La Bóveda Celeste Está Sonrojada

4,Conflictos del Nuevo universo

ESA MAÑANA

      Vería al frente mío el gran atacante del bravucón playero, mi asombro no podía ser mayor, el chico contaba con una risa calmada y una mirada serena que me recordaba a Rodolfo, era el tipo de persona que parecía que hacía artes marciales y tenía el cabello largo y rojo, un color de piel blanco  y unos ojos avellanados.

   Su cabello estaba recogido por una cola de caballo, sus brazos eran fornidos y venosos, su contextura era para atemorizar, pero sus ojos me trasmitieron calma a lo que respiré ondo y caminé hacia el sorteando el cuerpo  del inconciente hasta traspasar el círculo de gente que se había formado por el alboroto usando ya mi autoridad y confianza. Me posicioné a pocos centímetros de este y  después de lamer mis labios para derrotar mi ansiedad digo.

      - Soy el edecan Altair de Psicología, he venido aquí por orden de nuestro honorable director - decía mientras cerraba mi puño con fuerza y lo miraba para imponerme como una mariposa usando sus alas para ahuyentar a su depredador. Dibuje una sonrisa - Por abuso físico y daño a la institución tendrá que presentarse a la oficina de la secretaria.

      - Edecán Altair... escuché tu nombre en algún lado - sus palabras iban en un tono lento pero en el fondo se sentía muy amenazante y sus ojos que me calmaban pasaron a ser muy fijo lo cual me llenó de algo de pánico interno - Acepto mi castigo... pero ese hombre estaba acosando a una chica... solo quise jugar al héroe, para proteger a su integridad.

  Levantó su mano inmensa para señalar atrás y le siguió la corriente, luego de este logré focalizar una chica rubia de blusa rosa y jeans ajustados azul la cual lloraba desconsolada la cual solo articulaba la palabra " gracias " temblorosamente luego este con lentitud puso su otra mano en mi hombro y me dice en voz baja.

   - ¿Vez? La salve no hay ningún villano aquí... lamento la confusión...  - Decía mientras baja la cremallera de su suéter deportivo y su mono del mismo tipo para revelar una especie de uniforme de arte marcial de color negro con una cinta del mismo color. - Tengo permitido el uso de la fuerza para... el bien... todo gracias al director...

- ¿Gracias al director?  De que hablas - Mencionaba sacando al desnudo mi ignorancia.

 - Que mala pata... el director tan enigmático como siempre- decía mientras estiraba su mano y la acomodaba en su cara mostrando su insatisfacción y luego la suelta para verme con una sonrisa y su típica mirada intensa.  - Soy Marcos el edecán de Filosofía y...Letras.

      Mi reacción fue solo un segundo, solo ese tiempo mi cara cambió su expresión y sudé un poco, ese sudor bajó por mi mejilla a la par que me asombró que uno de mis compañeros fuera tan amenazante, realmente daba escolofrios al igual que la sensación del sudor bajando por la mejilla hasta acariciar mi barbilla, el viento y la gravedad hacen una convicción para crear esa gota de agua y sal la cual caería a toda velocidad al suelo mojándolo, al instante del rebote a mi espalda se escucharían los cristales romperse del todo cayendo todos los trozos en el suelo cobijando al bravucón y adornando el pasillo, si el cristal sufrió el mismo efecto que mi tranquilidad por mi autoridad, una ruptura.

        Me da mucho gusto conocerlo - Mencione recuperando mi estabilidad y lamia mis labios para concentrarme. - Acompañe entonces a la secretaria por favor -

       - Claro.... permitame entonces llevar... a la señorita a... secretaria - decía Marcos con su tono típico y calmado - Ven... aquí señorita... hablaremos de lo sucedido... - Decía el mientras estira la mano.

         La chica procede  a corresponder la mano con el aparente maestro de artes marciales que se creía un héroe, ya que acaricia la cabeza de la chica y la alza rápidamente cargándola como una princesa. Ese tipo desprendía una luz hasta incómoda a la vista, ya sin prestarle gran atención movía el cuerpo del bravucón y lo acomodaba en mi hombro como cargando un herido, abría la puerta  y mis pasos hacían que los cristales se quebraran mucho más.

       Ya en ese pasillo, ese gran y largo lugar que me parecía más temible que nunca era que un tipo enorme con mirada de sicario estaba a mis espaldas, no podía ir más rápido por culpa del bravucón.  Cada paso hacia una reflexión nueva de porqué este lugar estaba lleno de fenómenos, subía las escaleras y el empezó a tararear una canción de Lady Gaga  lo cual me hizo pensar que era raro y ya está .




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