El oro no lo es todo

Capítulo 4. Los errores.

¿Quién no se ha desesperado en un atasco? Estar dentro del coche y sin apenas avanzar. Era la tónica diaria de la mayoría de los que cogen el coche, para ir a trabajar a capital. Gor seriamente estudiaba la posibilidad de comprar un helicóptero, pero pensándolo un poco más, aparcó esa idea. Así por lo menos estaba poco tiempo en casa con Alexia, porque de lunes a viernes se quedaba en su apartamento en la capital.

Su teléfono sonó, Gor echó un vistazo rápido a la pantalla y vio el nombre de la persona, que llamaba. Él hizo una mueca.

– Sí, – haciendo clic en el volante, Gor respondió a la llamada.

– Cariño, ¿cuándo volverás a casa? Tenemos invitados en dos horas.

Él podía sentir su irritación incluso a través del teléfono, se desbordaba y llenaba el aire del auto.

– Estaré allí pronto, no sé, estoy atrapado en un atasco.

– ¡Ven rápido!

– ¡Joder, no puedo teletransportarme! – respondió bruscamente – Estoy en un atasco, te dije. Puedes recibirlos tú misma, se te da muy bien hacer de anfitriona, yo llegaré cuando pueda.  

– ¡Como siempre! Tú solo buscas escusas, para no estar conmigo, – chilló Alexia y colgó el teléfono.

 Nada nuevo. Con cada año que pasaba, él soportaba su presencia con más dificultad.  Apretó más el volante. ¡Qué cansado estaba de todo! Parecía que, desde aquel día, cuando supo del casamiento de Misi con el pintor, él se sumergió en la oscuridad.

El atasco se hacía eterno. Los coches estaban parados durante cuarenta minutos. Todo seguía igual en la capital cultural. Todo esto le empezaba a cabrear cada vez más. Después de otro cuarto de hora, finalmente los coches comenzaron a moverse. Resultó, que hubo un accidente adelante, varios conductores no supieron compartir la vía. Después de pasar por la escena del accidente, todos comenzaron a moverse más rápido.

Alexia llamaba al celular una y otra vez, pero él la ignoraba. Sabía lo molesto que era para ella, pero él de todos modos continuaba sin responder. No quería pensar en ella. ¿Y pensaba en Misi?

Si, casi cada día, porque cada noche estaba con ella, si no tomaba las pastillas para dormir. Aunque el dolor de la perdida, ya no era tan agudo, pero el vacío en el alma le quedó, sin que nadie lo pudiera rellenar. ¿La culpaba? Solo una vez, cuando vio su foto feliz con su marido y su hija, pero entendió, que, si él no fuera tan cobarde y egoísta en aquel momento, esa niña sería su hija y no de ese italiano.

Gor llegó a la casa con una hora de retraso. Alexia ya estaba lista, con su impresionante vestido y con la bronca preparada.

– ¿¡A ti, te da igual, que va a decir la gente!? – empezó ella.

– Alexia, estoy muy cansado, y da gracias, que llegué a tiempo, – con maldad dijo Gor, cortando de inmediato, su intento de empezar una pelea verbal. – ¿Dónde está mamá?

– En el salón grande con Gordon, – respondió su esposa.

Gor ni la miró, pasó directamente a ver a su madre.

– Hola, mamá. ¡Feliz cumpleaños! – dijo él y la besó en la mejilla.

– Por fin llegaste, pensaba que te importaba poco tu madre inválida, – pronunció Margarita exagerando.

Casi no le quedaron secuelas del ictus. Simplemente se cansaba más rápido.

– Hola, Gordon. ¿Qué tal estas? – dijo Gor a su padrino. – Te veo muy bien, parece que los años no pasan por ti.

– Porque vivo feliz y tranquilo. – respondió el hombre sonriendo. – Quiero invitar a tu madre a mi rancho, pero dice que no puede dejarte solo.

– Mamá, es una idea estupenda. ¿Por qué no vas a pasar el invierno a Australia?

– ¿Para qué? Me quieres mandar tan lejos, ¿porque tú te ya cansaste de mí?

– ¡Mamá no digas tonterías! Solo quería que cambiaras de aires.

– No quiero cambiar de aires, quiero tener nietos, mientras viva y tu no estas por la labor, – reprochó Margarita al hijo.

– No tengo tiempo, ya sabes, la empresa come todo mi tiempo. – excusó Gor.

– ¿A quién vas a dejar la empresa, si no tienes herederos? – exclamó su madre.

Menos mal que en este momento llegaron otros invitados y ese tema se paró en seco, porque no quería herederos, sino hijos y solo de una mujer, la que perdió.

Alexia estaba espléndida en su papel de anfitriona, buena esposa y maravillosa nuera. Su vida de casada casi cumplía todas sus expectativas. Tenía dinero, una inmejorable posición en la sociedad, el tiempo para sus cosas y buena relación con su suegra, aunque Margarita insistía cada vez más en los nietos, pero Alexia le echaba toda la culpa a la ocupación excesiva de su hijo en la empresa.

Tampoco ella tenía ganas de tener hijos, estaba en lo mejor de su vida. La señora Celin era la persona más deseada para cualquier portada, las invitaciones para las fiestas, banquetes, presentaciones, estrenos y cosas así siempre estaban en su escritorio. Al casarse con Gor, que era una “misión imposible”, más su belleza y manera de estar la mantenían en el pódium ganador de la alta sociedad los últimos cinco años.

La única vez que ella estuvo a punto de perderlo todo fue cuando Gor, después de dejar de beber, le avisó, que quería divorciarse, pero su suegra y la suerte estaban de su lado. Gor se olvidó de divorciarse, aunque, en realidad ya lo estaban.




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