Resplandor Oscuro (serie "Delta 3", nº 1)

Velocidad de escape

Sistema solar, saliendo de la órbita de Marte. El Cisne Negro avanzaba hacia los planetas exteriores a un tercio de velocidad luz para evitar llamar la atención de las autoridades terrestres.
Desde su silla de comando, en el puente de la nave, el capitán Rigel terminaba de revisar el inventario de la carga que transportaba:
—El total es de 517 piezas —dijo.
—Correcto. Todo parece estar en orden, capitán —le reportó Spica desde la bodega de la nave—. Cuando la FDT descubra que perdió esto no va a estar nada feliz; y cuando averigüe que fuimos nosotros...
—¡Bah! «¿Qué le hace una mancha más al tigre?» —le respondió despreocupado él—; es imposible estar en nuestra línea de trabajo sin hacerse de cierto prontuario criminal... Cuanto antes lo asumas, tanto mejor será para ti, Spica.
—Si mal no recuerdo, y mi memoria es perfecta, hasta su extinción, los tigres de la Tierra siempre tuvieron rayas —le replicó ella.
—Así es el dicho..., incorpóralo a tu base de datos.
—Hecho —dijo luego de parpadear—. De todos modos, a los cibernéticos no nos hacen un prontuario criminal —destacó.
—Pero a los humanos, como nosotros, sí —se quejó Nova desde el control de navegación de la nave, al tiempo que volteaba sobre su hombro viendo a Rigel de reojo para culparlo con su mirada.
—Oooh, vamos, Nova... El ejército se encargó de hacerte un sumario militar que fue mucho peor que esto... Lo leí, ¿recuerdas?
—No merecí ni uno solo de los cargos por los que me condenaron, eso lo sabes más que bien —se defendió ella molesta.
—Y es por eso que eres mi segunda al mando.
—Es una deshonra para una comando especial, condecorada como yo lo he sido, el estar involucrada en algo como esto... Por más buena que sea la paga, robar va en contra de mis principios.
—¡¿Deshonra?!, ¿robar?... Recuperar querrás decir.
Te recuerdo que no somos los malos aquí, nosotros no saqueamos esas ruinas alienígenas en Tritón; las reliquias que llevamos a bordo son sagradas para toda una especie y se las estamos devolviendo a sus legítimos dueños, para eso nos contrataron.
En ese momento, la alarma de advertencia del puente se activó:
—Nave aproximándose, y en curso de intercepción, se trata de una fragata de la Tierra... es la FDT —informó Nova.
—¡Vaya!, esta vez sí que no se tardaron —comentó Spica, aún en la bodega.
—Nos contactan —le dijo Nova a Rigel.
—Veamos de quién se trata —dijo él y pulsó uno de los botones de su silla; en la pantalla principal del puente apareció la figura de quién lideraba la otra nave.
—¡Que sorpresa verte nuevamente, teniente Casiopea!, tal parece que el destino quisiera que estemos siempre cerca.
—No fue el destino en esta ocasión. En cuanto supe del robo de unos artefactos arqueológicos, y vi que entre las naves que se alejaban de la Tierra había una no muy grande: con menos de 100 metros de longitud, similar característica en su envergadura..., por debajo de los 250 metros cúbicos de volumen, y con la inconfundible forma de un cisne en pleno vuelo, me imaginé que podrías haber sido tú.
—¿Un robo? Francamente, no sé de que me hablas... ¿No esperarás que confiese ese crimen?
—Por supuesto que no, por eso, y bajo la autoridad que me confiere la Fuerza de Defensa Terrestre, te ordeno que detengas tu nave para realizarle una minuciosa inspección.
—¿Cuánto nos falta para alcanzar el cinturón de asteroides, Nova?
—Veintisiete minutos a esta velocidad...
—Pasando el cinturón de asteroides ya estaremos fuera de la injerencia de la Tierra. Acelera al 50 % de velocidad luz y traza un curso directo hacia la región de mayor densidad rocosa que se encuentre más cerca nuestro.
—Entendido...
—¿Decides intentar escapar de mí yendo hacia espacio libre? —le preguntó Casiopea en tono desafiante.
—Simplemente elijo entre mis opciones. Enfrentarse a una fragata de la FDT no es algo ventajoso para una nave como el Cisne... en cambio, es mucho más veloz.
—Me obligas a usar la fuerza entonces, Rigel... lo lamento. ¡Lancen los interceptores! y prográmenlos para inhabilitar a su objetivo, no quiero destruir nada —ordenó la teniente al instante.
—Spica, ven al puente de inmediato, te necesitaré en el timón; tú, Nova, toma el control de las armas en la consola táctica, detén a esos drones y manténlos a raya —ordenó Rigel.
