Ligera y agridulce

Las cosas que dejé por ti: Capítulo 4

Aunque el verano casi finalizaba esa mañana al salir del departamento sintió el aire especialmente caliente. La humedad del salón sin aire acondicionado y la sensación de su comida aun tibia se llevó por completo su apetito, así que sin más deseos que buscar algo de beber se encaminó hacia su jardín secreto. Las hojas y flores secas que se habían acumulado alrededor de sus plantas y arbustos indicaban que nadie había entrado durante las vacaciones, por lo que con mucha dificultad cargó un bidón y al igual que a ella misma abasteció sus plantas con mucha agua, quedándose allí hasta que el timbre de regreso volvió a sonar.

 

Se cambió con rapidez para la clase de deportes, normalmente prefería esperar a que la mayoría de sus compañeras desocuparan los vestidores, pero ahora tenía cierta curiosidad en descubrir cuantas de ellas estaban menos o más delgadas que ella.

 

- Me gusta mucho como lucen tus piernas- se acercó Miu sonriendo.

Desconcertada, sólo le sonrió de vuelta, de todas formas las de ella seguían siendo al menos la mitad de delgadas.

…gracias…  

- veo que al fin estás tomando conciencia de tu cuerpo.

Se sintió avergonzar.

- …bueno…no es para tanto…

- ¿estás haciendo ejercicio?

- algo así…- debió bajar la mirada.

- no tienes que avergonzarte de querer lucir bien- le guiño un ojo- las personas cambiamos.

 

Y por suerte se alejó hacia Yukari, quien a pesar del sol y el calor seguía vistiendo la chaqueta de deportes, por supuesto, su piel era demasiado blanca.  

 

Tras breves instrucciones la profesora indicó dividirse en grupos y ya con un cronómetro en mano algunos de sus compañeros debieron comenzar una carrera. Casi de inmediato la mayoría se quedó atrás, ella notó que en pocos minutos Ryo era el primero en llegar, y aunque hubiese querido sentirse inspirada por ello, sólo dio un par de vueltas con mucho esfuerzo, sintiéndose cansada desde el comienzo, como si no hubiese dormido en años o como si su cuerpo comenzara a volverse difícil de controlar. Antes de lograr terminar debió alejarse buscando un poco de agua. Estaba sofocada, su cerebro amenazó con explotar, las piernas le pesaban y el corazón le latió tan rápido que parecía comprimir los demás órganos dentro de su pecho. Se sentó en una banca haciendo que la profesora la mirara con desaprobación. Y aunque intentó incorporarse, todo en su cabeza giró en cámara lenta, tuvo deseos de vomitar, su vista se nubló y con ese último parpadeo no pudo volver a abrir los ojos.

 

 

Los alumnos miraron sorprendidos a quien se acaba de desplomar, la profesora se acercó rápidamente y la examinó cerciorándose que respirara con normalidad. Ordenó a un par de ellos que la llevaran a la enfermería, quien que descansaba a un lado de la pista, más corpulento, la cargó sin dificultad.

 

- Acompáñalo- le ordenó a Ryo, quien miraba la escena desde la distancia.

 

En la enfermería una joven indicó dejarla en la camilla, para luego tomarle la presión arterial.

 

- ¿Podemos irnos?

 - …necesito saber su nombre.

 -…Ryusaki- respondió Ryo- Ryusaki Hotaru…

 

- bien- asintió entregándole un breve expediente- llévaselo al profesor, sólo es una baja de presión.

 

 

Sin consciencia del tiempo transcurrido sintió su cabeza pesar como una roca, respiró profundo antes de abrir los ojos, de inmediato sintiendo a su lado la presencia de la enfermera, quien con una voz suave le preguntó cómo se sentía.

 

-…Bien…- respondió en pocos segundos- aunque los mareos continuaban.

 - tienes la presión baja…¿te has alimentado bien?

 - creo…creo que fue a causa del calor…- mintió obligándose a sentarse en la camilla, no quiso admitir que pudiese ser por la dieta.

 -…no es nada grave, pero tómate esto- murmuró entregándole una cajita de jugo de durazno y una barra de chocolate.

 

Asintió y se quedó mirando el lugar, el aroma, mezcla de limpiador y medicamentos, de inmediato le recordó a su madre.

En pocos minutos una voz conocida la sorprendió al otro lado de la cortina, aproximándose antes que la enfermera pudiese detenerlo.

 

- ¿Te sientes bien?- la mirada de su amigo reflejaba cierta preocupación, apretó los labios y lo miró sin parpadear.

- …si, no es nada, ya me siento mejor.

 

Sentándose a su lado Keiji la inspeccionó con la mirada.

 

- Ryo dijo que te habías desmayado- musitó haciendo que sus mejillas la dejaran en evidencia.

- …¿Ryo…?

 - debió traerte a la enfermería.

 

Bajó la cabeza avergonzada imaginando una escena donde de muy mala gana la cargaba, y a raíz de eso, si antes le era indiferente, ahora la odiaba.

 

Suspiró antes de incorporarse. Al verla en buenas condiciones la enfermera le entregó una nota con las indicaciones y Keiji la siguió afuera del lugar.

 

Bebió el jugo, Keiji pareció extrañado de que quisiera regalarle el chocolate.

 

- No tengo hambre-sonrió-no te preocupes- aunque seguía deseando probar al menor una tableta.

 -Bueno- se encogió de hombros- ya debo volver a clases, se supone que sólo me escapé al baño.

 - claro…gracias por venir.  

 - no pasa nada- musitó- somos amigos.

 

Se quedó mirándolo y sonrió. Aunque antes que pudiese desaparecer en la siguiente esquina, corrió hacia él, volviendo a avergonzarse.

 

- ¿Estas seguro…que Ryo me llevó a la enfermería?

 -…bueno, eso creo…- murmuró indicando su celular- fue muy considerado al avisarme.

 

  

Aun con el uniforme de deportes caminó hacia los vestidores. En cualquier caso era extraño que Ryo se hubiese ofrecido a hacerlo.

 

Se cambió observando con detención su cuerpo en el espejo, algo ahora inevitable. Los huesos de su clavícula eran prominentes…pero a pesar de lo que había dicho Miu sus muslos seguían más gruesos de lo que hubiese deseado, aun muy diferentes a los de las chicas de las revistas.   




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