El amante infernal (libro 2)

Quebrantamiento

Las criaturas sobrenaturales rodean a nuestros amigos, babean con la sangre que les

escurre de las heridas provocadas por sus afiladas garras, hambrientos, molestos y

rabiosos esperan la orden de su creador para poder devorarlos.

Alejandro se mantiene erguido, concentrado, los alaridos dejaron de hacer efecto en él

y mira a su alrededor, clavando su mirada en el Wendigo.

—¿Tuviste que armar tu propio ejército usando personas inocentes? ¿Tanto miedo nos

tuviste demonio? —le pregunta Alejandro con enojo.

—Sabes mejor que nadie que mi especie es rencorosa, además, los humanos nos

pertenecen, podemos hacer con ellos lo que nos plazca, ¡empezando con esos

desdichados y terminando con ustedes!

El Wendigo pega un enorme salto y se abalanza contra Alejandro separándolo del

grupo.

—¡Señor! —grita Blander preocupado.

—¡Amo! —Dafne se distrae y es atacada por uno de los quebranta huesos, pero Levy

se interpone y recibe un arañazo en su lugar.

—¡No se distraigan! ¡acabemos con estas escorias para poder ayudar al jefe!

—¡No son escorias! Son humanos…—expresa Blander dolido.

Dafne, Levy, Blander y Alejandro se habían estado cubriendo de sus golpes más nunca

los atacaron, no se defendieron, tenían la fuerza para enfrentarse a ellos, pero no la

voluntad, sabían que esas criaturas hambrientas eran humanas, no tenían idea si

volverían a la normalidad o si estarían malditos de por vida, pero no tenían el coraje de

lastimarlos…

—¿Cómo vamos a vencerlos si no podemos hacerles daño? — pregunta Levy mientras

enfrenta a uno de ellos.

—No lo sé…solo nos queda resistir hasta que encontremos la forma de acabar con el

Wendigo. —le responde Blander con frustración.

—¡Ay! ¡No podremos retenerlos toda la noche! —manifiesta Dafne furiosa.

—Tenemos que intentarlo, por lo menos hasta que el amo acabe con el demonio

principal, estoy seguro de que tampoco quiere lastimarlos.

Levy, Dafne y Blander se miran sus heridas, por suerte son superficiales, pero no están

acostumbrados a sentir dolor, ni a sangrar, es extraño ver que no pueden regenerarse,

es terrorífico saber que ya no son inmortales y que deben procurar salir vivos de esta

batalla.

Por otro lado, Sifri corre a gran velocidad, el frio es descomunal y su pecho comienza a

arder y le falta el aire, ser humana es limitante y también lo resiente, en otros tiempos

podría encontrase con Ginebra tan solo con percibir su olor y ahora parecía que había

llegado demasiado tarde, a lo lejos ve a Ginebra la cual esta tirada en la intemperie y

cubierta de sangre.

—¡Ginebra! —Sifri se apresura y la toma entre sus brazos con urgencia.

—¿Qué es lo que hiciste?... —Sifri mira a su alrededor y se percata de que había

molido algo en aquella piedra y cae en cuenta de que Ginebra ha ingerido la perla

sanadora.

—Ginebra…

Ginebra seguía inconsciente, escuchaba los gritos de Sifri como vagos ecos en una

cueva lejana, se encontraba descalza en un lugar oscuro y lleno de neblina, pareciera

que estaba caminando sobre el agua.

—Alguien susurra mi nombre…debo estar agonizando…esto parece un puente entre la

vida y la muerte…

Ginebra mira a su alrededor y todo esta oscuro, pero al avanzar un poco más empieza

a escuchar una voz familiar.

—Pudimos hacerlo Lilith, podremos dormir un rato…

—¿Lía? —Ginebra mira hacia sus pies y de repente las aguas se convierten en una

especie de espejo y puede ver a la aprendiz de bruja quien se esconde en una cueva,

Lilith tiene su forma de lobo y la rodea para mantenerla caliente.

Ginebra estaba en una especie de limbo, un lugar donde están las personas que se

encuentran luchando por su vida, las que agonizan y las que se quedan en coma.

—¿Por qué estás tan sucia? ¿Por qué tienes todas esas heridas?... —Ginebra cae en

cuenta de la situación en la que se encuentra, puede ver el mundo espiritual, aunque

aún no puede tocarlo.

—Entonces aún no he muerto…

De repente el lugar donde se encuentra se distorsiona y parece que una gravedad

extraña la eleva, pero al mismo tiempo cae y su rostro vuelve quedar en el piso y es ahí

donde su corazón se llena de angustia.

Una delgada tela la separa de Alejandro, su esposo se enfrenta salvajemente con una

criatura espeluznante.

—Alejandro…

 

Sus ojos se abren llenos de miedo al ver como las garras de aquella bestia le rasgan el

pecho a su amado.

—¡Alejandro! —la visión que tenia de Alejandro desaparece de la nada y su corazón se

llena de angustia y desesperación.

—¡Maldición! cómo puedo ser tan débil, la vida de mi esposo corre peligro y yo estoy

aquí sin poder hacer nada…—Ginebra se lamenta y llena de dolor se reúsa a terminar

de esa forma.

—Lo único que quiero es serle de utilidad…aunque sea solo por esta vez quiero ser de

utilidad para él… ¡por favor! ¡no quiero morir siendo una carga!

El dejó de ser un rey por mi… abandonó su inmortalidad para poder estar junto a mí…

¿Qué he hecho yo por él? Solo le he causado problemas…por eso tengo que

sobrevivir, tengo que ser una con la perla…

De repente, el ruido de algo recorriendo las aguas llama la atención de Ginebra, quien

se limpia las lágrimas al ver que algo se mueve debajo de ella.

—¿Sirena roja? —Ginebra toca las aguas al igual que la sirena y al juntar sus manos

Ginebra se sumerge en las aguas.

Por instinto Ginebra aguanto la respiración, pero se dio cuenta de que podía respirar

sin ningún problema y entonces alguien toca su espalda con delicadeza, era la sirena




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