El Último Hechicero

Epílogo

No imaginó que, a medida que bajaba del volcán, todo su clan estuviera allí abajo esperándolo. Las lágrimas descendieron y se abrieron paso libremente por sus mejillas cuando vio a su verdadero padre y a Cleantha. Llegó a ellos corriendo y los abrazó derrumbándose en el suelo.

—Lo hecho, hecho está, Sullivan. Ya pasó —le dijo Brydam palmeando su espalda.

—Ahora ya estás con nosotros. No correrás ningún peligro. Nunca más —le prometió Cleantha secando sus lágrimas.

Las lágrimas eran incontenibles así que Sullivan lloró dejando salir completamente todas sus emociones. Poco a poco, su respiración fue calmándose y les preguntó:

—¿Cómo llegaron hasta aquí?

—Sentimos su presencia. Sentimos a Edwam. Dudo que no haya una sola alma en Babhur que no haya sentido su presencia —dijo Brydam.

—Vamos, Sullivan. Tenemos que regresar —le pidió Cleantha con voz dulce.

Todo el clan regresó a la cueva. Ahora todo debía recobrar el sentido.

Al día siguiente, después de lo ocurrido con Wheeler, unos consejeros del castillo se hicieron presentes buscando a Sullivan. Él salió a recibirlos y escuchó atento aquello que tenían para decirle.

—Venimos con una petición muy beneficiosa para usted, Sullivan Hart.

—No me llamen así —contestó con sequedad—. No soy un Hart.

—Lamento si le ofendí. Mis disculpas —dirigió una reverencia—. En la actualidad nadie conoce más del castillo que usted mismo. Nos preguntábamos si aceptaría comandar Babhur ahora que su hermano ya no está entre nosotros.

Sullivan se concentró en el rostro del consejero que le hablaba. Lo reconoció y no era ni más ni menos que el gran hombre de negocios que se burló de él alguna vez.

—No. Rechazo su excelentísima oferta, pero yo me quedo aquí.

—¿Prefiere quedarse en esta cueva y no regresar al castillo como rey? —preguntó el consejero atónito.

—Es exactamente lo que estoy diciendo. Largo de mis tierras. Que quede claro que Dock Ward es nuestro.

Los consejeros se quedaron en silencio y, al ver la severidad de las palabras de Sullivan, se marcharon para no regresar nunca más.

En ese momento, Sullivan necesitó despejar su mente paseando por los relucientes jardines de rosales que con tanto mimo cuidaba. Cleantha y Nara fueron a buscarlo.

—Gracias por quedarte con nosotros —le dijo Cleantha.

—¿Cómo no voy a quedarme? Por fin estoy en mi hogar.

Cleantha abrazó a su hermano. Luego se acercó Nara.

—Estoy tan orgullosa de ti —dijo depositando un beso en sus labios.

—Esperen. ¿Y eso? —preguntó Cleantha asombrada.

—No te enojes —le pidió Nara.

—Perdona si aún no te lo he contado —intervino Sullivan.

—Estoy... estoy... —Cleantha no hallaba la palabra adecuada para describir cómo se sentía, mientras que a su lado estaban malinterpretándola—. ¡Estoy emocionadísima! —gritó saltando de alegría.

Sullivan y Nara fueron sonrientes a su lado y los tres se abrazaron.

En los días siguientes, Sullivan se hizo presente en el castillo. Absolutamente nadie, esperó su presencia allí.

—Sabía que no nos defraudarías —dijo el consejero con una cínica sonrisa—. ¿Has venido a reclamar el trono?

—Nada de eso. Quiero alguna prueba que certifique que Dock Ward nos pertenece y que no volverán a usurpar nuestros terrenos.

El consejero cumplió con lo que Sullivan pedía y firmó aquella escritura.

Antes de marcharse del castillo de Babhur, Sullivan fue hasta donde trabajaba con Nelson Barnes para despedirse.

—¿Sullivan? —preguntó sorprendido abriendo la puerta de su hogar.

—Soy yo. He venido a despedirme.

—Así que es verdad que te marchas de aquí.

—Nelson, sabes que nunca pertenecí aquí. Por fin encontré mi propio destino.

—Me alegra escucharlo, muchacho.

Ambos se dieron un gran abrazo.

—Supongo que esto es un hasta siempre.

—Vivirás en mis recuerdos. Gracias por todo —dijo Sullivan.

Se marchó del bosque donde tanto había trabajado y siguió su camino hasta la cueva. El lugar al que ahora pertenecía.

Era cierto que aún quedaban algunas cosas que arreglar, pero nunca se visualizó un futuro tan próspero y prometedor para el clan de los hechiceros desde que habían encontrado a Sullivan, a quien tanto habían estado buscando. 




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