Nova, dando por hecho que se desataría un frenético escenario bélico, se colocó el conjunto de adquisición de blancos en realidad virtual, un avanzado control compuesto por un visor y un par de guantes enlazados, que le permitían operar el sistema de armas en un espacio generado de manera digital, en donde ella era como si fuera la propia nave.
Pocos instantes después, y con toda la tripulación en sus respectivos puestos, comenzó un intercambio de disparos en medio de un escape que comenzaba a volverse muy peligroso.
Con las inigualables habilidades de cálculo computacional del avanzado cerebro de Spica, los drones, a pesar de trabajar en red, no podían trazar un plan de intercepción adecuado, se trataba de una competencia entre inteligencias electrónicas en la que ella era claramente superior; al mismo tiempo, la perfecta puntería de Nova, pulida durante años de entrenamiento militar, aunada a sus mejoras sensoriales cibernéticas, eliminaba uno tras otro a los que más se acercaban a la nave.
La escaramuza se extendió así por unos diez minutos...
—Parece que supiste elegir muy bien a tu tripulación; es pequeña, pero muy eficiente —le reconoció Casiopea a Rigel.
—Siempre he sostenido que ese es el principal atributo de un buen capitán —le respondió orgulloso él.
—No obstante, te tengo malas noticias: el curso que llevan va directamente hacia una de las áreas más intensamente plagada de minas lobo. Le llamamos la zona de la muerte, ninguna nave ha salido de ella en una pieza. Te recomiendo que te detengas y te entregues.
—Gracias por el consejo, teniente, pero no lo seguiré...
—¡¿Qué?! ¡Nova!, explícale a ese necio de tu capitán a lo que se enfrentará, tú sabes bien como operan esas minas; y solo hace falta una para destruir a una nave pequeña como el Cisne, volarán en millones de pedazos —exclamó Casiopea.
—Las lobo son minas del tipo «cazadora a la deriva», carecen de propulsión y anclaje alguno, operan con un rayo tractor: una vez que una nave entra en su radio de acción, que es de decenas de kilómetros, se adhieren con él a su casco y comienzan a acercársele, acortándolo de a poco. No existe nada conocido que sea capaz de neutralizar su tecnología de haz.
Destruirlas es casi imposible, cuentan con un recubrimiento de titanio extremadamente grueso, inmune a armamento de energía y muy resistente a grandes colisiones, solo con un impacto directo de un arma de aceleración electromagnética, y equipada con munición especial de tipo perforante, se las ha logrado hacer detonar —especificó Nova.
—La fragata de la FDT se detuvo —informó Spica—. Ha cesado su persecución, permanece en espera...
—No se arriesgará más, ¿y los drones? —preguntó Rigel.
—Continúan tras nosotros.
—Bien... Spica, quiero que te internes en el cinturón de asteroides, y concéntrate en la mejor ruta para salir de él. Nova, deja ya las armas y pásate a la consola de sensores; colabora con Spica en todo lo que puedas —les ordenó Rigel y cortó la comunicación con Casiopea.
Debido a la gran complejidad de la zona que se avecinaba, Spica activo el sistema de navegación tridimensional de la nave, y un gran holograma, generado en vivo por los sensores externos, se desplegó delante de su consola, mostrándose de ese modo una copia virtual de todo lo que la rodeaba.
Así, el Cisne Negro se adentró en la zona de la muerte...
Spica maniobraba con gran destreza entre peligrosos asteroides que cambiaban de posición constantemente; a medida que chocaban entre sí, se fragmentaban y alteraban su rumbo, afectándose además con fluctuantes campos gravitacionales.
—Detecto tres... corrección, son siete, quince... ahora veintitrés, treinta y siete, cincuenta y nueve.
¡Maldita sea!, un montón de minas lobo —exclamó Nova—. Nos encontramos metidos en graves problemas.
—No te preocupes, en catorce minutos estaremos saliendo de esto, y ninguna nos alcanzará, te lo garantizo —le dijo Spica.
Los drones, equipados con transpondedores que los identificaban como pertenecientes a la Fuerza de Defensa Terrestre, eran ignorados por las letales minas, empero acabaron todos destruidos al colisionar contra los asteroides.
De ese modo, el tiempo establecido transcurrió... hasta que el Cisne Negro logró salir del cinturón de asteroides, dejándolo atrás.
—Parece que somos la primera nave que ha logrado sobrevivir a la zona de la muerte de la FDT —dijo Rigel—. Felicitaciones Spica, y a ti también Nova.
