Indagando su oscuridad

Capítulo 39. El húmedo roce de tus labios

Eiren:

Mi cuerpo se sacude bajo su agarre, parezco una desquiciada mientras tomo sus muñecas en un intento de alejar su tacto de mis senos, los cuales son brutalmente estrechados a tal punto de doler. Los gritos no se cansan de salir involuntariamente, mis ojos escuecen por el ardor de las lágrimas retenidas y la sensación de asfixia en mi pecho aumenta con severidad.

Atrapo con mis manos su camisa de azul y blanco y la estrujo, trato de empujarlo pero lo que logro es que su cintura se encaje más entre mis piernas de una estocada. Toma mi cara con fuerza para mantenerla paralizada, luego, pasa su asquerosa lengua por un costado de mi rostro. Una arcada se apodera de mi sistema y la siento salir si no fuera porque él, el monstruo que mantiene su semblante borroso, alza mi cabeza con brusquedad para dejarla caer y atestarla en seco contra el piso.

Mi visión se deteriora y el entorno se vuelve borroso. Veo a mis costados, soltando alaridos mientras siento mi corazón desprenderse por el pavor. Lo que encuentro es a una mujer, cuyo físico yace ausente, expectante a lo que sucede. A su lado hay un hombre, el cual se perfectamente quien es...

Isaac Wagner. Sus ojos marrones disfrutan las acciones del hombre sobre mi cuerpo, sus pupilas se dilatan y su respiración se vuelve irregular ante su goce. Lo veo de arriba abajo con miles de gotas saladas deslizándose por mis pómulos, encontrando un bulto en sus pantalones. Desgañito cuando se acerca hacia mí, agazapándose y tomándome los brazos con robustez para que le deje la batalla más simple a su compañero.

—no, por favor, ¡no! —Jadeo y sollozo, rasgando mis cuerdas vocales en el procedimiento.

—lo disfrutarás, sé que lo harás —pronuncia Wagner con un tono rasposo.

Pataleo cuando retiran mi ropa inferior, dejándome endeble, vulnerable y totalmente desnuda a la vista de los tres individuos.

Por favor, no me lastimen —gimoteo. Grito nuevamente al ver como desabotona su pantalón y saca su miembro punzante. Clamo al ver tal asquerosidad.

—Después de él, vengo yo —declara Isaac.

Alzo la cabeza para observarlo acongojada, demostrándole mi sufrimiento para que tenga piedad y me deje ir, para que me suelte de este calvario. Lo que obtengo de su parte es una sonrisa escalofriante junto a un guiño perverso. Pisa mis antebrazos con sus rodillas para tomarme de la cabeza y hacerme escudriñar la manera en la que el hombre se posiciona con astucia antes de introducir su miembro en mi intimidad.

— ¡no! —vocifero, encorvándome y sintiendo como me rompo en miles de fragmentos.

— ¡Eiren! —exclaman mi nombre a lo lejos.

Me levanto sobresaltada, sentándome de un respingo y tomando mi pecho con frenesí. Jadeo incontablemente para tomar aire y así sosegarme. Observo a mí alrededor desorbitada, asustada y temerosa de que esa pesadilla tan palpable haya sido real. Lloriqueo por el nerviosismo tan latentente que me abarca.

—Eiren, fue una pesadilla. —Giro mi cabeza para ver a Jarel con los ojos más abiertos de lo normal. Luce agitado, como si el proceso de despertarme le tomó mucho trabajo.

— ¡¿fuiste tú?! —Cuestiono en un alto tono de voz — ¡fuiste tú! —bramo, tapando mi rostro para que no vea el estado tan alterado en el que yazgo. Inhalo entrecortadamente y percibo una fuerte puntada en el corazón, un pinchazo adolorido.

— ¿Qué? —Pregunta, descolocado — ¡no! —emite con apuro, intentado tomarme. Me alejo de su tacto como si este quemara —yo no lo hice, acabo de llegar y te vi removiéndote en la cama mientras llorabas.

Lo observo y lo encuentro encogido de hombros.

—Eso fue escalofriante —pronuncia, respirando hasta quedar calmado —pero te lo juro, yo no lo hice.

Y es aquí, en este instante, donde rompo nuevamente en llanto, terminando de expulsar el susto tan espantoso que acabo de llevar. El menor de los Edín se aproxima hacia mí, abrazándome, permitiendo que apoye mi cabeza en la curva de su hombro mientras mojo su piel con mis lágrimas. El desliza su mano derecha sobre mi cabello, acariciándome hasta darse cuenta del estado relajado en el que me encuentro.

—Fue tan real —musito en un gimoteo.

—lo sé, lo viví contigo.

—Jarel. —Sorbo por la nariz y me oprimo más a él —fue ho-horrible —tartajeo.

—estoy aquí, contigo. Nada va a pasarte —me consuela.

—Necesito dejar de sentir por hoy —digo, aferrándome a él. El movimiento de sus carantoñas se detiene.

—No —se niega. Me alejo de él y limpio mis lágrimas.

— ¿no? ¿Por qué? —interrogo con desanimo.

—no está bien. No puedo seguir ocasionándote eso —replica.

—No entiendo —pronuncio, enganchándome a sus grisáceos.

—sí, se siente bien pero básicamente es lo mismo que le hice a Isaac —alega, haciendo una mueca con sus labios.

—Pero... —Quedo cabizbaja —las otras veces no fue así, tú te detenías. —Alzo el rostro y lo veo con la cabeza gacha.

—igualmente, de apoco voy consumiendo tu alma, por eso no sientes por un tiempo hasta que todo regresa —explica, arrebatándome el aliento —claro, cuando lo hacía era una miseria lo que te quitaba.



#172 en Thriller
#79 en Misterio
#349 en Fantasía
#240 en Personajes sobrenaturales

En el texto hay: tristeza, amor, suspenso

Editado: 12.03.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.