Convénceme de que eres inocente

Capítulo 1: Mi celda

Intento controlarme, pero no puedo dejar de temblar mientras espero a que las Guardianas regresen para proseguir con el interrogatorio. Tengo la vista clavada en la sucia pared de enfrente y en el póster desgastado que cuelga en ella. Había muchos pósters iguales en la escuela primaria cuando era una niña, servían para enseñarnos cómo funciona el Buen Régimen. Un inevitable suspiro se me escapa, ahora no estoy tan convencida como antes de que el Buen Régimen funcione. Al fin y al cabo, me detuvieron por error.

Todo el cuerpo me duele, a las Guardianas les encanta usar sus látigos sobre mí para forzarme a hablar; es que no entienden que yo no tengo nada que confesarles ¡yo soy inocente! No tengo cómplices, ni conozco dónde ocurren las reuniones clandestinas de Salamandras. Mis piernas están a punto de fallarme, no sé cuánto más voy a aguantar de pie, pero si las Guardianas regresan y me ven sentada sobre el suelo me van a hacer pagar por ello. Tengo que aguantar, pensar en otra cosa para mantener la mente ocupada en algo que no sea mi dolor físico. Para distraerme, leo el póster que tengo enfrente por milésima vez.

 

           LOS DISTINTOS MINISTERIOS DE AEQUITALIA.

           MINISTERIO DE LIBERTAD: educa a nuestros niños.

           MINISTERIO DE PRENSA Y PROPAGANDA: difunde la verdad.

           MINISTERIO DE LA VIDA: cuida de nuestra salud.

           MINISTERIO DE LA MUJER: se encarga de nuestra población fértil.

           MINISTERIO DEL ORDEN: lucha en contra de nuestros enemigos las Salamandras.

           MINISTERIO DEL CASTIGO: hace pagar a las Salamandras por sus fechorías.

 

Antes de que pueda seguir leyendo las descripciones de nuestros ministerios, la puerta del cuarto se abre. Aprieto los dientes, no estoy lista para continuar. Dos Guardianas entran y me miran con desprecio.

—Regrésala a su celda, ya me aburrió —le dice una a la otra.

El aire regresa a mis pulmones, me siento aliviada, por hoy ha sido suficiente. Una Guardiana me toma del brazo y me arrastra fuera del cuarto de interrogación y de regreso a mi celda. Una vez que estoy dentro, azota la pesada puerta de metal haciendo un estruendo insoportable.

 

Me acuesto sobre el suelo de la celda e intento no pensar en cómo me duele cada centímetro de mi cuerpo. Mi mente comienza a vagar y el recuerdo de mi madre me llega de repente. Estos días he pensado mucho en mi madre, en su enorme sonrisa de dientes perlados perfectamente rectos, en la línea de su mandíbula que siempre envidié por no haber heredado, en su revoltoso cabello negro rizado que sí heredé; su hermoso cabello normalmente alborotado por el viento pues odiaba sujetarlo y que ahora solo puedo ver como ese día: lleno de tierra y sangre. Pienso en sus ojos cafés y en la manera en la que dejaron de brillar para que no me cupiera duda de que estaba muerta. Quiero borrar esa imagen de mi mente, quiero que me abandone esa sensación de estar apresada contra el pavimento, no pensar en el Caimán que me tenía sometida y vertía amenazas en mi oído mientras yo lloraba la muerte de mi madre.

—Tus alimentos, sujeto 133738.

La voz áspera de una Guardiana anuncia que es la hora de comer. Abre un pequeño compartimento a los pies de la puerta de mi celda e introduce la bandeja con lo que pretende pasar por comida.

Mi nombre es Alina Arriaga, al menos así era hasta hace tres semanas. Ahora soy sujeto 133738. Si se me olvida, las Guardianas se aseguraron de quemar el número en mi piel, para que no me quepa duda de que ya no soy Alina.

La bandeja hace que la pequeña celda apeste a caldo de pollo. Puedo comerme el caldo ahora mismo y librarme del hedor o seguir tirada en el suelo hasta acostumbrarme y no notarlo más. Estos días me decanto por lo segundo. ¿Qué sentido tiene comer si pronto he de morir? Eso es lo que les pasa a los traidores al Buen Régimen, las Salamandras: una vez que decimos todo lo que sabemos sobre otras Salamandras somos eliminados para no causar más problemas.

Ignoro cuánto tiempo más seguiré aquí. Han pasado tres semanas desde mi aprehensión y no parecen tener prisa por eliminarme. No lo entiendo, ya les he dicho todo lo que tenía que decir, que no era nada porque yo jamás fui una Salamandra de verdad. Ellos no me creen, me detuvieron en medio de los disturbios, estaba parada a lado de una de líder Salamandra y eso es evidencia suficiente para considerarme una Salamandra también. Es que no entienden que la líder Salamandra era mi madre y que la última vez que la vi tenía ocho años. Fue una imprudencia, la vi a la distancia y no me importó que estuviera arrojando granadas al edificio del Ministerio de la Libertad, la necesidad de verla de cerca fue más fuerte que mi sentido común.

Recuerdo que mi amigo Dimitri me estaba llamando frenéticamente para detenerme para que no me acercara al tumulto, pero yo lo ignoré y seguí caminando en dirección a mi madre. Tal vez fue una grosería de mi parte dejarlo atrás, después de todo, me había llevado en su auto a hacerme la prueba de fertilidad en el Ministerio de la Vida. Ese día era mi cumpleaños numero 19 y Dimitri iba a invitarme a cenar para celebrar. Era una especie de primera cita, aunque en teoría tenemos prohibido salir en citas hasta que nos entreguen nuestros resultados de la prueba de fertilidad, pero entre Dimitri y yo siempre hubo química desde que entramos a la misma escuadra y ya no quería esperar más.




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