De Nuevo Navidad

Prólogo

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Arturo miraba impertérrito cómo el ataúd donde el cuerpo de Ana, su difunta esposa, descendía hacia la fosa. 

Ella había tenido un accidente de auto bastante aparatoso del que no había sobrevivido y ahora él tenía que enfrentar todo lo que se le venía encima y se sentía furioso, más que furioso por todo esto. Levantó la vista y miró a su alrededor. Los únicos que lo acompañaban en ese penoso trámite, eran sus papás y el pequeño Tobías. Arturo no avisó a nadie de la muerte de su mujer ni permitió que nadie más, de los pocos que se enteraron, lo acompañara al funeral. ¿Para qué? Definitivamente no estaba de humor para recibir condolencias ni falsas palabras de consuelo. Mucho menos podía pretender sentir algo más que rabia, dolor y frustración. Miró a Toby con el ceño fruncido. ¿Qué iba a hacer ahora con ese niño? ¿Cómo diablos iba a poder sacar adelante todo esto?  

El pequeño estaba en brazos de Yolanda, su abuela, recargado en el hombro de la mujer, mirando con tristeza todo. ¿Qué le iba a decir ahora? ¿Cómo explicarle lo que pasaba realmente? ¿Tendría el valor y la sangre fría para hacerlo? 

Cuando la última palada de tierra cayó sobre la fosa, los papás de Arturo se acercaron a él y le entregaron al pequeño. Él, con seriedad y sin decir una sola palabra, lo colocó en el suelo al lado suyo.

— Él no tiene la culpa de nada. — Musitó su madre. — No olvides que es sólo un niño pequeño que acaba de perder a su mamá. No permitas que también pierda a su papá. Tú eres lo único que le queda en la vida. 

Arturo asintió en silencio y, tomando al pequeño de la mano, salió del cementerio rumbo a su auto, sin volver la vista atrás. 

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