Correr hacia ti

Capítulo 52. Eres el amor de mi vida.

Aquel beso terminó cuando irremediablemente se quedaron sin aliento. Pero Dereck no quería ni podía detenerse. Miró el rostro femenino que ardía, vio sus labios entreabiertos, su respiración entrecortada y sus ojos cerrados... y eso sólo lo puso más a tope. Necesitaba hacer suya a esta mujer con urgencia, no fuera a ser que se le escapara nuevamente. Y volvió a besarla, reconociendo esa boca cuyo sabor y textura jamás había logrado olvidar. Fueron demasiadas emociones contenidas y enterradas por tanto tiempo... la explosión de ambos era inevitable y sólo ellos sabían el fuego que les consumía desde adentro sin compasión. Camila se separó de la boca masculina sin fuerzas y escondió el rostro en aquel pecho amado que parecía un volcán a punto de entrar en erupción. Sin proponérselo, comenzó a llorar, era demasiado fuerte lo que estaba experimentando y sabía que había sólo una forma de dejarlo ir. La boca del hombre siguió pegada en su cabello y sus manos recorrieron su cuerpo por encima de la ropa, haciéndola temblar de pasión. Ese olor... el de ambos... esas pieles... el roce... los suspiros... Era imposible controlarse, había que buscar una salida. 

—No sabes cuánto deseé esto... y por cuánto tiempo...—ella lo escuchó susurrar fuera de sí— sencillamente... no puedo... tú eres mi amor... a quien único he querido... y no sé... si ha sido una bendición... o una maldición... pero te quiero... y me dueles... y no deseo nada más... que hacerte mía... hasta perder la razón... no puedo deshacer lo que siento... por más que lo intenté... —Camila levantó la cabeza y se perdió en la mirada del hombre,  esa mirada, su mirada; aquella que la llevaba al cielo y al infierno al mismo tiempo. Dereck volvió a besar sus labios, estaba fuera de sí... —Vámonos de aquí... no podré aguantarme mucho más. 

Ella sonrió histérica mientras esas manos fuertes la mantenían presa. 

—¿Y a dónde?— preguntó con voz quebrada por suspiros infinitos— sólo hay agua... por todas partes... 

Él mordió su labio inferior y sus ojos destellaron. 

—Sé exactamente... qué hacer. —Le dijo y tomándola por una mano, salieron corriendo de allí.

—No he vuelto a ver a Camila. ¿Dónde andará? 

Melissa frunció el ceño mirando alrededor entre la multitud alegre y Kevin soltó una carcajada mientras bebía champán. 

—¿No te imaginas?— Su novia lo miró y se encogió de hombros—pues yo sí, porque tampoco he visto más a Dereck. Desapareció como por arte de magia. ¡Puf! 

Melissa hizo un gesto de asombro y rió a su vez. 

—Claro... ya sabía yo que no era tan bruta. 

Kevin la atrajo a él y la besó. 

—Me alegraría muchísimo que esos dos se volvieran a entender— dijo— es una guerra insana que no podría soportar más. Viendo a mi amigo hecho pedazos sin querer reconocer sus sentimientos, en una batalla atroz contra sí mismo... ufff, es desgastante. 

—Te comprendo perfectamente porque lo mismo me ha tocado vivir con Camila. Ella sólo regresó por él, aunque muriera negándolo. Espero que se saquen todo del pecho como dos adultos, y se perdonen por todo el dolor que se han causado a pesar de amarse locamente. 

—Pero Camila no debió irse— observó Kevin— y tú...— miró serio a su novia— viste todo el infierno que vivió Dereck y aun sabiendo dónde estaba no le dijiste... eso fue sumamente cruel. 

—Yo solamente fui su amiga e hice lo que me pidió, tú habrías hecho lo mismo en mi lugar. 

—No si supiera que eso le hacía más mal que bien. Dereck me llegó a preocupar mucho en aquel  entonces. 

—¿Y acaso crees que Cami no pasaba el mismo infierno o que le fue fácil irse? 

—A mí me lo pareció. Le tomó tan sólo unas pocas horas. 

—No Kevin, estás equivocado y el corazón de una mujer no es como el de ustedes, los machos duros; cuando una mujer decide irse es porque ya su corazón no soportaba más. Estuve con ella todo el tiempo en Havre de Grace mientras tu amigo se daba la buena vida y ni siquiera la llamaba. Y no me digas que su padre pues el señor McDowell salió del peligro en unos días. Si ella no hubiera decidido venir habría enloquecido y estoy segura que Dereck le habría seguido dando largas. 

—No— negó el hombre—es cierto que se desentendió un poco pero no estuvo con nadie, no la engañó... sólo se estaba acomodando. Pero ese error le costó carísimo. 

—Bueno, no vamos a pelear ahora por ellos. Camila no quería saber de regresar a este barco y lo sabes, pero si cambió de idea, es porque quiere arreglar las cosas. 

—Yo espero que Dereck comprenda eso. 

Eduard y Charlotte se acercaron a ellos risueños y se sentaron. 

—¿No van a bailar? ¿De qué hablaban?

 Kevin y Melissa se miraron y comenzaron a reír en tanto los recién llegados los observaban con asombro. De pronto una gritería captó su atención. 

—¿Alguien habrá caído al agua?— Preguntó Charlotte preocupada. 

—¡Qué va!— respondió Kevin—si lo que están es riendo a más no poder. 

Con curiosidad se acercaron a la borda y pudieron ver alejándose una pequeña lancha a asombrosa velocidad. Eduard frunció el ceño y entornó los ojos aguzando la vista a través de sus espejuelos. 

—¿Ese no es Dereck?

 Sus amigos prestaron atención pero ya había desaparecido. Se miraron boquiabiertos y comenzaron a reír a carcajadas. Kindle apareció con otros colegas. 

—¿Vieron lo que acaba de hacer el socio principal con nuestra nueva abogada penalista? 

Jajaja. Las risas se descontrolaron y la fiesta continuó como si nada.

—¡Estás loco Dereck!

 Abrazando por la espalda al hombre mientras conducía aquella lancha, Camila reía presa de la más absoluta felicidad. Su corazón galopaba en tanto su cabello volaba al viento en medio de la noche y el mar salpicaba alrededor de ellos como un surtidor. Dereck también reía. 

—¡Te dije que lo que quiero lo consigo, no?! 

—¡Siiiii!! ¡Pero no sabía que podías con una de estas! 

—Si hubiéramos estado en un vuelo comercial nos habría lanzado en paracaídas! 




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