Mi amante, el príncipe de jade.

En las manos del tirano.

 

Silfi Coutles, la única y legitima heredera de nuestro pueblo…es más joven de lo que creí, los elfos solemos vivir hasta cinco mil años y llegar a una vejes interna, pues difícilmente nuestra piel se marchita en el exterior, si tienes una buena vida, parecerás eternamente joven, aunque la tierra te reclamará como suyo una vez que roces el limite de edad, cuando hay un elfo de apariencia decrepita es debido a la mala vida que llevó, esto es más probable en aquellos que fueron esclavos, pero ella, es realmente joven.

Galadriel la miró desconcertado, tenía frente a ella a la esperanza de su pueblo, solo Silfi podría reestablecer el imperio élfico gobernando las tres provincias de su nación, la princesa heredera estaba a unos cuantos pasos de distancia.

—Si se la entrego al rey su destino será incierto, no puedo asegurar que sobrevivirá, aun si apelo por su seguridad y hablo con la emperatriz, no sé si el rey aceptará mi solicitud, la princesa podría representar una amenaza para la soberanía del rey de todo, pero si la dejo ir, morirá apuñalada por cualquiera de estos cobardes, no importa por donde lo vea, solo la incertidumbre de su destino está clara, prefiero eso a su muerte, pues con su sangre correrá toda la dinastía élfica y las esperanzas de que nuestro imperio resurja se marchitarán con ella. —pensó para si mismo Galadriel y después de unos segundos, le extendió la mano a Silfi.

Ella lo miró fijamente mientras el viento ondeaba su blanco cabello y caminó hacia él a lo desconocido.

—Viva o muera, cualquiera que sea mi destino, habré salido victoriosa, pero si pudiera ser un poco arrogante…me gustaría sobrevivir y seguir mi camino para convertirme en la esperanza de mi pueblo. —externó Silfi con el corazón acelerado.

—No sé que le espere una vez que tome mi mano princesa, pero seguro será mejor que seguir bajo las costillas de ese animal.

Galadriel miró con desprecio a Legnas el cual se estaba quejando y gimoteaba del dolor que sentía, el veneno era lento, pero al final lo llevaría a la muerte, estaba siendo torturado de manera interna.

—¿A dónde crees que vas infeliz? No vas a dejarme aquí…pagarás por esto… —Legnas se aferró a un extremo del vestido de Selfi y ella se alejó de él golpeándolo con él píe.

—Suéltame…tu ay estás muerto. —le dijo Silfi con molestia.

—No… ¡Aun sigo respirando maldita! ¡te ordeno que me des un antídoto o te juro que…!

—¡Silencio! No tienes ningún derecho sobre la princesa, ella esta muy por encima de ti. —exclamó Galadriel y ató una cuerda a los pies de Legnas y lo amarró para llevárselo a Valeska.

Lo iba arrastrando como si fuera un animal y Legnas gritaba que lo liberara, estaba siendo humillado y su piel se raspaba con la fricción que hacia con la tierra y las piedras.

Silfi tenía las manos llenas de sangre debido a que había apuñalado a su cruel y nefasto marido, el cual solo llevaba este titulo de nombre, pues Legnas y ella nunca habían consumado la relación, él la despreciaba afirmando que le daba asco y buscaba cualquier excusa para humillarla y menospreciarla.

Galadriel notó los nervios en la princesa, pues se le veía tensa, seguro que por su cabeza pasaban mil cosas, además los gritos desgarradores de Legnas no ayudaban a que se tranquilizara.

—Siento que camino hacia mi propia tumba, este elfo tiene razón, nada puede asegurarme que el rey de todo me liberará, ni siquiera puedo esperar que me acepte como una concubina, pues tengo entendido que ha despedido a todas y solo conserva a su preciada reina, que sea lo que Dios quiera y que me de resignación ante la voluntad de aquel tirano. —se decía Silfi en sus adentros.

A donde quiera que miraba había destrucción y muerte, pero aprecia indiferente a ente todo eso, creía firmemente en que se lo merecían, parecía resignada he inexpresiva, cuando de pronto, escuchó la voz de su despiadado padre y sus ojos se abrieron de par en par.

—¡Suélteme bruma miserable! ¡no me toques con esas asquerosas manos de hechicera! —gritaba el único sobreviviente del complot preparado para Valeska.

—¡Arrodíllate ante tu rey bastardo! —le ordenó Beatriz empujándolo de una patada en la espalda y este calló a los pies de Valeska el cual tenía una sonrisa burlona.

—¡Ay! Desgraciada… —murmuró el traidor adolorido.

—Vaya, vaya, miren que tenemos aquí, un delicioso aperitivo, por lo que veo también me han traído a tu preciada hija y a tu supuesto rey jajaja, que risa me da todo esto, todos ustedes son tan patéticos que me hacen reír a carcajadas jajaja. —le dijo Valeska muriéndose de risa y esto hacia enojar más a sus enemigos.

—¡Los elfos somos un imperio independiente de su soberanía! ¡jamás me arrodillaré ante ustedes dioses de porquerí…!

Valeska le dio una fuerte patada en el estómago que le hizo escupir sangre, parecía que le había sacado el alma del golpe.

—Tu cuerpo aparenta ser el de un hombre fornido y joven, pero por dentro apestas a un maldito anciano decrepito, me da asco la idea de alimentarme de ti, llenaré mi estomago con tu vástago tierno. —Valeska atravesó al traidor con su mano perforándole el estómago.

El elfo calló muerto debido al trauma y quedó tendido como un perro ante el rey, Silfi se quedó congelada, mirando la escena fijamente, casi sin respirar y las lágrimas se el cayeron una después de otra.

—Es una lastima que hayas visto eso, princesa, pero tu padre era un desgraciado. —le dijo Valeska mirándola con sus preciosos ojos rojos y añadió. —ahora sigue aquel intento de rey, el muy patético ya se orinó encima jaja, que repugnante.

El rey de todo se acercó hacia su presa y lo miró de arriba abajo con asco y desprecio.

—¿Qué se supone que voy hacer contigo? ¿comerte? No gracias, apestas a orines y lágrimas, además ya estas infectado por el veneno de tu esposa, no tienes nada a que aferrarte, ni siquiera dignidad a la cual acudir.




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