Lección de pecado ❃ Hyunin

♡ :  CAPÍTULO XIX

 

[JEONGIN.]

—Dúchate. —Hyunjin cerró la puerta principal y señaló con la cabeza el corto pasillo de la izquierda.

No te asustes.

Era solo una ducha. Inofensiva. Inocente. Mi piel fría y húmeda se alegró de la idea. No tuvo que decírmelo dos veces.

Me quité el saco y lo dejé en el pequeño sofá. Mientras me dirigía al baño, él cruzó hacia la cocina abierta y sacó una botella de whisky del armario. Su residencia privada se ajustaba a la imagen que había creado en mi mente. Limpia, sencilla y oscuramente masculina. No tenía más que lo necesario. Sillón, mesa, cuarto de baño y dormitorio

Por alguna razón, eso me hizo sentir inmediatamente bienvenido y cómodo.

—Tu piso… —Miré hacia abajo, buscando rastros de aquello.

—Te di una orden, Jeongin. Dúchate.

Su actitud mandona me ayudó a sacudir la tensión de mi cuerpo. Todo lo que tenía que hacer era tomar una ducha. Él se encargaría del resto. Lo necesitaba. Lo necesitaba más de lo que estaba dispuesto a admitir, incluso a mí mismo.

Mientras las suelas de mis zapatos chocaban sobre el suelo de madera, acercándome a su cuarto de baño, el aroma de él recorría mis sentidos. Una masculinidad viril que se filtraba en lo más profundo de mi ser y me llenaba de calor y esperanza. Su presencia hacía imposible no soñar.

En el pequeño cuarto de baño, me adentré pobremente y cerré la puerta. Luego me desnudé. El traje fue a parar a un gancho en la pared. Las bragas de encaje probablemente deberían haber ido al cubo de la basura, pero eran mi par favorito y el más caro. ¿Tal vez podría lavarlas a mano?

Primero la ducha.

Doblé la ropa interior, con orina y todo, en un pequeño triángulo y la puse en el fregadero. Mi cabello, engominado a la perfección, me había llevado dos horas para apaciguarlo. Así que lo dejé, corrí la cortina de la ducha y me metí. Me quedé allí por lo menos veinte minutos. Tal vez más.

Mientras el agua corría, olí obsesivamente su jabón y su champú, saboreando el aroma a cedro. Luego froté el jabón por todas partes, restregando la sensación desagradable y dedicando más tiempo a limpiarme los muslos y las piernas. El vapor me despejó la cabeza y el aroma de su jabón me alivió el alma.

Creo que estoy enamorado de él.

¿Estaba jugando a la gallina gay? ¿Era un flechazo? ¿O algo más?

Creo que, es más.

Esto iba más allá de una atracción física. Él me había abrazado la noche que creí que Kkami y Bbama estaban muertos. Estuvo a mi lado en cada paso de esta noche, durante y después de mi horrible exhibición en el baile. Incluso había estado allí cuando ocurrió por primera vez este suceso.

No me había tratado con asco. No me había golpeado cuando estaba deprimido. Me había prestado su fuerza silenciosa sin juzgarme. Nunca me había sentido tan atraído por otro hombre como lo estaba por él. Incluso cuando era cruel y aterrador. Incluso cuando lo despreciaba. Incluso cuando sentía repulsión por aquello que estaba entre mis piernas. Incluso cuando me obligaba a sentarme en su clase después de la escuela y leer las escrituras en voz alta durante horas. Incluso entonces, lo deseaba de una manera que nunca había deseado a nadie más.

La noche que lo conocí, me dijo que el noventa por ciento de esto era cómo yo reaccionaba. El otro diez por ciento ocurría tanto si me gustaba como si no. Supuse que mis sentimientos por él, esta inexplicable atracción, era el diez por ciento que no podía detener. Eso significaba que el resto dependía de cómo reaccionara a esos sentimientos.

Al cerrar la ducha, me asomé a la cortina para buscar una toalla. Lo primero que noté fue que el traje no estaba. Lo segundo es que no estaba solo. Aparté lentamente la cortina, manteniendo mi desnudez cubierta, y me quedé helado al ver a Hyunjin inclinado sobre el tocador. Con una mano agarrando el borde del lavabo, la otra sostenía mis bragas.

Las bragas mojadas.

—¿Qué diablos? —La vergüenza me recorrió.

Pero había algo más, algo retorcido y curioso en su fascinación por mi ropa interior sucia. Me llenó de oscuro placer.

—Ven aquí. —Pasó el pulgar por el centro con una mirada de profundo y solemne respeto en sus ojos.

Me estremecí y me calenté a la vez. Tomé una toalla de la estantería, me la anudé al cuerpo y me uní a él en el lavabo.

—A veces olvido que solo tienes dieciocho años. —Abrió el grifo y se quedó callado, aparentemente hipnotizado mientras el agua se arremolinaba en el desagüe.

—¿Por qué dices eso?

—Tus reacciones a las cosas, a mí, son tan contenidas y sensatas. Cuando te enfadas, es por algo importante. Algo que importa. Tienes un manejo maduro de todo lo que te rodea. A pesar de las obscenidades que salen de tu boca. —Sus labios se curvaron—. Eres un alma vieja.

—¿Los fluidos corporales te excitan?

—Los tuyos sí. ¿Te asusta eso?

—Depende. —Mi voz tembló con deseo—. ¿Quieres hacerme sudar, orinar, sangrar?

—Sí, tal vez, no. Nunca te cortaría ni desearía verte sangrar de dolor. Odié tu dolor esta noche. —Su mano se hizo un puño en el chorro de agua—. Lo detestaba. No quiero volver a verte sufriendo así. ¿Pero esto? —Desenroscó los dedos y arrastró el pulgar por la mancha amarilla de las bragas. Ya no era tan importante el hecho de que usaba prendas femeninas—. No hay nada vergonzoso ni sucio en esto. Salió de ti, de una parte, tan hermosa e íntima de ti. Representa vida. Tu vida.

Mi respiración se calmó.

Tal vez estaba loco, pero me encantaba eso. Me encantaba que no le diera asco, a pesar de lo que representaba. Esa era la diferencia entre un niño y un hombre de verdad.

Pero con Hyunjin, era más complicado que eso.



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En el texto hay: hyunjin, jeongin, hyunin

Editado: 30.07.2023

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