Las adversidades de Sara y su fortuna

La señora Corinna y los problemas de Julien

—¡Sara! ¿Ya estás lista? —habló Julien desde el otro lado de la puerta mientras yo me peinaba. 

—¡Ya casi salgo! —avisé y recogí mi cabello. 

Me dirigí a la puerta con mi mochila en mano y ahí estaba Julien esperando. Ambos bajamos a desayunar y salimos a la compañía. Por primera vez me sentía tranquila llegando unos minutos tarde, pues iba con Julien y nadie podía decirme nada, ni siquiera don Douglas. 

Al llegar a la compañía, varios empleados me miraban estar junto a Julien. Fue tan incómodo, que mi jefe se molestó y preguntó si pasaba algo. Los demás siguieron en su oficio y nosotros tomamos el elevador. 

—Me gustó mucho compartir contigo anoche, no me equivoqué al pensar que eres una mujer con la que se puede tener y disfrutar una agradable conversación — comentó Julien —espero que se repita la ocasión, pero la próxima vez, yo iré a tu casa.

—Julien, yo no vivo en un palacio como tú —aclaré —mi apartamento es pequeño y es rentado. No creo que te sientas cómodo allí. 

A lo que mi jefe respondió —Me sentiría cómodo incluso en un sótano si tú me haces compañía.

Cuando llegamos a nuestro piso, vimos que afuera de la oficina de Julien había una mujer de algunos cincuenta y tantos años, casi de la edad de don Douglas. 

—¡Madre! —pronunció Julien —¿Qué haces aquí? 

La mujer se acercó a mi jefe, lo cual me hizo sentir incómoda por su actitud fría. 

—Vine a discutir cierto asunto contigo, Julien —habló tajantemente —hablé con Bettina y quiero que tú me des una explicación. —luego me miró —¡Tú! ¡Muévete! Esto es asunto de familia. 

Me disculpé y me ubiqué en mi puesto. Pude ver que Julien estaba molesto, su rostro lucía distinto; estaba rojo, casi como un tomate y tenía los labios apretados, además, su mirada era aún más penetrante que de costumbre. 

Ambos entraron a la oficina mientras yo iniciaba mis deberes del día. No iba a distraerme ni a procrastinar nuevamente, no quería verme envuelta con mi jefe como aquella vez. En ese momento, Sonja dijo que la mujer era su madre, lo cual ya sabía. 

—¿Sabes, Sara? —dijo —me molesta la actitud arrogante de mi madre en estos días, y estoy por confirmar que lo que dijo Ludwig anoche es cierto. Tal parece que mi madre culpa a Julien por la infidelidad de Bettina. 

—Tiene que ser una broma —comenté —¿Por qué lo culparía?

—Ella siempre ha culpado a mi hermano de las cosas malas que le pasan —dijo con mucha tristeza —por esa razón ella ha discutido fuertemente con mi padre en reiteradas ocasiones y es por eso que Julien ya no vive con nosotros desde hace varios años. El pobre ha sufrido mucho desde que era tan solo un niño. 

Pobre de Julien, comprendo su dolor ya que yo igualmente he sufrido mucho en esta vida a mis cortos veintiocho años. 

—Muchas personas creen que él es feliz por ser millonario —comentó Sonja —Eso es porque no saben nada de la vida mi triste hermano. Él solo quiere ser feliz, y por ir detrás de esa felicidad fue que se enredó con esa sucia Bettina. 

De pronto, don Douglas y Ludwig salieron de la oficina, se veían muy desesperados, así que llamaron a Sonja. y sin tocar la puerta de Julien, entraron a la oficina. Al parecer los Barthel tenían un serio problema familiar. 

—Yo seguiré con lo que me corresponde —susurré ignorando lo que pasaba, pues ese no era mi problema y por lo tanto, no me importaba. Aunque, sentía algo de lástima por mi jefe, pero ¿Qué podía hacer yo allí? Solo era su humilde secretaria. 

Dos horas más tarde, la señora Corinna salió de la oficina de Julien muy enojada, seguida de Ludwig y Sonja. Los tres entraron al elevador y no volví a verlos durante un rato. 

Seguí en mis asuntos cuando don Douglas me llamó. Me levanté muerta de miedo creyendo que había hecho algo mal, pero la pregunta del señor Barthel me agarró fuera de base. 

—Sara, ¿Conoces a Harald Merckel? 

—Es el nombre de mi prometido, señor. 

En eso intervino Julien —¡Te lo dije! ¿Y también culparán a esta pobre mujer de la infidelidad aún cuando ella fue víctima?

Don Douglas me miró fijamente, hasta amusgar sus ojos para después decir —Qué casualidad que tú estés aquí después de eso. 

La expresión de Julien cambió abruptamente, mirando con desaprobación a su padre. 

Allí, pregunté muy molesta —Con el debido respeto, señor Barthel ¿Qué insinúa? ¿Que entré a esta compañía para vengarme? ¿Cuando hasta hace poco fue que descubrí que la tal Bettina es la ex prometida de su hijo? Eso lo supe porque el último día que esa mujer estuvo aquí, la vi junto a Harald a las afueras de la empresa y recordé que era la misma mujer con la que sorpredí a mi ex prometido teniendo sexo en mi propia cama. —suspiré —y si entré a esta empresa, fue porque una vecina me comentó que había una vacante para secretaria. 

Rompí en llanto a tal punto que el señor Douglas se mostró asustado por mi reacción. julien siguió mirando, pero esta vez con enojo mientras que don Douglas agachó la cabeza. 

—Te ruego que me perdones —dijo —he sido un completo imbécil por pensar mal de ti. Por favor, perdóname Sara. 




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