Cuando te fuiste

Capítulo 11

Domingo 27 de octubre, 2013

 

Minerva apenas podía creerlo, esa mujer era brutalmente honesta o demasiado cínica. Un cúmulo de emociones la hizo temblar, no sabía qué hacer ni qué esperar. Tal vez estar detrás de una pantalla a miles de kilómetros le daba la soltura necesaria para confesarle que conocía a su esposo y peor aún desde hacía tiempo, probablemente el mismo que llevaba esperando conocerla. Él debió haberle hablado mucho de ella, descubrirlo la hizo sentir más traicionada que nunca. Sin que pudiera evitarlo, la cabeza se le llenó de escenas ficticias del amorío de Luca.  Imaginó las horas que pasaron juntos, riéndose de ella y su ingenuidad. Se frotó las manos nerviosamente, en el fondo estaba furiosa por la confirmación de todas sus suposiciones. Antes de contactar a Sofía creyó haber asimilado la noticia, pero el engaño de Luca se le iba haciendo más amargo conforme pasaba de simple sospecha a un hecho. Leyó una vez más el mensaje de Sofía y la imaginó riéndose de ella al otro lado de la computadora. En su mente no cabía otra posibilidad, las palabras lo decían todo.

—¿Esperabas conocerme? Sí, claro —soltó con sarcasmo a la pantalla encendida.

Ninguna mujer en sus cinco sentidos desearía tener frente a frente a su rival a menos que quisiera regodearse en su triunfo. Sin duda Sofía deseaba burlarse de ella, era lo único que se le ocurría. Esa mujer era la amante de su esposo, le había robado el amor de Luca y si su plan era humillarla aún más no la dejaría. Entonces sucedió algo inesperado y en su perfil apareció una solicitud de amistad. Para Minerva la española era una imprudente, encima de todo se aprovechaba del concepto de amistad de las redes sociales para continuar atormentándola. A ese punto, el corazón se le salía del pecho y el cansancio se había esfumado. Hizo lo único que podía para llegar al final de todo eso y aceptó la invitación, esperando de brazos cruzados el siguiente movimiento de Sofía. Unos minutos después apareció un nuevo mensaje

Ciao”.

Esa sola palabra escrita en el idioma que tanto amaba le revolvió el estómago. Esa mujer la sacaba de quicio, tenía el atrevimiento de saludarla como si la conversación entre las dos pudiera ser un encuentro amigable.

“Le pido que no me hable en italiano”.

Escribió consciente de su poca amabilidad.

En tanto esperaba revisó la información de Sofía, las publicaciones que se abrieron para ella no eran muy distintas a las que ya había visto en compañía de Eugenia, excepto por un dato que antes no conocía: Sofía estaba casada o al menos eso decía. Minerva sentía que le estallaba la cabeza, cada vez entendía menos, pero se prometió que esa noche averiguaría que unía a Luca con esa española.

“Lo siento, no es mi intención ofenderte. Paolo me contó que te gusta el idioma, creí que podía ser una buena forma de conocernos”.

<<Hipócrita, tanto como él>> pensó Minerva. También la enfadó encontrarse otra vez con ese nombre falso que Luca decidió usar por alguna razón.

“Su nombre es Luca”.

Envió el mensaje sintiendo que llegaba a su límite

“Te equivocas, pero no es algo para tratar por este medio. Me gustaría hablar contigo, tu mensaje me preocupa y también lo que pareces ignorar”.

La petición de Sofía la dejó helada, estaba perdiendo todo control, se sentía en la orilla de un precipicio y a punto de dar el paso final antes de caer al vacío. La mujer al otro lado de la computadora la desconcertaba cada vez más y la alarmó que le expresara preocupación. Por primera vez desde iniciada esa conversación, contempló la posibilidad de que Luca no estuviera con ella.

“¿Qué sugiere?”

Cuestionó luego de unos minutos en los que caminó por la habitación, descalza y llevándose las manos a la cabeza en un intento de ordenar sus ideas.

Lo siguiente que obtuvo fue el nombre de usuario que debía buscar en Skype. Antes de iniciar la videollamada, respiró hondo. Estaba lejos de sentirse preparada para ver a Sofía, aunque fuera de manera virtual. La idea no le agradaba, le incomodaba quedar tan expuesta ante una desconocida que hasta el momento no era otra cosa que la posible razón de que su vida se estuviera cayendo a pedazos. Pero ya se había prometido llegar hasta el final sin importar las consecuencias y lo haría.

Sofía inició la llamada y ella respondió, en la pantalla de su computadora apareció la silueta de una mujer. Tenía el rostro pálido y llevaba el cabello corto, se veía distinta a la de la foto, aunque con la misma sonrisa alegre. Minerva notó que sus ojos brillaban con entusiasmo, haciéndola lucir muy bella. En cambio, ella se moría por dentro, estuvo segura de que su semblante delataba su sentir. Y así era, en la computadora de Sofía se mostró una mujer de gesto adusto y brazos cruzados que la acribillaba con una mirada recelosa.

—Minerva, me alegra verte al fin.

Ante esas palabras amables, no pudo contenerse más.

—¿A qué juegas? —Sofía se quedó pasmada —Por lo único que acepté seguir con esto fue porque necesito saber dónde está mi esposo, si lo sabes te ruego que me lo digas. Eres demasiado cruel, tú ganaste una batalla que yo ni siquiera sabía que luchaba, debería ser suficiente para ti.

Sofía guardó silencio por un largo instante y su entusiasta expresión se transformó en un gesto sombrío.




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