Esposo comprado

Capítulo 24

Estaba tan cansada, que ni se dio cuenta de que estaba cambiada de ropa, limpia en las partes de su cuerpo, qué pensó que estaría sucia al día siguiente y con una persona que la tenía abrazada con un poco de fuerza, qué ni notaba qué el día estaba por terminar.  Ella no había probado un bocado por el cansancio de su cuerpo y mente por la actividad de la noche anterior.

Arqueó un poco el cuello, sintiendo una molestia en el mismo y en cualquier parte, literalmente hablando. Alguien en un momento determinado de su día, le limpió bien el cuerpo, puso algo en su… en su anastasio… sí, eso mismo y por último varias veces le dieron pastillas que fueron ayudando a que el dolor en esa parte se fuera disminuyendo de a poco.

— Jasha —el susurro lejano de su nombre la asustó un poco—. Ven, tienes que comer algo.

— No…

— Es casi de noche —Kadir la sentó en la cama—. Debes tomarte unas pastillas luego de la comida…

— ¿Me quieres matar con una sobredosis de medicamentos? —cuestionó sin abrir los ojos—. Es la única explicación coherente que encuentro…

— Te di sopa en la mañana —él guio la cuchara hasta su boca—. Ahora te alimento como se debe. No seas como Yara, come.

— Tengo sueño… —bostezó—. Sí, me quieres dar una sobredosis de medicamentos para después decir que la persona que se los tomó fui yo, pero no importa —abrió la boca de manera obediente—. Me gusta ser mimada por mi esposo mantenido.

— No soy un mantenido, solo soy el pobre hombre que compraste a base de engaños para sentirte poderosa —le dio otro bocado de la comida—. Supongo que no te duele tanto como esta mañana que te desperté para comer.

— No, solo siento malestar —ella abrió un ojo—. Ni recuerdo en qué momento terminé en la cama contigo…

— Te desmayaste después de decirme te amo —se burló de ella—. No aguantas casi nada, mujer. Pensar que te jactas de decir que soy un anciano y que no aguanto nada.

— Lo más seguro es que mentiste con eso de tu edad, ya sabes —ella se enderezó un poco—. Ningún anciano de cuarenta aguanta mucho, tú eres insaciable…

— El sexo que tenía con mis novias solo llegaba a uno o dos orgasmos por noche, solamente era el segundo si ellas quieran volver a hacer —confesó Kadir, sin darse cuenta—. Jamás las obligo a hacerlo… tú querías, yo quería, te desmayaste y se acabó.

— ¿Y no te corriste? —Jasha enarcó una ceja en su dirección—. Hay cosas que no entiendo…

— Después de bañarte bien, darte medicamentos que encontré en el baño gracias al botiquín de primeros auxilios —aclaró él, lo último—. Te dejé unos minutos en el sofá y cambié las sábanas por unas nuevas…

— ¿Ves que si te importo? —ella alargó su rostro al de él—. Mi esposo me cuidó posteriormente de darme como cajón que no cierra…

— Tienes un vocabulario un poco extenso para ser una mocosa de apenas veinticinco…

— Pronto veintiséis y no soy una mocosa, mi amor —ella echó su cabello hacia atrás—. Eres un anciano. Debes tener cuidado, porque me sacaste de la cuna —hizo un pico hacia él, el cual pellizcó—. Auch.

— Sí, este anciano, el cual has estado acosando desde que tienes uso de la razón —Kadir se pasó la lengua por los labios—. No seas molesta, Jasha. Come, quiero salir a caminar por la isla.

— No puedo caminar, ni siquiera siento mis piernas.

— No es algo que me importe mucho.

Jasha hizo una mueca, iba a matarlo en cualquier momento, pero decidió mejor no decir nada. Él le terminó de dar la comida y minutos más tarde, se encontraba revisando su equipaje en la cama para ver que se iba a poner en lo que él hablaba por teléfono en el balcón.

Sacó un vestido azul algo escotado, de todos modos los había llevado para provocarlo, aunque sea el último día en esa isla, pero no tuvo que esperar mucho. Agradecía enormemente que él no haya mencionado en ningún momento a Anne, era como si su cerebro la hubiese borrado por arte de magia.

Volvió a sentarse en la cama, torciendo los labios, ya que las únicas veces que disfrutó del sexo anal fue con Joshua, aunque era doloroso, podía aguantarlo. Kadir… él al menos le tuvo un poco de compasión de su cuerpo la noche anterior.

— ¿Ya? —él entró a la habitación—. Mi madre me dijo que Yara se marchó con tu abuela Nicole… que le gustan los diseños de moda…

— Sí, a tu hija le encanta la moda —ella apuntó a sus zapatillas de playa—. Ayúdame, ¿sí? —Jasha movió sus pestañas como si fuera una niña pequeña—. Cuando busqué mi maleta, me dolió la espalda… y ahí abajo…

— Harás que pasemos todas estas horas aquí —dejó el celular sobre la cama—. Yara siempre me pide ropa para sus muñecas, no le prestaba atención por el trabajo. Es por eso que siempre me pregunté qué se quedaba haciendo en su habitación después de la escuela.

— Tenías una rutina de vida un poco extraña —levantó la pierna, para que le colocara la zapatilla—. Pareces un hombre diferente, menos de veinticuatro horas de casados.

— Es que eres una persona molesta a más no poder —Kadir le puso la otra—. ¿Segura que puedes caminar bien? 

— Sí, podré caminar bien.

Jasha se apoyó en el hombro de Kadir, parándose de la cama. Se llevó una mano a la cadera, torciendo nuevamente los labios, y le dio un golpe a su esposo, ya que este se rio. Fueron al elevador de su piso, con ella abrazándolo por el brazo.

— La decoración del hotel está mezclada con la de otros países —Kadir admiró la decoración—. ¿Siempre te ha gustado esto…?

— Sí, la maqueta que tenía mi papá en su oficina la terminé con él luego de que nos mudamos a Londres —ella se apoyó en su brazo—. Yara hizo el intento de hacerlo, pero no le gusta la arquitectura.

— Eso explica muchas cosas de mi hija que me perdí —él suspiró—. Ella te ama mucho, pero ama más el dinero de tu familia que a mí que soy su padre.

— No lo veas de ese modo —subió la mirada hacia él—. Pensaste en mí desde que comenzaste a tener sexo después de casado… tu esposa se enojó contigo cuando gemiste mi nombre o es como pasó con mis abuelas maternas —enumeró—. Ya sabes, Nicole y Natacha son idénticas, pero se llevan como diez o quince años de diferencia…




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