En manos de la bestia

Amenaza celestial.

 

Todo se complicaba cada vez más, Artemis era la reencarnación de la madre luna, la cual estaba siendo manipulada por un demonio celestial que quería acabar con el astro rey y yo era la espada que estaba destinada a acabar con su vida para regresar el equilibrio a nuestro mundo, estaba claro que nuestro enemigo había jugado bien sus cartas, tenía mucha ventaja sobre nosotros, este no se trataba de un problema ajeno, el sol era vital para nosotros, para cualquier ser vivo, no podíamos dejarlo pelear esta batalla solo, debíamos unirnos para poder sobrevivir a la noche sangrienta.

—El conteo ha comenzado, la luna se ha manchado de rojo y solo es cuestión de días para que se termine de teñir de carmín, entonces ella despertará con la ayuda de su amante cósmico. —dijeron los hijos del sol antes de desaparecer en un aro de luz.

—¿Cuándo volveremos a saber de ustedes? —les preguntó Arnes al ver como se desvanecían.

—Vendremos con un ejercito solar en dos días, creemos que es el tiempo que nos queda para combatir al enemigo. —respondieron ellos antes de desaparecer.

—Dos días… —Linéa apretó los puños y un gran silencio se apoderó del ambiente, los tres clanes estaban desconcertados con la noticia, el tiempo que tenían para prepararse para la catástrofe era limitado.

—¿Qué vamos hacer? No lograremos estar listos para defendernos contra ese demonio. —decían algunos con el alma llena de angustia.

—¿Y si es nuestro fin? —murmuraron involuntariamente los vampiros más jóvenes, la incertidumbre no los dejaba pensar con claridad.

Entonces, el rey Odegar apretó los dientes con fuerza y su corazón habló por si solo.

—Tendremos que salir victoriosos con lo que tenemos ¡esta es nuestra oportunidad para escupirle a esa bruja en la cara y maldecirla por todo lo que nos ha hecho! ¡Ármense de valor! Si vamos a morir tratando de ser libres… entonces no me importaría que mi existencia quedara varada entre la tierra y el fango ¡con tal de no seguir sumergidos y olvidados en esta eterna oscuridad lucharía contra cualquiera que se oponga en mi camino hacia la libertad! ¡así que no se acobarden! ¿me escucharon?

Los ojos de los vampiros se llenaron de un fuego que devoró sus miedos dejando en su lugar las cenizas de aquello que les impedía ver con claridad, ver a su líder decidido a guiarlos a la exhumación de su inmortalidad.

—Odegar tiene razón, no es momento para lamentarse por la falta de tiempo, a lo largo de los años hemos demostrado de que estamos hechos, cada uno de los tres clanes se compone de guerreros altamente capacitados para pelear esta batalla, soy testigo de lo feroces que pueden llegar a ser cuando pelean por sus territorios, llegó el momento de combatir la batalla de nuestras vidas ¡Ahora ya no hay más clanes divididos! ¡a partir de ahora trabajaremos juntos y nos convertiremos en un solo clan que se niega a perder ante el demonio celestial! ¡la verdadera amenaza ha sido revelada y vamos a destruirla! ¿están conmigo? —declaró Arnes levantando su puño al cielo y al unisonó gritaron los clanes motivados por el deseo de sobrevivir y fue entonces que, por primera vez en la historia, fuimos uno solo.

La asamblea terminó en un acuerdo unitario que se convirtió en una alianza temporal en lo que erradicábamos al verdadero enemigo, el demonio celestial era un enigma, más allá de nuestro entendimiento, no sabíamos a que nos estábamos enfrentado, ni siquiera éramos conscientes si podríamos vencerlo, pero él tampoco nos conocía, creía saberlo todo de nosotros, pero estaba equivocado.

Mientras los tres clanes regresaban a sus territorios, para preparar a sus guerreros y su armamento, algo sobrenatural los observaba desde el cielo, estaba sentado sobre una nube gris, era un hombre alto y delgado, media alrededor de tres metros de altura, su piel era grisácea, era calvo, no tenía cejas, una gema rojiza se posaba en medio de su frente y usaba una túnica negra que aprecia estar hecha de vapor, poseía dos alas del mismo material que su túnica y sus ojos eran amarillos y brillantes, en su mano derecha llevaba un báculo dorado con varios anillos y tenía un halito oscuro y siniestro, además de que tenía extrañas letras tatuadas de pies a cabeza como si fuera ceniza lo que lo plasmaba.

—Que graciosos insectos, son como un hormiguero que se dispersa asustado, los pobrecillos piensan que pueden enfrentarse a un ser ancestral como yo, me dan lastima y a la vez ternura, ellos no son mi verdadero objetivo, sin embargo serán afectados por mis planes, es una lástima que las criaturas prehistóricas de este mundo vayan a perecer en tan poco tiempo, vayan y beban todo lo que puedan, acuéstense con sus mujeres, coman de lo mejor de sus mesas, disfruten de sus placeres, por que en cuestión de horas, todo lo que conocen llegará a su fin, el astro rey caerá para ser devorado por mí, el demonio celestial, la estrella más brillante de todas. —externó aquella criatura dibujando una siniestra sonrisa en el rostro y entonces desaprecio en un viento veloz como el humo de un cigarro.

La luna parecía nostálgica, cada segundo la teñía más de sangre, era cuestión de tiempo para que su espíritu despertara, por otra parte, el sol permanecía en su brillante y ardiente trono con sus hijos de luz que le llevaban las noticias de lo que había ocurrido con los clanes de la tierra.

—Hemos conseguido una alianza, los tres clanes pelearan a nuestro lado para vencer al demonio celestial, no tiene de que preocuparse majestad, no estamos solos.

—No me preocupa mi soledad en la batalla, si no el hecho de que el demonio celestial nos lleva ventaja desde hace miles de años, sedujo a mi esposa y la volvió en mi contra, contaminó su mente y la convirtió en mi enemiga, le susurró al oído prometiéndole algo que yo no le podía dar, hijos que al final terminarían odiándola por la cruel madre en la que se convirtió.




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