A los cinco minutos, la alarma del puente volvió a activarse:
—Creo que nos apresuramos en cantar victoria —advirtió entonces Nova—. Hay siete minas lobo tras nosotros... y acercándose. Tiempo de impacto: seis minutos.
¿Qué vamos a hacer ahora, Rigel?
El capitán se quedó en silencio, solo pensando, no disponía de mucho tiempo...
Sin más demora, presionó algunos botones ubicados en uno de los apoyabrazos de su silla, y en la pantalla principal de la nave se proyectó una carta estelar en directo, allí se indicaba la posición actual de la nave y los astros más cercanos a ella.
Luego de observarla por un instante, dijo:
—Tengo un par de ideas; solo espero que funcione la primera.
Spica, dirígete hacia el centro de Júpiter, 75 % de velocidad luz...
—Por más que aceleres, las minas lobo no se quedarán atrás, nos tienen atrapados con rayos tractores, avanzan a nuestra velocidad —le destacó Nova.
—No pretendo dejarlas atrás —contestó él—, solo quiero entrar en el campo gravitacional del planeta... lo cual ya comienza a suceder, el casco del Cisne ha comenzado a deformarse: 0,01 %, y aumentando.
Así continuó el peligroso acercamiento hasta que la estructura de la nave alcanzó un 5 % de cambio.
—Spica, quiero que ahora alteres la trayectoria a un curso tangencial a la superficie de Júpiter —ordenó Rigel.
—Las minas lobo llegarán a nosotros en menos de treinta segundos —le informó al instante Nova.
—Tomaré el control a partir de este momento —dijo entonces Rigel, al tiempo que, presionando una secuencia de botones, transfería el control de timón del Cisne Negro a la consola de su silla de mando.
Rigel estaba atento únicamente a dos parámetros: el primero, la distancia de las mortales minas y el segundo, la deformación del casco de la nave, que ya alcanzaba el 19 % y se estaba acercando al límite de su resistencia estructural.
Las vibraciones comenzaban a sentirse y se escuchaban temibles ruidos provenientes de todos lados...
—¿Cuánto puede deformarse el Cisne antes de partirse en pedazos? —preguntó Spica.
—Hasta un 25 % —le dijo Rigel.
—¿Y en cuanto está ahora? —preguntó Nova.
—27 % —respondió el capitán serio y preocupado.
—Al menos no moriremos a causa de las minas de la FDT, no les daremos ese gusto, ¿verdad? —comentó irónicamente Nova; Rigel apenas la miró de reojo por un segundo.
«Vamos, malditas minas... Los rayos tractores funcionan todos bajo el mismo principio: un enlace de partículas gravitón que genera un vínculo gravitatorio focalizado entre objetos específicos; solo tengo que vencer la fuerza de esa unión para sacármelas de encima.
A ustedes también les afecta la gravedad natural; tiene que haber un punto en el que supere la intensidad de sus haces», pensó.
Los segundos pasaban y las vibraciones se intensificaban, la nave no aguantaría por mucho más...
—¡Las minas se están deteniendo! —exclamó de súbito Nova.
—Júpiter las está atrayendo, las tiene atrapadas en su campo gravitacional —continuó Spica.
Rigel cambió entonces la trayectoria de la nave para alejarla del gigantesco astro, y la tensión estructural del Cisne Negro comenzó a disminuir rápidamente, volviendo así a sus parámetros normales:
—Te devuelvo el timón, Spica —le dijo el capitán recargándose en su asiento y respirando aliviado—. Llévanos hacia Titán.
Mientras el Cisne Negro se dirigía al satélite de Saturno, en el que la Fuerza de Defensa Terrestre no tenía jurisdicción alguna, Nova se le acercó a Rigel y le preguntó:
—Tenías dos planes, eso dijiste ¿no?
—Sí...
—Me gustaría saber cual era el otro.
—El otro era ordenarles a ustedes dos que se pusieran un par de trajes espaciales, al menos tú..., Spica no tendría problemas sin uno, y que abandonaran la nave.
Yo me habría quedado en el timón para alejarme con las minas lo más posible de ustedes, ya sabes que el piloto automático se desactiva cuando hay objetos acercándose a la nave.
Nova guardó silencio, solo lo miró inexpresiva... y un instante después, se encaminó hacia su habitación, pero antes de abandonar el puente se detuvo y le preguntó de lejos:
—¿Y por qué no optaste por ese plan?
—¿Acaso hubieras aceptado seguir esa secuencia de órdenes? —fue la respuesta.
Ella no le contestó, y se retiró a descansar por el resto del viaje...



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En el texto hay: drama, accion, aventura

Editado: 28.06.2022

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