le dijeron que podía irse y qué cuando la boda se llevara a cabo dejarían libre a su pareja, pues se sintió feliz… fueron algo fugaces, porque cayó en la realidad de que jamás lo serían.

No podía darle ese tipo de vida al hombre que amaba y en Rusia era difícil hacerlo por las creencias religiosas de muchos. En cuanto el hombre salió de esa bodega con cara de pocos amigos, supo que todo se fue a la misma mierda. Que nada tenía sentido y que su felicidad se fue con las siguientes palabras que le dijo.

— Lo sentimos, encontramos un cadáver dentro y queremos que lo identifique, por favor —pidió como si fuera un lamento

Eran los hombres de William, el abuelo de Dasha los que estaban ayudando con todo lo relacionado con su secuestro, pero sentía que si entraba a esa bodega se iba a morir y no precisamente de algo bueno.

Cuando era niño, le dijeron que los hombres no lloraban, porque es cosa de débiles, que era el rey del mundo y que toda Rusia sería de él y de paso, gran parte de América, pero falló miserable al reconocer la sortija que tenía esa persona que lo miraba sin vida.

— Es él —se dio la vuelta y caminó con pasos decididos hasta dónde se encontraba su auto. 

Era el día de su boda, su traje estaba impecable y ni hablar de que le haría eso a Dasha. Ella era un ángel que estaba siendo usado por cuestiones de moral y que desde niña le llenaron la mente de cosas estúpidas sobre la religión y que en muchas ocasiones era ella la culpable.

Amaba a sus padres, fueron los que le dieron la vida, pero el amor entre padres e hijos tenía sus límites como todos. Revisó las llamadas de sus padres, iba unos minutos tarde, pero le daba igual. Condujo con mucha cautela hacia la iglesia, para calmar sus nervios, sin embargo, tuvo que detenerse en un semáforo en el momento que las lágrimas bajaron sin poder evitarla.

Debió ser más fuerte, luchar por él, porque estaba muerto por su culpa y ni siquiera pudieron decirse los te amo suficientes como para que fuera su final. Contó hasta diez mentalmente, y se dijo a sí mismo que podía con eso, que tenía que lograr su cometido.

— Llegas tarde —dijo Sandra, tomando del brazo a su hijo—. Los invitados llegaron y preguntaron por ti.

— ¿En dónde están Dasha y su familia?

— Los niños están en la iglesia, sus padres en otro lado y Dasha esperando el inicio de todo esto —ella festejó un poco—. Es la celebración del milenio, hijo.

— Ya me la quiero imaginar —susurró, y se soltó—. Debo decirle algo a Jadiel y a Jasha —se aclaró la garganta—. Es algo un poco personal.

 — Claro, puedes ir con ellos.

Asintió mirando a los niños y tuvo que poner su mejor sonrisa antes de enviarle un mensaje a la persona que le daría punto final a su familia.

— Hola, niños —se agachó a la altura de ellos—. Quiero que vayan con su madre y la saquen de aquí con mucho cuidado.

— ¿Con mamá? ¿Pasó algo? —le preguntó Jadiel, asustado—. Ella no se quería casar, pero…

— No te preocupes, hagan lo que les diré y listo.

Les explicó a los niños todo lo que debían hacer, al punto de que ellos fueron de inmediato con su madre. Detuvo a un grupo de guardias que querían colarse, por lo que esperaba que ellos tuvieran algo de tiempo para sacarla.

— ¡Nos han tendido una trampa! —gritó su padre, saliendo de alguna de las habitaciones de la iglesia—. ¡Nos vamos!

— Claro…

Vio a un grupo de hombres entrar a la iglesia y él aprovechó para ir hasta el campanario del último piso con un solo objetivo. Miró con orgullo cómo Dasha salía con su familia de ese sitio, y él no pudo evitar sonreír sin darse cuenta.

Miró al cielo por última vez antes de susurrar:

— Te amo, Jules».

Jedward se pasó una mano por el cabello, sintiéndose el peor hombre de todos. Hasta sus hijos lo odiaban por lo que acababa de pasar en la iglesia y él no tenía cara para decirles que todo estaría bien. Su estado de embriaguez se le fue de un momento a otro, por lo que no tenía que preocuparse por un buen rato, sin embargo, Tahir había muerto y su cuerpo se encontraba en la morgue de ese hospital. Los padres de este fueron llevados a la orden, por lo que su abuelo se encargaría de todo.

Jadiel estaba sentado con su tío Liam, mientras su mirada se encontraba perdida en un punto fijo del piso, y Jasha durmiéndose en los brazos de su abuela Carmen. Todo lo que estaba pasando era su culpa, las señales estaban ahí, pero nunca las vio cómo debía.

— ¿Alguien más sabe de esto?

— No, nadie más sabe de esto —responde Liam, apretando el puente de su nariz—. ¿Mi hermana nunca intentó hablar contigo?

— No…

— Sí, la vez que la viste con el vestido de novia —se metió Natacha, parándose frente a Jedward—. Corrió detrás de ti, ya que quería explicarte todo, sin importarle lo más mínimo que pudiera pasarle esto.

— Ella…

— ¿No te das cuenta de qué todas las desgracias pasan por tu culpa también? —Natacha parecía querer matarlo—. Dasha solo hace las cosas pensando en otros, hasta se olvida de ella al punto de poner su vida en peligro…

— No es cierto… —intentó intervenir Volkan—. Dasha es una adulta…

— ¿Pensaste en eso cuando le dijiste que Jedward no avanzaba por su culpa en la escuela? —le apuntó—. Fuiste parte de toda esta mierda de igual modo que esos creyentes. Dasha fue manipulada desde que era una niña y nadie le ayudó a salir de su trauma. Solo yo —se apuntó a sí misma—. Ahora no quieran venir a echarle la culpa de que debió hablar… Fueron más de veinte años de daños psicológicos, ¿creen que de la noche a la mañana se irá? ¿Qué en unos meses se le borrará todas las cosas que le hicieron?




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