Diario de un Onironauta

2.-La noche en que lo conocí y otras más

NOCHE 4

           La cuarta noche que recuerdo fue cuando lo conocí, yo vestía un traje de estilo colonial o incluso más antiguo. Como siempre, cabalgaba en una parcela, luego entré a una casa llena de mujeres que conversaban entre ellas. Pero esa paz acabó durante la merienda. No recuerdo por qué fue la discusión que se inició, pero yo estaba molesta y quise cambiar el sueño y la situación en general. Al no poder, salí de la casa.

Al cruzar el umbral estaba consciente de que era un sueño, aun así me dio impotencia y lloraba. Estaba tan concentrada en huir, que ni siquiera supe con qué tropecé, quizás fuese la abultada falda del vestido que llevaba puesto. El resultado es que terminé de cara en el suelo sobre un charco de barro…

Mi vestido, blanco o celeste, quedó tan sucio como mis dedos. Molesta, golpeé con ambas manos el piso y me hinqué sin ánimo de limpiarme.

         Si bien no recuerdo qué fue lo que me molestó tanto, sí recuerdo que grité molesta al cielo, e intentaba no llorar más. Fue entonces cuando noté la cerca blanca. Tras ella, había un hermoso bosque verde… Dejé de llorar porque me surgió la duda: ¿De dónde salió aquel bosque? Y el sonido de los cascos de un caballo acercándose llamó mi atención.

           De entre los frondosos árboles surgió un caballo que saltó la cerca sin inconvenientes. Un niño bajó de él para ofrecerme ayuda en silencio. Tomé su mano confundida y, una vez de pie, le pregunté quién era, pero él me devolvió la pregunta consultando qué hacía yo ahí.

—Tú no eres parte de mi sueño, ¿qué haces aquí? —Insistí.

—Te equivocas, tú estás en MI sueño.

Volteé, y tras de mí se veía un campo amplio y desconocido. La casa ya no estaba, siendo que no me alcancé a alejar tanto; no hice más que creerle.

—¿Y cuándo salí de mío?

—Si tú no lo sabes… —Dijo, algo divertido.

—Ah… Y ahora ¿cómo voy a volver?

—Te ayudaré… —Respondió amable, creo, quizás dijo otra cosa… pero con la misma intención…

El idioma en lo onírico es más intencional…

Todo lo que vino después me es borroso, excepto su mirada y sonrisa. Si los sueños contaran, diría que fue de mis primeros amigos, porque soñar con él se volvió rutina; una que me hacía sentir completa y nostálgica en la vida. Esa sensación la he sentido sólo con él y una persona más, y lo digo sin algún matiz romántico. Esa otra persona fue la primera amiga con quién compartí un sueño, y fui consciente de ello.

 

Cuando eso ocurrió estaba emocionada por el extraño sueño que tuve; no solo había brujas, sino que me había transformado en un gato y fue atemorizante, pero extraordinario al mismo tiempo. Apenas pude, corrí a su casa para conversar y contarle, pero grande fue mi sorpresa al oír: “También soñé contigo, eras un gato negro… Fue muy raro”.

 

NOCHE 5

Entonces me contó:

—Llegó un gato negro al jardín y lo correteé, pero este no se quería ir. Luego llegabas tú. Al principio noté que el gato negro nos siguió todo el camino. Llegamos a un callejón y me alejé de ti, porque te encontré extraña y cuando insististe en acercarte… El gato te saltó encima, pelearon. Yo salí huyendo. Ese gato me siguió y no recuerdo bien cómo, pero entendí que el gato eras tú y la otra versión de ti era una farsa. Te seguía a tu casa para decirles a tus papás o a tu hermana; te seguí hasta el cuarto de tu hermana y ahí me dijiste que era un sueño, pero por alguna razón no podías deshacer el hechizo de la bruja.

Al final peleábamos con ella y cuando se fue volviste a ser tú misma…

******

           Un sueño compartido es algo muy extraño, pero lo atribuí al hecho de que ella era muy especial para mí, fue así desde la primera vez que nos vimos. Ella jugaba con su padre y su pequeño primo en la terraza y yo pasé en bicicleta por fuera, vivíamos a dos casas de distancia. Tan solo teníamos 7 años. Fue amor a primera vista, pero no del que suelen imaginar. Recuerdo cómo algo se removió en mis entrañas cuando la vi, una ola nostálgica y un deseo inevitable de acercarme. Un deseo tan fuerte como grande era mi timidez. Pasé de largo, una, dos, tres veces… Volvía a pasar llevada por esa necesidad de acercarme que no podía controlar, y seguía de largo sin decir nada, porque no tenía el valor necesario para hablar. Pero bastó una sonrisa y una palabra de su padre para darme pie a decir aquel “hola” que nos convirtió en inseparables por ocho años.

Lo que no entiendo es, ¿por qué no volvió a pasar con ella, pero, sí con aquel chico que desconozco? ¿Será acaso, porque ella suele soñar en blanco?          

NOCHE 6

           No recuerdo todas las noches en que lo he visto, sé que fueron varias en mi infancia, pero, la segunda o tercera vez que lo vi la recuerdo bien…

Me había quedado dormida en un viaje, iba en un bus amarillo junto a varios otros alumnos. Al principio me sentí desorientada porque no recordaba por qué estaba ahí. Tardé un poco en orientarme con que estaba en un paseo escolar con varios otros alumnos. El bus se quedó varado y nos bajamos, al ver a los chicos conversando y a los adultos mirando las ruedas, me di cuenta de que estaba en un sueño. No fue difícil darme cuenta: no hay buses amarillos en Chile y la calle de asfalto estaba vacía, el paisaje alrededor tenía muchos arbustos verdes y, al final, terminaba con el comienzo de un maizal. No puedo describir la belleza que había ahí… Más que en el paisaje, estaba en la mezcla que hacían los colores. Al final del paisaje algo diferente había, dejé a todos atrás por buscar el límite en él. Llegué hasta el campo de trigo para notar el abrupto cambio entre el paisaje de arbustos y el maíz. Este se extendía cerro abajo olvidando por completo la carretera, y poco más allá mi vista se detuvo en las luces de un parque de atracciones con sus banderillas. Extrañada, miré a mis espaldas, seguía allí el bus, pero al frente había todo un escenario diferente y desconocido.




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