El Último Hechicero

Capítulo 17

Poco a poco la ropa que llevaba puesta y que le suministraron en la Catastrófica Casa de Llamas se iba desgastando con las actividades que realizaba para subsistir. Su camisa estaba rasgada en algunas partes, su pantalón demasiado sucio y en conjunto, olían a humo. El tiempo no marchaba a su favor ya que el clan sabía su localización. Tenía que pensar rápido y marcharse lo más pronto posible de allí. No sólo el clan de hechiceros podía buscarlo, sino también el ejército de su hermano. No estaba seguro de las intenciones del clan, pero sí de las de Wheeler. Tal parece que la rivalidad entre ambos estaba muy marcada, como lo estaba su brazo.

No pudo evitar preguntarse qué fue de su padre. Aún lo recuerda y al final, perdona todo el engaño que le causó, porque a pesar de que sabía lo que realmente era, lo había protegido y cuidado como si de un auténtico hijo legítimo se tratase.

Después de haber transcurrido días soleados en la cueva, justo el día de hoy estaba nublado y oscuro, hasta amenazante de comenzar una tormenta. Estaba atardeciendo y parecía ser un típico día frío de invierno. Sullivan encendió una fogata con sus propias manos. El contacto con la naturaleza potenciaba aún más sus habilidades mágicas, y para él, esto se volvió algo completamente normal.

Estaba sentado frente a ella y no hacía más que pensar que rumbo tomar. Todavía desconocía la zona alrededor de Dock Ward y el bosque parecía muy extenso, pero no tenía elección. Huir es lo último que le quedaba para resguardar su vida de sus enemigos.

Comenzó a preparar sus herramientas para marcharse de las cercanías del estanque donde una vez fue capturado. Algo en su interior se removía de inquietud. Presentía que estaba siendo observado. Con más ímpetu, comenzó a buscar todas sus herramientas. La tormenta, como era de esperarse, empezaba. El viento se arremolinaba a su alrededor y el humo negro de la fogata se extendía por el cielo. Temió haber llamado mucho la atención así que la apagó. Podía jurar que oía el crujir de ramas. Alguien estaba en las cercanías.

El peligro estaba acechándolo y lo peor era que él estaba consciente de ello. Cargando consigo lo necesario, comenzó a abandonar su lugar en el bosque. Ese crujir de ramas empezó a desvanecerse con el fuerte ruido del viento que lo acompañaba a su lado.

Se encontraba tan confundido, huyendo de donde supuso que era espiado, que llegó a un camino sin salida. Un árbol de gran porte y espesuras a su alrededor le impedían el paso. Una carcajada a sus espaldas lo puso en alerta. Al darse la vuelta, los reconoció.

—Sullivan... Tanto tiempo...

—¿Has olvidado a tus amigos? —preguntó uno desenvainando un puñal.

Él los miraba incrédulo. Eran los amigos de Wheeler, sus compinches, con quienes frecuentaba siempre la taberna, aunque lucían sus vestimentas algo diferentes. Vestían como soldados. Estaban lejos de su habitual vestidura, pues tenían complementos de seguridad propios de batalla y, a juzgar por sus miradas, venían en busca de problemas.

—Te hemos buscado por todos lados, hechicero —dijo uno con desprecio.

—Ahora sí no tendrás escapatoria —sentenció el otro.

Ambos se acercaron intimidándolo con sus puñales a la vista. Sullivan no hacía más que retroceder. Sus reflejos estaban a flor de piel, ya que, en un momento preciso, esquivó cuando ambos quisieron cortarlo. Así vinieron más y más intentos en los que Sullivan se limitaba a esquivarlos. Era fuerte, pero su resistencia no aguantaría por mucho.

—La suerte está a tu favor, pero no durarás así eternamente —estalló uno de ellos en risotadas.

—Wheeler tenía razón. Era más cobarde de lo que imaginábamos —ambos rieron.

Esto último enfureció a Sullivan, quien se dispuso a pelear. Se acercó descuidado tan pronto que recibió un corte transversal a lo largo de su abdomen. Los amigos de Wheeler silbaron y continuaron atacándolo. En un descuido, logró robar el puñal que había escapado de la mano de uno de ellos. Con la suerte de su parte y la sangre hirviendo en sus venas, logró efectuar un corte a lo largo de la pierna del desarmado, quien abandonó el combate cojeando y dejando a su amigo.

El otro aún continuaba armado y peligroso. Sin embargo, no lucía tan temible como antes y sus ataques ya no eran tan certeros. Sullivan, en defensa propia, logró herirlo de una punzada hasta que cayó sobre sus rodillas.

—Bien jugado —dijo cayendo al suelo.

—Yo lo siento... tanto... —se arrepintió Sullivan soltando el puñal y contemplando en sus manos la sangre de otro ser vivo.

Se concentró en los ojos de su rival que le miraban con desprecio aun pisando las puertas cercanas de la muerte. Sullivan nunca había asesinado a nadie y, aunque esta fuera la primera vez, nunca lo olvidaría.

—¡Sullivan!

«Esa voz».

—¡Wilty! —pronunció en cuanto giró y le vio con sus ojos humedecidos de cometer tal atrocidad.

—El clan... te busca. Te están buscando todos. Debes venir conmigo.

Sullivan se quedó estático mirándolo con rencor para luego desviar su mirada.

—Sé que he sido un monstruo para ti, pero... es que... creí que eras...

Justo cuando iba a responder a su acusación, vio a Wilty cambiar la expresión de su rostro, pasó del arrepentimiento y se endureció en una de tensión.

—¡Cuidado! —alcanzó a escucharlo exclamar, pero Sullivan ya estaba en el suelo.

Ocurrió todo en una fracción de segundos, tan rápido, que lo escuchó quejarse de dolor.

—¡Wilty! —apenas pudo decir.

Le había protegido con su cuerpo de una dura puñalada por parte del sujeto que creía tendido en el piso.

—¡Maldito! —dijo Sullivan lleno de furia, pero fue al auxilio de Wilty.

Con cuidado, apoyó su cuerpo sobre el suelo colocando su rodilla para que le sirviera de apoyo. Ambos lo escucharon reír. Sullivan se giró para verlo.

—Wheeler los va a matar a todos, todos los de tu clase, hechicero —dijo escupiendo sangre—. Empezando por ti —amenazó abandonando este mundo.




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